Hace un año, un importante estudio publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology alertaba de que el número de personas con diabetes tipo 1 en el mundo se iba a duplicar hacia 2040. Según calcularon, cerca de 18 millones de personas se verían afectadas por una enfermedad a la que cuesta plantar cara. Si bien, un pequeño grupo de investigadores de la Universidad de Búfalo (Estados Unidos) parece haber encontrado la manera de hacerlo.
Según publican en la prestigiosa revista médica The New England Journal of Medicine, la semaglutida (Ozempic), un fármaco destinado al tratamiento de la diabetes tipo 2, ha conseguido reducir significativamente la necesidad de insulina en personas con diabetes tipo 1.
"Podría tratarse del cambio más drástico en el tratamiento desde el descubrimiento de la insulina en 1921", avanza su autor principal, el profesor de Medicina y director médico del Centro de Endocrinología y Diabetes del Oeste de Nueva York, Paresh Dandona.
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"Son unos hallazgos rompedores", coincide Fernando Gómez Peralta, coordinador del Área de Diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Lo son, según el experto, por dos motivos: porque no hay fármacos adicionales a la insulina autorizados para la diabetes tipo 1 y por el tipo de población en el que se ha hecho el estudio, personas con un diagnóstico en fases iniciales.
Dandona llevaba largo tiempo estudiando el uso de medicamentos para la diabetes tipo 2 en el tipo 1 y lo hacía, precisamente, por esto que último que apunta el endocrino. Las personas en etapas iniciales de la enfermedad todavía tienen una gran reserva de insulina en las células beta del páncreas (aquellas que producen esta hormona), por lo que fármacos como la semaglutida podrían actuar en ellos de la misma manera que lo hacen con los dolientes del tipo 2.
Parecidas, pero diferentes
Para entenderlo, es conveniente explicar la diferencia entre ambas enfermedades. Parecen lo mismo, pero no lo son. Ambas afectan a la forma en la que el cuerpo regula el azúcar en sangre, es decir, la glucosa. Es algo así como la gasolina de las células pero, si no puede llegar hasta ellas, se acumula y da lugar a una hiperglucemia. Esta es una complicación que comparten el tipo 1 y el tipo 2 y que puede derivar en problemas muy graves, como ceguera, daños renales o amputaciones.
Para evitar que esto pase y la glucosa llegue hasta las células, se necesita de la insulina. Lo que ocurre con los diabéticos tipo 1 es que su propio sistema inmune destruye las células beta del páncreas, por lo que no pueden fabricarla. En el caso del tipo 2, no se responde a la insulina tan bien como debería, pero sí pueden liberarla. La semaglutida ayuda a ello. "Una de las ventajas de estos fármacos sería la posibilidad de utilizar la reserva de insulina endógena que los pacientes tienen durante muchos años", concede Gómez Peralta.
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Esto es importante por otros dos motivos. El primero la mejora de la calidad de vida que supondría en estos pacientes, que podrían prescindir de las inyecciones de insulina rápida. Según el estudio, que ha sido realizado con 10 sujetos, en tres meses de tratamiento con semaglutida se habían eliminado por completo estas dosis en todo el grupo.
El segundo va en relación a un beneficio secundario, el tratamiento de la obesidad. No se puede olvidar que, recientemente, este fármaco ha causado toda una revolución en este campo, al punto de agotar su stock. Según describe Gómez Peralta, este es un problema muy frecuente en la diabetes tipo 1, ya que la insulina que se administra es una hormona anabolizante, lo que provoca una tendencia a subir de peso.
Celebrar con cautela
"Hay que tener en cuenta que la causa principal de morbilidad en la diabetes tipo 1 es cardiovascular", apremia el profesional. La diabetes no sólo resta años de vida —se estima que cinco de media— sino que aumenta las posibilidades de morir por otras enfermedades. Puede multiplicar hasta por seis la probabilidad de morir por un derrame cerebral o un ataque al corazón. De ahí la importancia de este hallazgo.
Sin embargo, todavía queda un largo camino para celebrarlo. Como el propio autor del estudio señala, hay que esperar a estudios más largos —este sólo ha durado dos años— y que cuenten con más pacientes.
El experto de la SEEN también avisa de que hay que tomar la noticia con precaución. Aunque es todo un hallazgo, no se puede tomar como la cura de la diabetes ni la eliminación definitiva de la insulina como tratamiento. En el estudio, de los diez participantes, siete prescindieron también de la insulina basal (de fondo), además de la de las comidas. Muchos, pero no todos y durante un periodo de seguimiento corto.
"Hay que tener en cuenta que se trata de una población anímicamente y psicológicamente muy vulnerable por el diagnóstico reciente de su diabetes tipo 1 y tener una falsa esperanza de que se puede sustituir por completo la insulina por otros fármacos como estos no es un mensaje correcto", comenta Gómez Peralta. Pese a este matiz, desea con esperanza que la industria farmacéutica se anime, tras los resultados, a fomentar más estudios que arrojen luz sobre todas estas incógnitas.