Playa o piscina, ¿qué es más saludable más allá de las preferencias personales?
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Playa o piscina, es la eterna discusión reinante en cuanto llega la época estival, muy similar a la que se produce entre los amantes del té o el café: por unas u otras razones, ambos equipos son potentes -té o café, playa o piscina-. Sin embargo, la mayoría de esas razones o argumentos de peso para preferir una u otra opción, en cuanto a la búsqueda de un relajante baño se refiere, suelen ser por gusto o manías propias, o bien por proximidad de una u otra opción.
Ahora bien, si nos centramos en la salud, ¿cuál de ambas opciones sería la mejor? ¿es más sano acudir a una piscina en medio de la ciudad, o bien sería una mejor opción acudir a una playa teóricamente no alterada por el hombre?
Un día de playa suele acompañarse de múltiples factores, sea la playa que sea, a los cuales habría que añadir otros beneficios o inconvenientes dependiendo de la zona que elijamos para el baño -las playas del norte de España suelen ser de aguas más frías por ejemplo-.
Entre estos factores, se encuentra la gran exposición solar, la arena de la playa y la salubridad del agua. Así mismo, no debemos olvidar que se trata de un medio más o menos natural -obviando los típicos bares o chiringuitos playeros-, por lo que también se suele convivir con otros habitantes en los días de playa: desde insectos hasta medusas, pasando por una serie de microorganismos que habitan tanto la arena como el agua del mar.
En cuanto a la exposición solar, se trata de un arma de doble filo: múltiples estudios abogan por la necesidad de tomar el sol, no solo por el preocupante déficit de vitamina D que viven tanto España como el resto del mundo industrializado, sino también por otros factores asociados al mismo. De hecho, algunos trabajos sugieren que la vitamina D natural -basada en la exposición solar- ayuda a mejorar el perfil del colesterol en sangre, algo que no se logra con los suplementos en forma de pastillas. Pero, por otro lado, un exceso de exposición solar con el objetivo de broncearse puede llegar a ser perjudicial, dado que los seres humanos no solemos controlar correctamente el tiempo de exposición, ni la forma correcta de usar crema solar según algunos trabajos. De hecho, aunque se suele creer que la crema solar requiere entre diez y treinta minutos para hacer efecto, ahora se sabe que incluso con cinco minutos ya empieza la protección.
Por otro lado tenemos el agua del mar. Dado que se trata de un medio natural, dicha agua no se encuentra "procesada", aunque sí puede llegar a encontrarse contaminada dependiendo de la zona en la que nos encontramos. Para la zona genital, el agua de la playa o de otros medios como ríos o lagos puede ser peligrosa, dado que es un hábitat para diversos microorganismos, desde bacterias hasta virus u hongos. Esto aumenta el riesgo de infecciones, como las típicas de orina. En otras localizaciones también destacan las infecciones oculares o conjuntivitis, y las infecciones de oído u otitis, todas ellas relacionadas con el baño. Pero, por su parte, el agua del mar implica la facilidad para realizar ejercicio físico en un medio diferente al habitual, incluso más seguro, siempre y cuando mantengamos la distancia de seguridad hacia la playa.
Por su parte, la arena de la playa también tiene sus beneficios y riesgos. Caminar por la playa, dada la inestabilidad de la misma, puede mejorar el equilibrio corporal. Así mismo, caminar por la playa a la orilla del mar es un consejo ampliamente repetido en las consultas médicas como fuente de mejora de la circulación venosa, ya que tanto el mismo hecho de caminar como el choque intermitente pero suave del agua tienen beneficios potenciales como tratamiento de la insuficiencia venosa, típica del verano en individuos sedentarios y agravada por las altas temperaturas. Pero, como también sucede con el agua del mar, la arena de la playa ni suele estar procesada ni hecha a propósito para el disfrute del ser humano: el roce con la arena puede provocar pequeñas lesiones en la piel, como rozaduras o erupciones cutáneas. Además, aunque no es el medio más saturado de insectos, en la playa es posible encontrar algunos vecinos tales como moscas de la arena o pulgas, entre otros.
Finalmente, cabe destacar que pasar un día de playa suele acompañarse de un fenómeno muy común: astenia o cansancio. Aunque existen muchas teorías al respecto, una de las más aceptadas es que dicho cansancio es un efecto secundario a la elevada exposición tanto al calor en general como al sol en particular. El organismo humano intenta mantener una temperatura corporal equilibrada, algo que consume recursos y energía, y por tanto disminuye recursos corporales; además, tanto el calor como la exposición directa al sol produce sudoración y dilatación de los vasos sanguíneos, una serie de procesos cuyo objetivo final es regular la temperatura. Finalmente, todos estos procesos pueden dar lugar a una deshidratación leve o incluso moderada. Y, aunque se produzca una deshidratación leve, la sensación secundaria a la misma puede ser el cansancio en mayor o menor grado dependiendo de cada individuo.
