El cultivo de la vid une Alicante de norte a sur, desde la Marina Alta hasta la comarca del Vinalopó, desde tiempos inmemoriales. Los vinos de la tierra abanderan el carácter y el estilo de vida mediterráneo: alegres, creativos y muy personales. Son vinos creados con la calidez del sol y la brisa del mar.
El yacimiento de Benimaquia en Denia, perteneciente al siglo VI a.C., es uno de los símbolos más recientes del vino de Alicante. El viñedo de esta zona es de los más antiguos de la Península Ibérica y está vinculado con todas las civilizaciones que han vivido en este territorio y se han comunicado por el mar con el resto del mundo. Durante siglos, barcos cargados de vinos viajaron hasta casas nobles de toda Europa, como recogen las referencias literarias de Dumas, Shakespeare o Salgari, y las alabanzas de H. C. Andersen, Cabanilles o Doré sobre el carácter del Likant, Aligant, Alicante o Fondillón de Alicante.
Estamos en una zona histórica por la tradición de su viñedo y sus vinos, en el origen de una variedad internacionalmente conocida con el nombre de Alicante Bouschet, la garnacha tintorera. Una región señalada en los últimos años como una de las más dinámicas, ricas y mejor valoradas de España. El Mediterráneo en la copa.
En este privilegiado territorio, el paisaje de viñedos llena de vida y naturaleza, de gastronomía y buen vino, a un sinfín de rincones con encanto enmarcados por la belleza de castillos medievales y la riqueza de las costumbres de antaño. En cada municipio, las gentes, los monumentos, la artesanía, el producto local y la cultura del buen comer se unen para seducirnos con encantos que no pueden encontrarse a pie de playa. Aunque sí bastante cerca.
La Ruta del Vino de Alicante, una de las 37 que actualmente forman parte de Rutas del Vino de España, propone descubrir el interior de la región a través de bodegas, restaurantes, alojamientos rurales, museos y visitas culturales, que nos recuerdan que hay vida más allá del litoral alicantino. Estas son algunas de las razones que te animarán a comprobarlo en cualquier época del año.
1. Comer en un restaurante que huele a estrella
En el corazón de Villena, un pequeño restaurante destaca por su cocina de autor. Se llama Cisoria, en honor al arte de cortar la carne de caza, y allí, Ignacio Caro y Carmen Navarro expresan con total libertad su personal forma de entender la gastronomía. Su menú pone la vista en el pasado, pero adelanta un pie hacia el futuro. Producto local y de temporada, creatividad y sorpresa en cada bocado. Un segoviano y una villenera que van a dar mucho de que hablar.
“Abrimos este restaurante para desmarcarnos de lo todo lo que había en la zona, para ofrecer algo distinto”, asegura Navarro. En este humilde salón con aspiraciones, el chef pone en práctica todo lo aprendido en su paso por restaurantes con estrella Michelin, y su singular visión de recetas tradicionales como el cochifrito llaman a gritos a los inspectores de la famosa 'guía roja'. Tiempo al tiempo.
2. Asistir al nacimiento del fondillón
El fondillón de Alicante es el producto con más historia y reconocimiento de la región. Un vino añejo natural, único en el mundo, amparado por la Unión Europea y con una especial protección dentro de la D.O.P. Vinos de Alicante, que comparte la sabiduría de otros grandes generosos como Jerez, Oporto, Madeira o Marsala, aunque con virtudes diferentes.
Las pocas reservas de este vino y la tradición de algunas familias (sólo hay 8 bodegas elaboradoras de fondillón adscritas a la denominación) han creado una colección de soleras históricas irrepetible, como la que atesora Bodegas Monóvar. Su nave de barricas centenarias da paso a una Sacristía en la que se guardan las más antiguas, de 1930 a 1990. Conocer el particular proceso de elaboración de este vino embocado, desde la pasificación de la monastrell en el viñedo hasta su largo envejecimiento en barricas de roble americano, que va mucho más allá de los 10 años, es absolutamente imprescindible.
3. Regresar al mundo árabe desde un riurau
Las 12 hectáreas de viñedo de giró y moscatel romano de Casa Agrícola de Pepe Mendoza se plantaron entre 1920 y 1970. Están cultivadas en ecológico, en estricto secano y sobre bancales cercados con muros centenarios de piedra, legado de culturas antiguas que permanecen vivas hoy gracias a este proyecto puesto en marcha por uno de los enólogos más apreciados de la región.
La bodega se levantó en 1900 sobre un viejo riurau de origen árabe (casa para la pasificación de la uva), atestiguando la huella que las diferentes civilizaciones han dejado en Alicante. Un legado que perdura en este valle hasta nuestros días, a pesar de la filoxera en el s. XIX. El mejor lugar para degustar vinos de altísima calidad elaborados con variedades locales, algunas ancestrales como la giró, y descubrir la singularidad de este terruño en la copa.
4. Participar en las Fiestas de Moros y Cristianos
Villena celebra en septiembre sus fiestas en honor a la Virgen de las Virtudes, cuyo origen está en 1474, cuando fue proclamada Patrona de la Ciudad y abogada contra la Peste. En este privilegiado enclave al noroeste de la provincia de Alicante, encrucijada de caminos entre la meseta castellana y la costa levantina, el Castillo de la Atalaya (construido por el Imperio Almohade a finales del s. XII como refugio para población musulmana) es testigo año tras año de las Fiestas de Moros y Cristianos más vistosas y participativas de la provincia. 14.000 personas vestidas, 14 comparsas (7 del bando moro y 7 del cristiano) y un despliegue de música, color y creatividad que hay que ver al menos una vez en la vida.
No podemos irnos de esta ciudad sin visitar el MUVI (Museo de Villena), donde se guarda el popular Tesoro de Villena de la Edad de Bronce, descubierto en los años 60 y compuesto por 35 piezas de oro de gran pureza.
5. Hacer un picnic entre viñedos
A partir de la recuperación de variedades autóctonas, Finca Collado pretende convertirse en un referente de la elaboración de vinos con tipicidad en la zona del Alto Vinalopó. Para ello, esta bodega pequeña pero inconformista, fiel al territorio y a su historia e impulsada por gente joven, profundiza en el desarrollo de referencias que supongan una simbiosis entre la tradición, la artesanía y el respeto al campo. “No sólo aprovechamos el legado cultural, sino que lo investigamos, lo enriquecemos y pensamos en su futuro”, defienden. El resultado son vinos modernos y con mucha personalidad, reflejo del lugar en el que nacen y pensados por y para el disfrute.
Dentro de su propuesta de enoturismo está la posibilidad de hacer un picnic en el viñedo, el mejor ejemplo de la cercanía que esta bodega pretende transmitir a sus visitantes: “En Finca Collado queremos aportar nuestro grano de arena a un mundo mejor, más respetuoso con la tierra y las personas, pero sobre todo nos gusta participar de esos pequeños momentos de felicidad que se tienen cuando se disfruta del placer del vino en buena compañía. Y no hay mejor manera de mostrarlo que abrir nuestra casa y compartirlo con todos vosotros”, aseguran. Una experiencia que permite conocer el paisaje y gozar de un almuerzo al aire libre con vistas a la Sierra de Cabrera y la Sierra de Salinas.