Julia está mal y no sabe por qué. Tiene un buen trabajo, apoyo de su familia y una buena pandilla de amigos. Aun así, hay veces que el llanto la sorprende de repente, sin ningún motivo aparente. Después vino la mañana en la que se fue corriendo al hospital pensando que le estaba dando un infarto. "Fue el 25 de enero de 2021", recuerda. No se le olvida esa fecha. Salió del centro con un diagnóstico de ataque de ansiedad. "Después vino el segundo, el tercero, el cuarto, etc.".
Lo que cuenta esta joven de 28 años es el reflejo de una España ansiosa. El último dato que da fe de ello es el incremento en el número de bajas laborales forzadas por problemas de salud mental. Según el Estudio de la evolución de los trastornos mentales y del comportamiento en la incapacidad temporal, la cifra ha crecido un 17,36% desde 2015, con un total de 865.955 bajas iniciadas en 2021, el último año del que se tienen datos.
"Eso es lo mismo que decir, principalmente, bajas por ansiedad y depresión. ¿Por qué? Porque hay muchos trastornos mentales, pero los más frecuentes son los emocionales", explica al respecto Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y presidente durante 18 años de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).
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Los datos dan la razón al profesional. Aunque medir las dimensiones de este problema es una tarea ardua por la falta de documentos oficiales, según un informe elaborado por la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria (BDCAP), el principal motivo de consulta relacionado con la salud mental es el trastorno de ansiedad. Tal y como cifran, afecta al 6,7% de la población con tarjeta sanitaria. Si se calcula en base a esto, da un total de 3.136.672 personas que han acudido a consulta por este problema.
Una emoción natural
Y qué es exactamente la ansiedad. Como describen desde SEAS, es "una emoción natural que comprende las reacciones que tienen los seres humanos ante la amenaza de un resultado negativo o incierto". Para muchos, también es un síntoma más de la era postcovid y, de hecho, hay investigaciones que así lo avalan, como uno publicado en The Lancet y que cifró en 129 millones de casos el aumento de la ansiedad y depresión en la población mundial.
En el caso de Julia, así fue. Es más, ese primer ataque de ansiedad vino ligado a la Covid: "Yo me dedico a los seguros y estaba trabajando con un fallecimiento de una mujer a causa de la Covid. Al leerlo, me dio un pinchazo en el pecho y me puso muy nerviosa".
Según un informe de Unicef, la Covid ha sido la principal responsable del deterioro de la salud mental de los niños y jóvenes y cifra en uno de cada siete los jóvenes con algún problema diagnosticado de salud mental. Para España, la cifra es más alta: uno de cada cinco.
Sin embargo, hay datos que nos dicen que los problemas venían de antes, como el propio Cano Vindel señala. Así, tomando como ejemplo las bajas laborales, advierte que un documento de la OMS con datos de 2019 estimó que el 15% de los adultos en edad de trabajar tenía un trastorno mental. La cifra encaja con el estudio español referido, el cual registró en ese año el mayor número de bajas laborales por salud mental.
España está ansiosa y no es (sólo) por la Covid. Otro dato que lo representa es el del consumo de benzodiacepinas, aka diazepam (valium), lorazepam, bromazepam (lexatin), etc. España volvió en abril de este año a posicionarse como el país número uno en el consumo mundial de ansiolíticos, pero lleva tiempo ostentando el triste podio. Ya entre los años 2000 y 2013 se comenzó a registrar un incremento en el uso de estas pastillas. En Europa, desde 2017 es líder y, en 2020, superó a Estados Unidos en su consumo.
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La prescripción de ansiolíticos puede servir de base para entender qué le está pasando a nuestro país. Porque la ansiedad no viene sólo cuando hay problemas laborales, también ante una pérdida o una discusión. Dicho de forma coloquial, está en todas partes. Como indican desde SEAS, "este tipo de reacciones se producen ante los exámenes, al hablar en público, al sentirse evaluados, en situaciones sociales, o ante cualquier situación que nos resulte amenazante".
La medicalización de la emoción
El problema no es que aparezca, como describen los expertos. Es humano que lo haga. El dilema está en cómo se gestiona. Y, aquí, nos topamos, en palabras de Víctor Amat, ante "la medicación de la emoción". "Esto ha sido un mal negocio para la vida. Si nos fijamos, por más que se receten, la progresión indica que cada vez estamos peor".
Psicólogo y profesor en la Universitat de Girona, retomando el caso de las bajas laborales, este experto explica que, muchas veces, cuando atiende a personas con este problema en su consulta, lo que ve son problemas del trabajo que causan ansiedad, pero no un problema de salud mental. "El problema es que, cuando hablamos de trastornos psicológicos o emocionales, hablamos de enfermedades a la ligera, pero no son forzosamente enfermedades. Al final, la vida conlleva que tengamos momentos puntuales de crisis, momentos puntuales de ansiedad y momentos puntuales de duelo. Esto no son trastornos, no son enfermedades".
Sus palabras recuerdan a lo que exponen la psiquiatra Marta Carmona y el médico de familia Javier Padilla en su libro Malestamos: "Tenemos una sociedad que habla de salud mental, pero que, en realidad, está hablando de un conjunto de conceptos entremezclados: desesperanza, cansancio, falta de expectativas, estrés, preocupación y dificultad para saber cuándo acabará ese sentimiento".
Lo que ocurre en estos casos, como lamenta el psicólogo, es que cuando una persona acude a su médico de cabecera y le habla de la ansiedad que sufre, se le termina recetando una benzodiacepina para atajar un problema al que la saturación del sistema no puede dar respuesta.
Manejar las emociones
Cano Vindel se muestra de la misma opinión respecto a la medicación de la vida. En este sentido, pone el ejemplo de Alemania, con un consumo 20 veces menor de este medicamento. "Allí no consideran que la solución para todos los problemas de jóvenes y trabajadores sea esta".
Y, ¿cuál es? "La solución es enseñar a las personas ya desde la escuela qué son las emociones y cómo manejarlas. La solución a no saber manejar la ansiedad no es dopar a las personas con fármacos y eso, además, va a ser un problema, porque esa persona lejos de saber gestionar la emoción va a tropezar una y otra vez con la misma piedra".
Julia, por ejemplo, admite que sus problemas de ansiedad llegaron por no gestionar emociones, por no saber controlar los pensamientos negativos que llegaban a su cabeza. "Mi psicóloga me decía mucho: 'sufrimos antes de tiempo y tenemos mucha obsesión por el futuro y emparanoiarse por todas las cosas. Lo que venga, bien estará. Si viene malo, se sufrirá y ya está, pero la vida es así'". Un consejo similar es el que aporta Amar: "Hay que educar en que se sepa que la vida no tiene por qué ser sencilla y en que ser feliz no es una obligación".
Porque, si no se controla la ansiedad, es cuando, generalmente, se deriva en problemas de salud mental, como la depresión en la que terminó Julia. Ahora, aún con "rachillas malas", pero escampada la tormenta, lo ve todo mejor. A toro pasado, confiesa: "Prefiero mil veces partirme una pierna que volver a sentir la ansiedad y la depresión".