Todo importa en la degustación de las burbujas

Todo importa en la degustación de las burbujas

Vinos

Así afectan las burbujas a las emociones: claves para mejorar la experiencia de los vinos espumosos

Tu relación con la burbuja cambiará definitivamente si pones en práctica estas tres prácticas “emocionales”.

17 mayo, 2024 06:00

Se habla mucho de la experiencia que rodea al vino. De la importancia de servirlo a la temperatura adecuada, de elegir bien las copas o encontrar el maridaje perfecto. Todo influye a la hora de sublimar la degustación del vino, de todos y cada uno de estos factores depende que esa experiencia sea perfecta.

La cosa se acentúa cuando hablamos de vinos espumosos, pues la burbuja es capaz de provocar múltiples conexiones neuronales que se traducen en un sinfín de emociones. Es lo que los expertos conocen como la parte “psicológica” de la experiencia, y para controlarla, hay tres momentos especialmente delicados que debemos cuidar al detalle: el recibimiento, el descorche y el servicio. Los analizamos.

La burbuja es pasión embotellada

La burbuja es pasión embotellada

La primera impresión es lo que cuenta

Cuando acudimos a un restaurante, normalmente tenemos la expectativa de disfrutar. De ahí que, si tardan en atendernos, no encuentran nuestra reserva o aparece algún problema similar, la ansiedad amenace con arruinarnos el momento. “Cuando tenemos ansiedad, la percepción del tiempo se distorsiona y 5 minutos puede parecer media hora”, explicaba Quim Limonero, Profesor de Psicología en Universitat Autònoma de Barcelona, en el marco del Cava Meeting celebrado el pasado mes de noviembre. “En estos casos, lo importante es evitar que la persona entre en fase de estrés, porque eso nos va a condicionar toda la experiencia hasta transformarla en negativa”. El primer contacto del personal de sala con el cliente es sumamente importante. De la misma forma que también lo es el recibimiento que, como anfitriones, hagamos a nuestros invitados si la velada es en casa.

Cómo descorchar la felicidad

El protocolo de sala dicta que los espumosos hay que abrirlos con delicadeza para que el corcho salga suavemente, sin ruido, sin fiesta. Pero esto es un mero convencionalismo. Si el ánimo acompaña, se puede (y se debe) descorchar el espumoso con un sonoro “pop” siempre que tengamos las copas cerca para no desperdiciar ni una gota. Donde hay burbuja hay alegría, y esa es la emoción que buscamos.

El descorche de una botella de espumoso conecta rápida y directamente con las emociones. El mero sonido del tapón rindiéndose a la presión del carbónico nos trasmite júbilo y la vez relax. Nos genera la expectativa de celebración, es la antesala del momento de placer que estamos a punto de experimentar. Así que, ¿por qué no alborotar un poco?

La magia del descorche

La magia del descorche

En busca del efecto “wow”

La temperatura, la copa y la propia burbuja. He aquí la triada ganadora. Las claves de toda experiencia espumosa. En primer lugar, para asegurarnos el éxito, tendremos que preocuparnos de servir el vino entre 8 y 10 grados. Hacerlo muy por debajo o muy por encima de esa temperatura puede influir negativamente en la degustación y, por tanto, en el disfrute del momento.

La elección de las copas no es menos importante, ya que una copa adecuada para el vino espumoso, además de tener el poder de mejorar la experiencia de cata, ayuda a generar el efecto “wow” que estamos buscando. Es decir, la sorpresa y la fascinación que preceden a una experiencia emocionante. En este sentido, y aunque nos parezca precioso ver el hilillo infinito de burbujas que se crea en el interior de una copa tipo flauta, lo cierto es que esta forma estrella y alargada nos impide apreciar todos los matices del vino.

La copa importa

La copa importa

La flauta es elegante y estilizada, mantiene las burbujas durante más tiempo, pero no nos deja apreciar las bondades del vino. Lo ideal es hacerse con una copa especial para vinos espumosos y, si no es posible, usar la copa de vino blanco, más amplia y abierta pero no en exceso, para favorecer la oxigenación del vino. Este tipo de copas dejan ver la burbuja, pero no la mantienen eternamente, cediendo el protagonismo al vino, que ya puede respirar y expresarse.

Pero apreciar la burbuja también genera cierto deleite, y conviene tenerlo en cuenta. Una copa de champán tiene 8700 burbujas y, si la movemos, podemos generar hasta 60000. Lo dice el físico Gérard Liger-Belair, que lleva años estudiando la perfección matemática de las esferas carbónicas que juguetean en las copas del gran espumoso francés, así como la magia de la efervescencia de otras bebidas carbonadas. Sus descubrimientos nos hablan de un proceso maravilloso que no sucede por casualidad. Del origen de ese encanto burbujeante que nos seduce e hipnotiza. Y nos ayuda a entender por qué algunas de las grandes casas de cristalería realizan pequeñas incisiones o “puntos de efervescencia” en el cáliz para estimular la formación de burbujas y prolongar indefinidamente su sugerente danza en la copa. Un “wow” asegurado.