La vergüenza (ajena)
1. Todos los años se producen en España algunas películas nauseabundas. Las hay de distintas clases y colores, pero por lo general repetitivas en su propio modelo. Por ejemplo, Al final del camino, una comedia sin gracia alguna que protagonizan Fernando Tejero y Malena Alterio. Sólo vi cuarenta minutos ya que no pude aguantar más. Un amigo atrapado en el patio de butacas no tuvo la misma suerte y me contó que la cosa incluso empeora. Al final del camino pertenece a una estirpe de comedias que enlaza Torrente con Atasco en la nacional con, si me apuran, Rivales o incluso Tapas que consiste en poner a un montón de descamisados a soltar vulgaridades (en este caso, la frase para ligar del alucinante mejor amigo de Tejero es "¿Qué es mejor saber follar o escuchar?"). La cosa consiste en que esta pandilla de enurgúmenos analfabetos en el fondo tienen un buen corazón por lo que son el súmmum de la humanidad. Todo en ella resulta cochambroso y sabido, me extiendo no por la película en sí sino por los muchos tópicos vistos tantas veces en demasiadas películas: un montaje televisivo sin gracia, una música como de feria de pueblo, y una especie de "farsa" sobre la modernidad que confunde en el mismo saco los chistes sobre gays (de buen rollito) con gurús de medio pelo que cobran ¡20.000 euros! por decir banalidades que hasta un crío de cinco años detectaría y unos diálogos impostados que basan su invisible gracia en explotar el paletismo carpetovetónico español de toda la vida.
2. También explota un filón semejante Fuga de cerebros, que se estrena el 24 de abril y pasará por el Festival de Málaga. Se trata de una comedia adolescente en la que unos chavales de 18 años consiguen falsificar unos documentos e ingresar en Oxford para estudiar Medicina. De nuevo, más chistes sobre españolitos perdidos en el mundo civilizado incapaces de decir ni media palabra en otro idioma (al que sólo se refieren con una especie de burla acomplejada). Fuga de cerebros, un producto comercial puro y duro de Antena 3, adolece de formato televisivo y de vulgaridad (una discoteca rociada por el orín de uno de los protagonistas tiene muy poca gracia). Hay, sin embargo, algunos destellos de talento, sobre todo en la interpretación de Mario Casas, un actor más que emergente, y hay algunas secuencias, sobre todo la larga peripecia en el tanatorio y después en la clase magistral, rodadas con brío y cierto estilo. Su visión se recomienda exclusivamente a los más jóvenes, pero apunta ciertas maneras.
3. David Planell, cortometrajista de mucho prestigio aunque reconozco que jamás he visto su trabajo, estrena en junio La vergöenza, su primera película. También pasará por Málaga y me parece bastante claro que se llevará algo. Es una producción pequeña, con apenas cuatro actores (Alberto San Juan y Natalia Mateo como pareja protagonista, la sirvienta peruana y un niño) que trata sobre el dilema de un matrimonio cuando se plantea devolver a un crío de ocho años que han adoptado. La película expone demasiados problemas: el choque de culturas, las consecuencias de la miseria, la falsa felicidad pequeño burguesa, etc. Pero la película, por lo menos, plantea temas. Sus protagonistas están fantásticos y el diálogo (constante) tiene algunos giros sorprendentes y momentos de gran autenticidad. Es una pena que en su afán melodramático Planell haya rizado demasiado el rizo perdiendo una cierta austeridad que le beneficia en la puesta en escena. Pero en La vergöenza lo único vergonzoso es el título.
2. También explota un filón semejante Fuga de cerebros, que se estrena el 24 de abril y pasará por el Festival de Málaga. Se trata de una comedia adolescente en la que unos chavales de 18 años consiguen falsificar unos documentos e ingresar en Oxford para estudiar Medicina. De nuevo, más chistes sobre españolitos perdidos en el mundo civilizado incapaces de decir ni media palabra en otro idioma (al que sólo se refieren con una especie de burla acomplejada). Fuga de cerebros, un producto comercial puro y duro de Antena 3, adolece de formato televisivo y de vulgaridad (una discoteca rociada por el orín de uno de los protagonistas tiene muy poca gracia). Hay, sin embargo, algunos destellos de talento, sobre todo en la interpretación de Mario Casas, un actor más que emergente, y hay algunas secuencias, sobre todo la larga peripecia en el tanatorio y después en la clase magistral, rodadas con brío y cierto estilo. Su visión se recomienda exclusivamente a los más jóvenes, pero apunta ciertas maneras.
3. David Planell, cortometrajista de mucho prestigio aunque reconozco que jamás he visto su trabajo, estrena en junio La vergöenza, su primera película. También pasará por Málaga y me parece bastante claro que se llevará algo. Es una producción pequeña, con apenas cuatro actores (Alberto San Juan y Natalia Mateo como pareja protagonista, la sirvienta peruana y un niño) que trata sobre el dilema de un matrimonio cuando se plantea devolver a un crío de ocho años que han adoptado. La película expone demasiados problemas: el choque de culturas, las consecuencias de la miseria, la falsa felicidad pequeño burguesa, etc. Pero la película, por lo menos, plantea temas. Sus protagonistas están fantásticos y el diálogo (constante) tiene algunos giros sorprendentes y momentos de gran autenticidad. Es una pena que en su afán melodramático Planell haya rizado demasiado el rizo perdiendo una cierta austeridad que le beneficia en la puesta en escena. Pero en La vergöenza lo único vergonzoso es el título.