Ruiz-Vargas, el sabio de la memoria: "Hay gente que cree tener alzhéimer pero lo que sufre es ansiedad"
"Cada vez que evocamos un recuerdo, damos una versión distinta" / "Los problemas no aparecen porque has llegado a viejo, son la suma de toda una vida".
10 junio, 2023 01:55Cuenta José María Ruiz-Vargas, profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid desde 1974 y actual catedrático emérito de Psicología de la Memoria, que no es infrecuente que una persona se le acerque después de una conferencia. El motivo de preocupación que le confesará será que ha olvidado el nombre de un vecino o conocido, y se habrá puesto en lo peor. "Yo lo primero que hago es quitarle hierro", explica. "No todos los fallos de memoria significan que hay un problema. Pero he visto auténticos cuadros de ansiedad provocados por personas que se han convencido a sí mismas de que estaban sufriendo alzhéimer".
Medio siglo de investigación y reflexión sobre el fenómeno de la memoria cualifican a Ruiz-Vargas como una de las principales autoridades en la materia. Y su última obra, La memoria y la vida [Debate], tiene la monumentalidad del trabajo de toda una vida. Prolijo y erudito, el texto entreteje la psicología clínica con la filosofía y el ensayo para abordar los múltiples enigmas del recuerdo: por qué preservamos unos sobre otros, cómo conforman nuestra identidad, por qué algunos nos acompañan insistentemente y por qué, si lo pensamos, nunca los recordamos dos veces igual.
¿Olvidar una palabra común, o el nombre de un conocido, es un signo que debe alarmarnos a partir de determinada edad?
Lo que hemos descubierto en los últimos años es que no todas las personas que sufren de alzhéimer presentan los mismos fallos a nivel cognitivo. Distinguimos entre las formas amnésicas y las formas no amnésicas porque algunos comienzan con el deterioro del lenguaje o la capacidad de juicio. Los fallos de memoria son el síntoma más frecuente, pero no hay por qué atribuirlos inmediatamente o exclusivamente a una posible enfermedad neurodegenerativa o demencia. Hay un dato que el buen clínico detecta inmediatamente: que la persona ya no puede realizar las propias tareas cotidianas, como llevar la contabilidad de la casa.
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Nuestro cerebro cambia con la edad. ¿Nos hemos centrado demasiado en el deterioro, en lugar de valorar su capacidad de adaptarse?
Los descubrimientos de los últimos años son realmente muy optimistas con el cerebro en la vejez, siempre que no se sufra una enfermedad neurodegenerativa. Hablamos de la extraordinaria plasticidad que sigue manteniendo el cerebro. Hay déficits, pero también ganancias que permiten equilibrar. Hace unas décadas, el planteamiento era absolutamente negativo. Ahora sabemos que hay una serie de factores positivos: hábitos de vida saludables que nos pueden beneficiar.
¿Cuál sería el primer consejo que daría para mantener una memoria y un cerebro saludables con la edad?
Lo primero son los hábitos saludables: la dieta es muy importante -evitar el alcohol etcétera-, pero el ejercicio físico también repercute en una mejora cognitiva. Es uno de los descubrimientos más apasionantes de los últimos años: en el momento en que nuestro cuerpo entra en actividad, nuestros huesos secretan una hormona, la osteocalcina. Tiene la particularidad de atravesar la barrera hematoencefálica, llegando una parte del cerebro, el sistema hipocampar. Es la sede, digamos, de la formación de los recuerdos. Así que hay una cadena bioquímica que lleva de la secreción en el hueso de esa hormona hasta el hipocampo.
¿Como segundo consejo podemos hablar de la práctica de actividades cognitivas e intelectuales?
Bueno, esto es sabido desde hace tiempo. Mantener la mente ocupada con la lectura, resolviendo problemas, haciendo crucigramas por ejemplo, implica un ejercicio mental y naturalmente una actividad cognitiva. Pero lo que se ha estado describiendo en los últimos años es que los problemas de memoria no son específicos de la vejez. Es una de las conclusiones más claras y más interesantes sobre el envejecimiento y la memoria en mi opinión: no aparecen porque has llegado a viejo, sino que se remontan a los primeros años de vida, y son la suma de factores como el nivel de estudios, la clase socioeconómica, los hábitos...
¿Y cual sería el tercer consejo, para redondear, que le daría a una persona preocupada porque está perdiendo la memoria?
¡Pues mi consejo es que no se preocupe! Yo siempre les quito el miedo. Hay una tendencia en nuestra sociedad a que, en cuanto alguien tiene el más mínimo fallo, empezamos incluso con los chistes: "¡Eso es el alzhéimer!". Yo siempre le digo a mis estudiantes que no hagan esa broma, que es algo muy serio. Pero lo que yo quiero destacar en la obra es precisamente la plasticidad del cerebro y la maleabilidad de la memoria. He tenido casos de personas que habían desarrollado un cuadro de ansiedad porque en su familia estaban convencidos de que tenía un principio de alzhéimer, pero en su evaluación exhaustiva de memoria no había rastro de demencia.
¿La maleabilidad de la memoria es lo que provoca que nuestros recuerdos no se correspondan con la realidad, o que sean incluso falsos?
