Gloria y martirio
Personaje genial y contradictorio, Luis Buñuel dejó una de las filmografías más ricas y apasionantes del siglo XX, entre la que figuran obras maestras como Un perro andaluz, Tristana, Belle de Jour y El discreto encanto de la burguesía. A través del testimonio y el análisis de sus principales amigos y especialistas, EL CULTURAL revisa las facetas más destacadas de la personalidad del cineasta y desentraña los motivos fundamentales de su extensa obra. En estas páginas, el crítico y director de la Escuela de Cinematografía de Madrid, Fernando Méndez-Leite, recuerda los acontecimientos más destacados de su dilatada biografía, al tiempo que el primer hijo del cineasta, Juan Luis Buñuel, escribe algunas de sus anécdotas. El crítico Sergi Sánchez repasa cada uno de sus títulos junto a las reflexiones de Serge Silberman, productor de sus películas francesas. Los especialistas en la obra buñueliana Agustín Sánchez Vidal, Román Gubern y José de la Colina estudian distintos aspectos de su peripecia existencial, mientras que los escritores Manuel Hidalgo y Javier Maqua comentan, respectivamente, la relación de Buñuel con la literatura y su estancia en Hollywood. Los amigos y compañeros Luis G. Berlanga, Juan Antonio Bardem y Francisco Rabal se detienen en el erotismo, la gloria y el martirio de Viridiana y en sus aspectos más personales. Finalmente, los críticos Eduardo Torres-Dulce y Miguel Marías profundizan en la religiosidad del cineasta aragonés y en las luces y las sombras de su última etapa.
Todo empezó en México, desde enero a mayo de 1959. Los de Uninci (Paco Rabal, Fernando Rey, R. Muñoz Suay y un servidor) estábamos por allí rodando la parte mexicana de Sonatas, la Sonata de estío, y naturalmente estábamos muy unidos a Luis Buñuel. Nuestro propósito era convencerle de: a) su regreso a España para hacer una película, y b) hacer esa película con Uninci ya que nosotros podíamos arroparle con nuestra amistad, nuestro respeto y nuestras evidentes coincidencias políticas. Un año después, más o menos, a principios de 1960, se recibió en Uninci un guión cinematográfico firmado por Julio Alejandro y Luis Buñuel titulado Viridiana. ésa es la película que íbamos a hacer en el curso de ese año. Para ello era condición "sine qua non" (por parte de Luis Buñuel) que la censura previa franquista no pusiese ningún reparo a ese texto. Así fue: la censura no puso ninguna objeción e hicimos que nos sellasen todas las páginas con su específico "nihil obstat".Sin embargo, cuando Luis Buñuel llegó a Madrid, el Excmo. Sr. D. José María Muñoz Fontán, director General de Cinematografía y Teatro, demostró un gran interés en entrevistarse con él. Y se encontraron, ellos dos solos, cara a cara. Buñuel nos contó luego que la entrevista fue muy cordial y en ella, el señor Muñoz Fontán le manifestó su incomodidad por el final de la futura película. Exactamente no le gustaba que se quedasen solos en la vieja casona, el ateo (Paco Rabal) y la ex-novicia Viridiana (Silvia Pinal). Luis Buñuel le aseguró que él no veía ningún problema en que también se quedara con ellos la criada (Margarita Lozano). El señor Muñoz Fontán respiró tranquilo. En la primavera de 1961, la película Viridiana ya estaba rodada y montada. Fue entonces cuando Uninci tuvo que hacer una proyección del copión de trabajo de la película. Allí sí estuve yo, en tanto que presidente del Consejo de Administración de Uninci. La proyección se hizo en los Estudios CEA, que disponían de un sistema "interlock". Es decir, un proyector para la imagen (copión de trabajo) y otro proyector sincrónico con el primero, para la banda de diálogos. Esa proyección se hacía para dos grupos diferentes: uno era la Junta de Censura y el otro UniEspaña, donde estaban agrupados y representados los Productores Cinematográficos Españoles.
El objetivo de Uninci con la Junta de Censura consistía en solicitar un consentimiento para poder sacar de España con destino a París el material necesario para realizar allí las mezclas de sonido y el tiraje de una copia "stándard" (eso entonces era una práctica habitual en el cine español. Los laboratorios franceses estaban incomparablemente mejor preparados para esos menesteres). Para eludir cualquier problema nosotros quitamos de ese copión dos planos: 1) el plano de la navajita crucifijo y 2) el plano de Lola Gaos levantándose las faldas y "fotografiando" la "última cena" de los mendigos.
Los censores querían saber qué música iba a acompañar las escenas del aquelarre final. Aun sabiendo que íbamos a poner el Mesías de Häendel, yo les convencí de que Buñuel no apreciaba en absoluto la música en sus películas y que a lo sumo pondría los tambores de su Calanda natal. El objetivo de Uninci y UniEspaña al hacer esa proyección también era obtener su visto bueno para que Viridiana concurriera oficialmente en representación del cine español en el inmediato Festival Internacional de Cannes (mayo de 1961). La contestación de UniEspaña, es decir de los productores españoles, fue la siguiente: (Sic) "La película no reúne las suficientes calidades técnicas y artísticas para representar a España en el Festival de Cannes". Unos años después, y cuando ya estábamos en plena "guerra Viridiana" con el Ministerio, Uninci quiso obtener una copia del acta de esa reunión de UniEspaña, pero el acta había desaparecido. Sin embargo, yo estuve allí y sé el nombre y la condición de los componentes de esa Junta de Productores.
(En realidad, en Viridiana y Buñuel pasa un poco como con la democracia española: después de la desaparición del dictador, aquí todo el mundo es demócrata de toda la vida. Todo el mundo es ahora "buñuelista"). Bastaría un mínimo trabajo de investigación periodística y recoger ahora lo que dijo la crítica cinematográfica española con ocasión de la proyección de Viridiana en el Festival de Cannes. Porque sí fuimos a Cannes. El entonces director del Festival, M. Fabre Le Bret, invitó oficialmente a Viridiana como representación española. Viridiana ganó la Palma de Oro, ex aequo con la película francesa Une si longue absence, de Henri Colpi. Don José María Muñoz Fontán cumplió con su deber y subió a recoger el premio. Veinticuatro horas después, en la frontera de Irún, un "motorista" le entregó su dimisión fulminante. ¿Qué había pasado? Pues sencillamente que "L'Observatore Romano", la voz de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, había publicado al día siguiente de la proyección y del premio, una editorial que decía: (sic) "¿Cómo es posible que la católica España y la católica Polonia hayan presentado en el último Festival de Cannes dos películas tan blasfemas como Viridiana y Sor Juana de los Ángeles?"
La "guerra Viridiana" y la guerra contra Uninci habían empezado. Adelanto que sólo tardamos 21 años en ganarlas. Pero contar eso ya es otra historia.
Juan Antonio BARDEM