Bauza, de ganar como sea a dirigir un 'Dream Team'
Campeón de la Copa Libertadores con Liga de Quito y San Lorenzo, el nuevo seleccionador sueña con llevar a una albiceleste plagada de estrellas a lo más alto tras tres subcampeonatos consecutivos.
6 septiembre, 2016 14:19Noticias relacionadas
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Qué bello es vivir cuando Messi, incluso con dolores, se lleva la pelota con la espuela y de algo sin futuro crea el gol que te deja líder de las Eliminatorias Sudamericanas. Bauza, que no había tenido el gusto hasta la fecha de manejar este tipo de estrellas, revoloteaba de lado a lado del banquillo, relamiéndose por lo que puede estar por venir.
Ahora Bauza sueña. Domina la clase media con entereza y alto grado de aprovechamiento, pero de repente cuenta con todas las estrellas que quiera. Él mismo las elige. Nunca deslumbró con su juego, quizá porque nunca pudo reunir plantillas capaces de deslumbrar por esa vía. Sí lo hizo con los trofeos que levantó, donde sobresalen las Copas Libertadores de 2008 y 2014, con Liga de Quito y San Lorenzo de Almagro respectivamente.
Edgardo Bauza, mito de la defensa de Rosario Central, es todo equilibrio. El día de la presentación con la selección argentina, tras salir vencedor de un sprint con otros tres o cuatro candidatos, sentó las bases de la filosofía que ha quedado implantada a partir de esta primera victoria ante Uruguay –1-0 en el Estadio Malvinas Argentinas, válido para la clasificación para el Mundial de 2018 en Rusia–. “Cuando hay un compromiso del equipo, todos se sacrifican para que la pelota se recupere rápido. Tengo jugadores que recuperan rápido la pelota, pero si no les ayudan los de adelante para que los espacios sean más chicos, lo van a pasar mal. Cuando hablo de equilibrio, hablo de eso”.
El sueño no ha hecho más que comenzar. “El día que me llamaron, y colgué, me imaginé campeón y empecé a soñar con eso”, declaró el entrenador en esa presentación. Nunca se ha juntado con tantos astros en un mismo vestuario. Se sorpende, en estos días de locura, armando el juego en torno a Messi –es imposible hacerlo diferente–.
Respecto a la presión al equipo contrario, puede articularla de tres maneras distintas según pida cada partido o cada momento de partido: “Uno puedo presionar muy arriba, con el riesgo y el desgaste que implica. No es fácil realizarlo durante mucho tiempo, pero se puede hacer. Después, puedes jugar de tres cuartos a tres cuartos; o defender en tu campo, si el equipo contrario ahí te lleva”.
El estilo es lo de menos
Lucha Bauza con llevar a Argentina a lo más alto, aunque haga falta recordar a los más críticos que la albiceleste ha alcanzado las tres finales de los tres últimos grandes torneos (Mundial 2014, Copa América 2015 y Copa América Centenario). Las tres perdidas, eso sí. Un desierto de goles que será complicado de olvidar.
Sin embargo, llegar a una final es una misión complicada,y eso ya lo consiguieron Sabella y el Tata. Por lo cual, y aquí está el peligro de todo, esta ilusión argentina la carga el diablo. Posiblemente no estaríamos hablando de Bauza –al menos no todavía– si las prórrogas o las tandas de penaltis hubieran tratado mejor a un país que sufre el fútbol más que cualquier otro. Esa es la altísima marca y la delgada línea que tendrá que superar el Patón.
El estilo de Bauza está por encima de los análisis. Bauza gana como sea. Las Copas Libertadores de 2008 y 2014 se las llevó de calle y en ninguna de ellas pasó a los cruces como primero de grupo. Con San Lorenzo agonizó hasta el último partido de la primera fase, que remató con un 3-0 a Botafogo. Al frente del banquillo del São Paulo, este mismo año –cayó en semis ante el campeón, Atlético Nacional– también pasó segundo de grupo, tras sobrevivir en la última jornada en la altura de La Paz.
Sus equipos necesitan tiempo. Con una selección seguramente sea diferente, pero la AFA debería entregarle el timón a medio-largo plazo. La paciencia será fundamental, más que nunca. La única edición exitosa en la que un equipo suyo consiguió la primera plaza de su grupo en Copa Libertadores fue Rosario del alma en 2001, alcanzando después las semifinales.