Piscina: beneficios e inconvenientes para la salud
De la misma forma que sucede con la playa, el uso de una piscina se acompaña de forma común de varios factores: exposición solar, agua clorada y césped.
En este caso, la exposición solar en la piscina tiene los mismos beneficios e inconvenientes mencionados en el caso de la playa, aunque cabe destacar que la piscina es un medio artificial y suele contar contar con una mayor cantidad de zonas de sombra respecto a la playa. Es decir, es más común poder resguardarse del sol en una piscina que en una playa, donde no son pocos los que acuden solo con una toalla y sin ningún tipo de sombrilla o protección similar. Aunque, de nuevo, depende del tipo de piscina al que se acuda, por lo que no es posible generalizar.
Por otro lado, una piscina requiere el uso de agua clorada y no natural como una playa, lo cual indica que sí ha sido procesada para ser segura y no contener microorganismos potencialmente peligrosos para la salud. Aún así, es típico poder contraer infecciones de orina o infecciones de oído, pues el cloro no es totalmente infalible, aunque se producen en un porcentaje menor respecto a un baño en la playa.
Por su parte, dado que una piscina es un medio artificial y controlado, cabe destacar que la temperatura del agua también suele controlarse mejor respecto a una playa, y es relativamente más fácil llevar a cabo deportes acuáticos si se requiere un medio más controlado, todos ellos acompañados de beneficios para la salud: mejoras de los dolores articulares, un menor riesgo de lesiones respecto a otros deportes, mejoras en la salud mental, mejoras de la postura corporal e incluso cierto potencial para perder peso. Cabe destacar, por su lado, que el agua del mar también puede otorgar todos estos beneficios; la única diferencia es que el agua del mar y estado dependen en grado sumo de la climatología ambiental, algo que no sucede con una piscina al aire libre o cubierta.
Finalmente está el césped que suele rodear a las piscinas, dependiendo de nuevo de la piscina en cuestión. Como sucede con la playa, en el césped es posible encontrar habitantes no deseados para el ser humano, como insectos o microorganismos. Pero, como sucede con el agua clorada, en multitud de ocasiones este césped o bien es artificial o bien suele tratarse de forma diaria para evitar la presencia de estos habitantes. De nuevo, el hecho de tratarse de un medio artificial puede jugar a favor de la seguridad para los seres humanos.
En cuanto al cansancio o astenia asociado a las playas, no es un fenómeno tan común en las piscinas, aunque también podría producirse si se excede la mencionada exposición solar. Aunque, como se ha comentado, las piscinas suelen acompañarse de una mayor cantidad de zonas de sombra respecto a la playa, por lo que es un fenómeno más complicado. Así mismo, dado que las piscinas suelen rodearse de edificios, el aire ambiental estará más contaminado que el aire ambiental de las playas -de nuevo, dependiendo de las playas y piscinas a comparar-. Sin olvidar, a su vez, las potenciales vistas de una playa en comparación a una piscina: el factor psicológico y el bienestar añadido al mismo también debe tenerse en cuenta cuando se habla de salud.
Conclusión: playa o piscina
Como conclusión final, centrándonos en el potencial para la salud del uso de una playa o piscina, la realidad es que las diferencias son escasamente significativas siempre y cuando llevemos a cabo las medidas de seguridad ampliamente conocidas:
-Exponerse al sol lo suficiente para absorber vitamina D, pero sin excederse para no sufrir quemaduras y otras consecuencias a largo plazo.
-Comer e hidratarse correctamente. Buscar zonas de sombra tanto si se va a permanecer poco tiempo como si se pretende pasar varias horas seguidas en un solo día.
-Protegerse de los posibles insectos, si los hubiese, y tratar las picaduras de forma adecuada sin entrar en pánico. Y, si es posible, intentar aprovechar la visita a una playa o piscina para realizar ejercicio físico, ya sea caminar o bien algún deporte acuático adecuado al medio elegido.
-Exponerse al sol lo suficiente para absorber vitamina D, pero sin excederse para no sufrir quemaduras y otras consecuencias a largo plazo.
-Comer e hidratarse correctamente. Buscar zonas de sombra tanto si se va a permanecer poco tiempo como si se pretende pasar varias horas seguidas en un solo día.
-Protegerse de los posibles insectos, si los hubiese, y tratar las picaduras de forma adecuada sin entrar en pánico. Y, si es posible, intentar aprovechar la visita a una playa o piscina para realizar ejercicio físico, ya sea caminar o bien algún deporte acuático adecuado al medio elegido.