Cada vez que evocamos un recuerdo, damos una versión distinta. Nunca reproducimos un recuerdo literalmente como la vez anterior. Esto forma parte de la propia dinámica de la memoria. No guarda episodios sino vivencias las experiencias. Cada persona filtra lo que está viviendo en función de lo que ha vivido previamente. Y lo que hace nuestra memoria es darle significado. Es muy selectiva al reconstruir. Tú vas a seleccionar los momentos que te resultan significativos, pero otro, con una vida distinta, le dará un significado distinto y lo recordará de otra manera. La memoria es el resultado de un filtro formado por nuestras creencias, nuestras actitudes, nuestros prejuicios y nuestro conocimiento previo.
El libro cita a Walter Benjamin, que escribió que la memoria es en realidad el teatro de nuestros recuerdos.
Exactamente. Nuestra memoria no sirve para reconstruir lo que realmente pasó, sino que nos ofrece el escenario para reinterpretar lo que recordamos. Y efectivamente hay un contexto. Por ejemplo, situacional. Si tú estás triste, enfadado o apenado, el mismo evento que puedas recordar va a ir impregnado de ese filtro de tristeza. Cada vez que reconstruimos algo, lo deformamos. Y finalmente hay una serie de elementos externos que están modulando la narración: si mi audiencia es conocida o no, la familiaridad, la edad de mi interlocutor, si compartió conmigo la vivencia...
Habla de la facultad autonoética de la memoria: nos permite conocernos a nosotros mismos.
Es fundamental. Compartimos el resto de sistemas de memoria con los animales más evolucionados, pero la conciencia autonoética es exclusivamente humana. Consiste en que la persona que recupera un evento tiene conciencia clara de ser el mismo 'yo' que vivió aquello. Y eso permite que nuestra vida adquiera el sentido de la continuidad, además de darnos la propia identidad. De lo contrario, vivimos dislocados y enajenados. Conozco casos de amnesia disociativa o psicógena. Son personas sin daños cerebrales directos pero con situaciones de alto estrés, que entran en una fase de fuga, se escapan de casa, y en un momento determinado vuelven en sí. "¿Cómo he llegado yo aquí? Echo la mirada atrás en mi memoria, y no encuentro nada".
Aunque nos centremos en los recuerdos, hay todo un sistema de memoria que nos permite realizar tareas automáticas que no recordamos.
Si empezamos por la memoria más arcaica, la más antigua filogenéticamente, esa es la procedimental. Es automática y nos permite adquirir habilidades: caminar, montar en bicicleta, tocar un instrumento... Después, la memoria semántica permite procesar y registrar los principios generales del mundo en el que vivimos: las leyes físicas que me dicen que puedo derramar el agua de un vaso. Y luego tenemos la memoria autobiográfica, la de los recuerdos personales. Tiene características verdaderamente asombrosas sobre las que cada día estamos descubriendo más.
Y la maleabilidad de la memoria tiene un reverso oscuro. ¿Cómo puedo saber que mis recuerdos más significativos son reales?
Bueno, pues no hay manera de saberlo. Puede que haya otra persona mayor que tú que estuviese presente y permita confirmar hasta cierto punto que tus recuerdos se ajustan a acontecimientos reales. Pero yo cito un caso famoso, el del epistemólogo suizo Piaget. Él recordaba que, cuando era bebé, un extraño trató de raptarlo en los Campos Elíseos y su niñera le salvó. Más tarde, cuando tenía 15 años, la niñera escribió a sus padres para confesar que se había inventado todo el suceso para conseguir una recompensa. Lo interesante es que Piaget no modificó su recuerdo emocional pese a saber que era falso. La conciencia autonoética se mantiene, con el valor que le atribuimos para definir nuestra personalidad.
La carga emocional del recuerdo también cambia. Lo que a una edad puede parecer el peor momento de una vida puede relativizarse después.
Es algo interesante, y no hace falta ser psicólogo para darse cuenta: es lo que llamamos la fenomenología del recuerdo. La carga de intensidad emocional o el significado que tiene para ti el recuerdo va cambiando según la etapa de tu vida. Tú has cambiado, tu escala de valores puede haberse modificado, y la reconstrucción de tu recuerdo no será la misma. Los humanos funcionamos con arreglo a nuestra verdad: somos seres muy frágiles, tenemos que construir una historia que sea coherente con la vida que creemos que debemos llevar. Y si hay que cambiar algo, se cambia, generalmente de forma inconsciente.
El libro habla de eventos catalizadores de la memoria: cómo recordamos todos dónde estábamos en el 23-F o el 11-M.
Se trata de recuerdos que podríamos llamar fotográficos. Hice una investigación aquí en España, que se publicó el año 1993 en la revista de psicología social. Descubrí que prácticamente toda la gente tenía un recuerdo vívido. Hay cinco factores que coinciden: dónde estaban, qué estaban haciendo, quién les dio la noticia, qué sintieron y qué hicieron a continuación. Sabemos que hay una serie de hormonas que se disparan en ese tipo de situaciones, como son las catecolaminas, adrenalina, noradrenalina y corticoides, sobre todo el cortisol. Y esto afecta al sistema hipocampal y al sistema amigdalino, el centro de procesamiento del miedo y de las emociones. Hay otras explicaciones sociocognitivas: son situaciones que hacen que te replantees tu vida. Todo eso graba recuerdos inolvidables: son los no se pueden borrar.