Menorca encuentra su paz y secretos no sólo en su costa y calas también en su interior. La más oriental de las islas Baleares se sigue a su propio ritmo, uno que no entiende de autopistas, ni de masificaciones, y que habla el lenguaje de lo rural y lo local.
Un fin de semana largo en ella da mucho de sí: desde adentrarse en el corazón de Mahón para comprar ensaimada en Sa Sucrería, despedir el día de cena en Es Castells, visitar el mercado de Ciudadela y quedarse hasta la hora del aperitivo, aprenderlo todo sobre el queso D. O. Mahón y disfrutar del arte de hacer nada a la sombra del faro más antiguo de la isla. Planes alternativos para cubrir un día sin playa o, en temporada baja, un día sin sol.
Un paseo por Ciudadela
La Ciutadella de Menorca es una ventana al pasado, por la que se cuela la luz del Mediterráneo y su historia. Sus calles están llenas de encanto y su casco antiguo está protegido como Bien de Interés Cultural. Recorrerlo significa cruzarse con palacios, casas señoriales y otros edificios monumentales que hablan de la ciudad, así como su mercado de abastos, conocido como 'Sa plaça des Peix'. Aunque su aspecto traslada a épocas anteriores, su construcción no es demasiado antigua, se acabó en 1985 y en 2011 fue remodelado.
Entre sus porticos se entrevén puestos de pescado fresco, carnicerías y otros con lo mejor de la huerta menorquina. Tras una puesta a punto de la despensa, una cerveza artesana en el Tap Room de Grahame Pearce ayudará a refrescar las ideas antes de seguir con la caminata.
El atardecer se disfruta a cámara lenta desde su puerto. Esa lengua de agua que entra desde el mar y se adentra hasta los límites que llegan su fortaleza merece ser paseada y fotografiada, al menos con la mente. Uno de los establecimientos que se encuentran en el muelle es Aquarium Port Ciutadella, restaurante que pertenece al Grupo Mago y que ya cumple 20 años. Su caldereta es herencia Mari Cruz Anglada, abuela del actual propietario. Sus arroces han logrado reconocimientos, al igual que su Japo Taco de atún, tapa ganadora de la primera edición de GourmeTapa by Fuentes en la 56.ª celebración de Salón Gourmets.
Amagatay
Sencillez, producto y elegancia son tres ingredientes que caracterizan la cocinad del madrileño Juanjo López, al frente de La Tasquita de Enfrente, que dirige la cocina de este agroturismo del Grupo Numa en la isla menorquina que te traslada hasta una postal de la toscana, pero con despensa balear.
No falta la langosta, ni en la clásica caldereta, ni con huevos fritos y unas patatas confitadas con cebolla que logran que por momentos uno se olvide del imponente crustáceo que las acompaña. Otro de sus fijos en su ensaladilla, además de otros guiños a la isla como ocurre con el suc de rape y gambusí. Pero con permiso de las comidas y cenas, además de la estancia y el entorno, lo que más se disfruta a ritmo pausado son sus completos desayunos y esos huevos revueltos que son sello del grupo.
Morvedra
Pasar la noche en Morvedra, el segundo de los hoteles que el Grupo Numa tiene en la isla, merece la pena solo por despedirse del día desde su rincón de los atardeceres, donde un pic nic te espera en lo alto de una colina, "la más alta de la isla", para ver cómo cae el sol.
La cocina del hotel, aunque también dirigida por Juanjo López, está ejecutada por Raúl Sánchez, chef toledano con acento andaluz rescatado del proyecto anterior que ocupaba en la finca. En su recetario manda el kilómetro cero y las recetas y guisos sencillos. No faltan escabechas, cremas de verduras que cambian según lo hacen los vegetales de su huerto, pescados del día y, por descontado, langosta.
Restaurante Santa Mariana
También hay langosta en el restaurante del agroturismo Santa Mariana, no le queda otra José María Borrás, el joven chef que dirige la cocina de este gastronómico que huele desde lejos a estrella Michelin. Aunque en su propuesta la contempla de diferente manera y muy alejada del centro de atención, este lo ocupan otras recetas de siempre que el menorquín actualiza con las técnicas de ahora.
Trabajan con dos menús, uno largo de 18 pases y uno corto que combina pases del largo. También ofrece la opción de pedir a la carta, desde la que también disfrutar de grandes bocados como las ortiguillas con queso de vaca de la isla o una refrescante pomada menorquina reconvertida en postre.
Quesería Lluriach
En el Camí de Tramuntana, que separa el pueblo de Es Mercadal con el punto más norte de la isla, el faro de Cavalleria, se encuentra la quesería Lluriach. Una explotación ganadera que alberga la casona con el título nobiliario más antiguo de la isla, allí viven los payeses que la trabajan y custodian a la vez la tienda donde venden su queso de Mahón, la joya gastronómica menorquina con Denominación de Origen Protegida desde 1997.
El queso lo elaboran con leche cruda de vaca procedente del ganado del que cuidan en la finxa. Tiene diferentes tiempos de curación, el semicurado o el curado. También venden un buen queso de cabra que elaboran en la finca vecina y embutidos de la isla como la sobrasada o el camaiot.
Cap Artrutx
En el extremo suroeste de la isla se encuentra el Cap d’Artrutx, punto estratégico que ofrece uno de los mejores atardeceres del Mediterráneo, custodiado por el Faro de Artrutx, que aloja desde hace un par de años el restaurante Artutx Sea Club, un rincón que fusiona ocio y gastronomía y que brilla con luz propia.
El restaurante forma parte del HUB gastronómico de Lago Resort Menorca, este en particular ocupa el faro más antiguo de la isla, inaugurado en 1895, y su propuesta ofrece producto de proximidad del mar y la tierra con las brasas como hilo conductor. Desde los entrantes con tinte marinero como el carpaccio de gamba roja o esos pulpitos encebollados a la menorquina y huevo a baja temperatura, hasta bacalao a la menorquina o chuletón de vaca vieja.
Sa Llagosta
No es Dabiz Muñoz el único que lo piensa. De sobra es sabido que si se debe visitar un templo en la isla para darse un homenaje a base de langosta, hay que acudir a Sa Llagosta. Con permiso del resto de casas repartidas por Menorca que le dedican un apartado especial en sus cartas y cocina, como ocurre también con Pintarroja, la de este icónico restaurante en Fornells es una de esas que hay que comer (al menos) una vez en la vida.
Tanto como si se quiere degustar la tradicional langosta o disfrutar de ella en cualquier de las otras muchas variaciones que David de Coca la preparara (en ceviche, al Wellington, en tempura...), el festín es siempre memorable.