El apellido Osborne y los que lo llevan pueden pasar por una de las familias españolas más tradicionales e incluso castizas, como lo es su símbolo, ese mítico toro apostado vigilante en las carreteras españolas. Pero no, su origen está en Devon, Inglaterra, y esta historia arranca en 1772.
Fue en esa fecha cuando Thomas Osborne Man, un gentilhombre británico procedente de aquella localidad, apareció por Cádiz. De una familia de negociantes prósperos, llegó a la ciudad andaluza muy jovencito, por lo visto enviado por su padre a cobrar una deuda y, de paso, husmear en los posibles negocios en torno a lo que en aquella época era el puerto más importante de España. El negocio clave era el vino, naturalmente.
Rápidamente comenzó a relacionarse con lo más granado de la ciudad, con la firma de comerciantes y banqueros británicos Lonergan and White; y sobre todo con James Duff, cónsul inglés en Cádiz, y además propietario de varias bodegas entre esta ciudad y El Puerto de Santa María. Pero lo más provechoso de sus contactos fue con el apoderado de los negocios de Duff, un aristócrata alemán llamado Juan Nicolás Böhl de Faber, que tenía dos hijas, una, Aurora, con la que se casó; y la otra, Cecilia, convertida en famosa escritora bajo el seudónimo masculino de Fernán Caballero.
Invirtió su dinero, se asoció con Duff, montó su propia bodega en El Puerto de Santa Maria, ya en 1810, y se lanzó a la exportación. El éxito fue rotundo. La presión de los comerciantes británicos instalados en la zona de Cádiz hizo que el gobierno inglés bajara decididamente los aranceles, y la venta de vino de Jerez a aquel país se duplicó. Y él estaba a la cabeza. Desde el castillo de Windsor le piden dos barricas para la familia real británica; al Palacio de Invierno de San Petersburgo manda tres. El rey de Bélgica también pide su vino cotidiano, lo mismo que el Vaticano; y sus exportaciones llegan a Estados Unidos, donde el escritor Washington Irving, autor de Cuentos de la Alhambra y amante de Andalucía, se convierte en el gran propagador.
Thomas Osborne muere en 1854, ya muy mayor, pero la personalidad y el empuje de su mujer Aurora convierten la firma en un icono del vino mundial. En 1860 se pone al frente de la compañía su hijo Tomás (ya sin la h), compra su parte a Duff, y comienza la larga andadura de Osborne. Pocos años después tienen la habilidad de ver el negocio del brandi de Jerez, donde muy pronto se ponen a la cabeza.
En 1956 nace su gran emblema publicitario: unas enormes vallas con un toro metálico de hasta 7 metros de altura, fijadas en infinidad de carreteras españolas. En 1994 el Reglamento General de Carreteras ordena su retirada, pero la Junta de Andalucía lo defiende como un patrimonio cultural y artístico. Le apoya la Comunidad Foral de Navarra. El Congreso de los Diputados lo acepta también en este año; y en 1997 lo refrenda el Tribunal Supremo. Y ahí siguen.
La bodega actual
Entrar en la bodega Osborne en El Puerto de Santa María es un placer que merece la pena conocerse, porque las «catedrales», como se llaman a estas bodegas del Marco de Jerez, son únicas en el mundo. Las botas o barricas de 500 y 600 litros se alinean en su particular sistema de criaderas y soleras. Marcos Alguacil, el enólogo de la casa, tiene ahí sus dominios. Con una venencia -una varilla metálica flexible terminada en un recipiente cilíndrico que sirve para sacar una pequeña cantidad de vino de la bota- abre las bocas de las botas y escancia la maravilla de su contenido en una copa, o varias, según sus visitantes.
Paseando por la bodega, la venencia va sacando joyas. Fino Coquinero, Amontillado La Honda, Sibarita, Venerable, Capuchino, Amontillado 51 1ª, Solera India, los VORS (very old rare sherry) de sacristía. En otra gran bodega reposan los brandis como Carlos I, 1886….
En la actualidad el Grupo Osborne es muy poderoso. Además de sus bodegas de El Puerto de Santa María, cuentan con una dinámica firma en Rioja, Bodegas Montecillo; y en otras denominaciones. Son especialistas en elaboración y distribución de productos destilados, aparte de los brandis, como la ginebra Nordés o Anís del Mono; y en la alimentación son los propietarios de Cinco Jotas, jamones y embutidos ibéricos en Jabugo. Hace poco, se han hecho también con el caviar de Riofrío. Según sus últimos datos en el pasado año han vendido 211 millones de euros, con un Ebitda de 35,4 millones.
El próximo día 27 harán la conmemoración oficial de su 250 aniversario con presencia de la Casa Real. Naturalmente, ser una de las primeras bodegas fundadas en España, merece el reconocimiento.