Cádiz y Valencia se volverán a ver las caras meses después de uno de los hechos más tensos de la historia de La Liga. El conjunto che, concretamente Diakhaby, denunció un supuesto insulto racista del defensa cadista, Juan Cala. El partido se paró durante unos instantes y llegó a estar en el aire su disputa. Se reanudó el partido y, tras él, surgió una campaña contra el jugador del Cádiz acusado. Una investigación de LaLiga concluyó que no había indicios de ese delito y tiempo después el caso está completamente cerrado sin castigo alguno.
Desde entonces han cambiado muchas cosas. El Ramón de Carranza ya no se llama así, sino que por orden del Ayuntamiento y para cumplir con la Ley de Memoria Histórica ha sido rebautizado como Nuevo Mirandilla. Tampoco está en el banquillo che Javi Gracia, sino José Bordalás (casualmente defensor en su día de Cala). Además, esta vez habrá aficionados en el estadio tras el permiso del Gobierno de los aforos al 100% en lugares al aire libre. Y, por si fuera poco, ni Pablo Iglesias -que participó de las críticas a Cala- forma parte del sector político tras su dimisión el pasado mes de mayo.
Numerosos cambios que, sin embargo, no hacen olvidar el fondo de la cuestión y más teniendo en cuenta la repercusión que tuvo en la competición nacional. Ambos equipos volverán a enfrentarse después de mucho tiempo de una polémica histórica y las reacciones serán analizadas por todos.
El duelo de la temporada pasada acabó con 2-1 e inició toda una batalla entre instituciones del Valencia y del Cádiz en pro de cada uno de sus jugadores. El caso racista que llegó hasta al ámbito político nunca pudo confirmarse. Mientras tanto, Diakhaby y Juan Cala formaron y forman parte de las plantillas que reeditarán el partido este sábado en los primeros compases de La Liga.
La investigación de LaLiga
Hay que remontarse al domingo 4 de abril de 2021. Pandemia en el fútbol, sin público en los estadios. Gradas absolutamente vacías y toda la atención puesta en los terrenos de juego. Fácilmente se podían escuchar los golpes al balón, las órdenes desde el banquillo, las advertencias del árbitro. Incluso alguna vez los piques entre jugadores que, acostumbrados a verse silenciados por los gritos de los aficionados, ahora veían como sus palabras cobraban especial relevancia.
Han pasado las 18:30 y el balón está en juego. Un partido normal, sin grandes sobresaltos. Pasada la media hora de encuentro, todo estalla. Diakhaby, jugador del Valencia, comienza a mostrarse claramente enfadado. Busca a alguien, fuera de sí, para reprenderle una actitud. Habla, mientras algunos de sus compañeros y rivales intentan pararle, con Gabriel Paulista. Es justo este quien desvela que a Diakhaby le han llamado "negro de mierda". El señalado es Juan Cala.
Los jugadores del Valencia tienen claro que no van a continuar jugando. Mientras intentan calmar al defensa francés, la plantilla che se dirige a los vestuarios. Es un momento de total conmoción porque pocos saben qué está sucediendo. Pasan unos minutos y las negociaciones se desarrollan en el interior del túnel de vestuarios. El Valencia, según aseguraron, decide salir a jugar por petición de Diakhaby y ante el temor de una sanción por no volver al terreno de juego. El defensa, eso sí, se queda en la grada.
El partido termina sin más incidentes, aunque el fútbol había quedado en un segundo plano. Era la hora de buscar culpables. Todas las miradas apuntaban a Juan Cala, señalado por presuntos insultos racistas. El Cádiz, valiente, no tarda en emitir un comunicado mostrando su total apoyo a Cala. El club defiende el comportamiento de su jugador, condena el racismo y recalca que toda su plantilla siempre tiene una actitud de respeto hacia el rival. El Valencia, por su parte, escuda a Diakhaby y no duda en señalar constantemente a Juan Cala.
El jugador del Cádiz se arriesgó, y mucho, guardando silencio durante algunos días. Parecía una estrategia para ganar tiempo y excusarse. Sin embargo, su única intención era que se rebaraja la tensión porque igualmente iba a recibir ataques. Dos días después, el martes, decidió convocar una rueda de prensa para explicar lo sucedido. Durante todo ese tiempo, la presunción de inocencia que reclamaba Cala fue cayendo en picado y el Valencia continuó con sus rotundas acusaciones. LaLiga, mientras tanto, trabajaba en analizar todas las imágenes y grabaciones de sonido ambiente para localizar el momento exacto.