El nuevo seleccionador argentino arrastra desde siempre el cartel de técnico defensivo. Su media de goles en la Libertadores de 2001 (semifinales con Rosario Central) fue de 1,9 goles por partido a favor, y 1,3 en contra. Una buena goleada en primera fase y algunos partidos enloquecidos dispararon las cifras. Juan Antonio Pizzi fue su máximo goleador.
La media de goles en la Libertadores de 2008 (campeón con Liga de Quito) fue de 1,5 goles a favor y 1,1 en contra. Sus máximos goleadores fueron Luis Bolaños y Joffre Guerrón. En 2014, cuando triunfó con San Lorenzo, los melancólicos registros fueron de 1,1 a favor y 0,6 en contra, con Mauro Mattos e Ignacio Piatti como artilleros principales, en un equipo en el que despuntaba ya Ángel Correa. Con São Paulo en 2016 (semifinales), registró una media de 1,4 a favor y 1,2 en contra, con Jonathan Calleri destacando de cara al gol.
Para comparar y relativizar los datos goledores de los equipos de Bauza: Atlético Nacional se ha llevado la Copa Libertadores este año con 1,6 goles a favor y 0,4 en contra. River Plate en 2015, con 1,3 a favor y 0,6 en contra. Atlético Mineiro, el más goleador y más goleado de los campeones de las últimas ediciones, se la llevó en 2013 con 2,1 goles a favor por partido, y 1,3 goles en contra.
Los planteles del Patón Bauza, en definitiva, son capaces de conseguir buenos resultados sin necesidad de ser extremadamente efectivos en ataque y en defensa. El ADN de sus equipos es la competitividad pura y dura, la supervivencia, las ganas de seguir aleteando. Bauza gana desde el estudio del partido, del equipo propio, del rival y de la misma competición, que a veces permite bajar el listón y echar un paso atrás. Sobre todo en la condición de visitante será donde asome esa etiqueta de defensivo, pero nada grave. Nada que no haya conocido Argentina en alguno de sus últimos entrenadores.
Las bandas, para Bauza, son tan importantes como el mismísimo equilibrio. Emmanuel Mas, fundamental por el lateral izquierdo en su San Lorenzo, fue alineado de inicio en el debut como seleccionador argentino. En este primer partido ha optado por el 4-2-3-1 que tanto ha utilizado a lo largo de su carrera, con un atacante insertado entre los centrales enemigos. Puede sustituirlo esporádicamente por un 4-4-2, cuando remata arriba con doble delantero centro. Lucas Pratto, un 9 batallador –como lo es Lucas Alario, que jugó en la segunda parte–, fue la punta de lanza. Bauza se alimenta con sangre caliente.
Sus palabras en la rueda de prensa posterior al 1-0 frente a Uruguay llegaban a los oídos del hincha argentino con la transparencia del Río de la Plata: “El equipo, hasta que estuvo con once jugadores, dominó el juego, tuvo la pelota, quizá nos faltó algo de profundidad. Con la expulsión se complicó mucho más, sabíamos que Uruguay al ir perdiendo iba a posicionarse mucho más adelante. Aun así, el equipo se paró muy bien, sustuvo muy bien al rival. El equipo se ordenó, aunque nos faltó algo de contragolpe”.
Pararse bien: ese es uno de los mantras del Patón. Pararse donde hay que pararse. Para eso casi siempre echará mano de un doble pivote. “Biglia y Mascherano creo que jugaron un partido muy bueno desde lo táctico. Salieron, como habíamos hablado, a presionar bien adelante. Tratamos de manejar el partido, el juego, y obligar a Uruguay a defender cerca de su área. La tenencia de pelota fue muy importante. Quizá nos faltó un poco de cambio de ritmo en los últimos treinta metros. Lo hicimos en algunos momentos con Messi en los arranques o alguna aparición de Mas, Di María o el mismo Dybala”.
La clave ahora es ver si Bauza, que tiene un equipo de ensueño entre las manos, puede convencer a los máximos exponentes de la plantilla a jugar a lo Bauza. O si, finalmente, el 'Dream Team' argentino se “bauzalizará” con jugadores cumplidores de segunda línea, de los que le gustan. La presión y el sacrificio no lo aguantarán todos. “Para echarnos de la Copa nos van a tener que matar”, fue el lema durante la Libertadores de 2008 con su Liga de Quito. Un lema defendido hasta las últimas consecuencias.