Existen numerosos documentos donde se relatan las grandes gestas de bodegueros, pero poco se sabe de las extraordinarias historias de mujeres que, con sus valientes y acertadas decisiones, construyeron los cimientos de no pocas bodegas para alcanzar el éxito a lo largo de las décadas. La de Aurora Böhl de Faber y Ruiz de Larrea, viuda de Thomas Osborne, es una de esas hazañas que merecen ser contadas. Fue ella quien salvó el legado de una empresa familiar con un pasado repleto de contratiempos, forjando el origen de una compañía cuyo amor por la gastronomía ha permanecido a lo largo de generaciones.
Proveniente de una familia con un fuerte liderazgo femenino, hija de la escritora Frasquita Larrea y del cónsul alemán en Cádiz Juan Nicolás Böhl de Fáber, y hermana de la también autora y folclorista Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea, más conocida en el mundillo literario como Fernán Caballero, Aurora era una mujer culta adelantada a su tiempo. Tras el fallecimiento de su esposo, a mediados del siglo XIX, ejerció un importante liderazgo y desarrolló una estrategia sobre la dirección de la compañía que fundaría los cimientos de lo que hoy es el grupo Osborne.
El fallecimiento de Thomas Osborne fue un momento clave en la historia de la bodega. Aurora Böhl de Fáber, con sus hijos adolescentes, emprendió una ampliación del negocio adquiriendo en 1857 varias bodegas y trabajaderos de tonelería, entre los que se encontraba La Honda, una de las naves más antiguas del Puerto, llamada así por encontrarse por debajo del nivel de las propiedades aledañas, singularidad que imprimía unas cualidades únicas a sus vinos debido al especial microclima en la bodega, muy húmedo y protegido de los cambios de temperatura, especialmente idóneo para la crianza de vinos finos y amontillados.
No se puede hablar de La Honda sin hablar de Aurora, porque fue ella quien descubrió la magia de esta bodega, la solera que hoy, dos siglos después, sigue marcando la personalidad de los jereces más especiales de Osborne. ¿Qué vio en esta solera? ¿Por qué le pareció tan especial? Podría tratarse de vinos mal fortificados, afinados por la crianza biológica, pero la viuda de Thomas Osborne no dudó ante la oportunidad de adquirir esas botas que, a su parecer, guardaban los jereces más finos y delicados del Puerto de Santa María. Así comienza una de las leyendas de tradición y misterio que se incluyen en el anecdotario histórico de los vinos de Jerez, los más antiguos y singulares de España. Y del mundo.
Tradición embotellada
Dos finos y un amontillado integran la nueva colección de jereces en rama de Osborne, todos ellos fruto de una selección de las soleras centenarias de la familia, con la intención de reflejar la personalidad de los vinos portuenses, marcada por el microclima de las bodegas. Coquinero Fino en Rama, un fino con 6 años y medio de vejez, punzante, fresco y complejo, que mantiene la expresividad de los aromas de la flor; La Honda Fino en Rama y La Honda Amontillado en Rama, dos vinos muy viejos (con más de 12 años de vejez media el primero y 22 años el segundo), untuosos, estructurados y soberbios, que reflejan una personalidad propia inherente al terruño y la tradición bodeguera de donde provienen, y que exhiben con orgullo su carácter de jereces añejos.
«Son vinos íntimamente ligados a la historia de la familia Osborne y del Puerto de Santa María. Jereces que suponen el regreso de una marca que ha acompañado a los portuenses en sus aperitivos y comidas desde hace décadas», explica Marcos Alguacil, director enólogo de Bodegas Osborne.
Jereces vivos...
Hablar de jerez en rama tiene que ver con la pureza. Los elaboradores del Marco se refieren con esta expresión a vinos embotellados sin procesar o con un proceso de filtrado mínimo. De esta manera, los vinos conservan partículas de velo de flor y mantienen toda la potencia aromática de las levaduras. La gama de vinos rama de Osborne sigue esa tendencia hacia un filtrado suave que intenta reproducir la experiencia de beber directamente de la bota. El resultado es una explosión de aromas y sabores intensos y dinámicos. Vinos vivos, salvajes. Jerez en estado puro.
«Queríamos seleccionar de nuestra colección unos vinos que tuvieran un marcado carácter portuense, que contaran parte de la historia de una compañía de 250 años de historia y que además mantuvieran toda la expresividad que estos vinos tienen en las botas», añade Alguacil. «Catar un vino de la misma bota donde se ha criado y donde ha alcanzado sus máximas cualidades es una experiencia al alcance únicamente de los bodegueros. Con esta gama queríamos ofrecerle al consumidor la posibilidad de disfrutar de esta increíble sensación».
... y gastronómicos
Los vinos de Jerez son perfectos compañeros de maridaje. Dejarlos para el aperitivo es un error. El director enólogo de Osborne nos da unas claves para armonizar su gama de jereces en rama: «Fino Coquinero es ideal para un plato de jamón ibérico de bellota. Ayuda a equilibrar la sensación grasa en el paladar de este sublime producto, y sus notas almendradas lo acompañan a la perfección. Fino La Honda, para pescados y maricos en fritura, guisos marineros, arroces que tengan cierta potencia y recetas con atún de almadraba. También se puede servir junto a quesos tipo manchego curado, comté de 24 meses o parmesano de 2 o 3 años de maduración. El Amontillado La Honda es perfecto para carnes de caza y sensacional con recetas de rabo de toro».