Juan Cala fue muy claro: "Lo que cuenta Diakhaby en sus redes es falso. Si da el nombre del jugador del Cádiz que se acercó diciendo que si yo le pedía perdón volvían al campo, mañana dejo el fútbol". Ese hecho nunca se produjo. LaLiga emitió el 9 de abril, cinco días después del encuentro, un informe donde se confirmaba que no había prueba alguna de ese insulto. "Mierda" o "déjame en paz" sí aparecían entre los audios analizados, pero ni una muestra de racismo. Diakhaby quitó validez a dicha investigación. El 17 de junio fue la RFEF quien archivó el caso.
Cala, durante las semanas posteriores a que finalizara la causa, buscó por todos los medios cerrar el tema cuanto antes. Olvidar unos días infernales donde las campañas contra su persona llegaron hasta los cargos públicos. Su Cádiz mantuvo la categoría y esta temporada lucha una vez más en Primera. También dejaron atrás la advertencia de que si Cala salía absuelto tomarían acciones contra los que le habían acusado. Él, además, consiguió que se conocieran proyectos solidarios en los que ha participado o participa. Casi seis meses después, se reencontrará con el equipo y el jugador que ya forman parte ineludible de su amplia carrera deportiva.
La implicación del Gobierno
El hecho de que se parara un partido de La Liga por un supuesto insulto racista no era algo baladí. La importancia era máxima y más en los tiempos políticos y sociales que vivía el país. Las dudas sobre si se había producido ese hecho estallaron al instante. Comenzó entonces la valoración de jugadores rivales, entrenadores o cargos del mundo del fútbol. Y, evidentemente, también de políticos. Con las elecciones madrileñas a la vuelta de la esquina, uno de los partidos que más se implicó en el caso fue Unidas Podemos.
Pablo Iglesias ya había dimitido como vicepresidente del Gobierno para presentarse a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Un paso atrás que, sin embargo, no restaba importancia a cada una de sus palabras. El por entonces dirigente morado fue uno de los primeros en pronunciarse y marcó la línea común del resto de compañeros de partido: el olvido de la presunción de inocencia.
Era el mismo domingo del incidente. No se habían llegado a las nueve de la noche. El caso estaba reciente y no había nada concreto. Todo eran supuestos, debates. Una búsqueda constante de la imagen que diera con la tecla. Pablo Iglesias, sin embargo, fue muy tajante. "No podemos aceptar insultos y agresiones racistas ni en el deporte, ni en la calle, ni en los medios de comunicación. Y ya está bien del blanqueamiento cómplice de los que dicen "ni nazis, ni judíos, ni fascistas ni antifascistas". Toda nuestra solidaridad con Diakhaby", criticaba en su cuenta oficial de Twitter.
Poco después le siguió Pablo Echenique, recordando lo sucedido con el delantero ucraniano Zozulya, al que se acusó desde ciertos sectores de vínculos con grupos neonazis. En aquella ocasión, los gritos de la afición del Rayo llevaron a parar el encuentro. "Cala llama negro de mierda a Diakhaby. El partido sigue. La hinchada llama nazi a Zolulya. El partido se suspende", subrayó por entonces Echenique.
Sin embargo, todo cobró aún más relevancia cuando llegó a cargos del Gobierno de España. Irene Montero, ministra de Igualdad, dejó claro que no había "excusas ni termino medio: una sociedad democrática debe reprochar los insultos y agresiones racistas", mandando así "toda" su "solidaridad con Diakhaby". Ione Belarra, ministra de Asuntos Sociales y Agenda 2030, envió a LaLiga y la RFEF una carta conjunta con Montero donde mostraban su "plena disposición a la colaboración interinstitucional" y su "compromiso firme y permanente con la lucha contra el racismo".
La atmósfera que se creó en torno a Juan Cala no pudo ser de mayor presión. El jugador, a la vista de los comentarios políticos, no dudó en defenderse: "Los que dirigen en este país deberían hacérselo mirar. Parece que estemos en el Oeste. No existe la presunción de inocencia". El tiempo le dio la razón: tras numerosos señalamientos, quedó libre de sanción al no detectarse ningún insulto racista.
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