La infancia de todo españolito medio está llena de bocadillos. Los recreos de colegios e institutos están llenos de bocadillos. Y las meriendas a lo largo y ancho de este santo país también están llenas de bocatas. En mitad de la barra de pan, todo tipo de ingredientes con fama de inocentes que han contribuido a la lozanía de muchos de nosotros. Sin embargo, lo cierto es que, si echamos la vista atrás, la educación alimentaria de nuestro país ha cambiado sobremanera. Así, lo que hace unas décadas era un bocado con fama de inocente hoy se relaciona directamente con el cáncer de colon.
Nos referimos al bocata —o sándwich— de jamón de York. En realidad, el jamón de York ni siquiera existe. Se trata de una denominación que no viene recogida por la norma de calidad sobre derivados cárnicos que regula este embutido en España (el Real Decreto 474/2014). Esta normativa sólo acepta tres categorías principales: el jamón cocido extra, jamón cocido (a secas) y fiambre. La primera de ellas es la de mayor calidad, pues contiene más de un 80% de carne cerdo obligatoriamente. En el otro extremo se encuentra el fiambre, que se elabora con un montón de ingredientes (fécula de patata, proteínas de leche y de soja, sal, lactosa , potenciadores de sabor, etc.) que lo convierten en un perfecto ultraprocesado y, además, su porcentaje de carne es muy bajo —apenas un 50%—.
Así, el jamón de York, según reconoció la OMS en un famosísimo informe publicado en el año 2015 es una carne procesada que favorece la aparición de cáncer de colon. Podríamos meterla en el mismo grupo que las hamburguesas o los perritos calientes, por ejemplo. "La carne procesada se refiere a la carne que se ha transformado a través de la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación. La mayoría de las carnes procesadas contienen carne de cerdo o de res, pero también pueden contener otras carnes rojas, aves, menudencias o subproductos cárnicos tales como la sangre", explica la organización en el citado informe.
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Es decir, el bocadillo de jamón de York hace mucho tiempo que dejó de ser una alternativa saludable. Sin embargo, la industria cárnica nos ha hecho creer durante años que estábamos ante un producto fetén. El color rosáceo así como los reclamos que incluían las marcas para que pensáramos que era un producto perfecto para aquellos que estaban a dieta o se dedicaban al fitness ha ayudado a extender esta creencia durante muchos años.
Pero, entonces, ¿qué quieren decir algunos reclamos como "en su jugo", "artesano" o "fitness" o "bienestar", que se estampan en los envases? Absolutamente nada. Se trata de meras estrategias de marketing para hacer creer al consumidor que estamos ante un producto de mayor calidad y bueno para la salud. Cabe señalar, además, que el hecho de que un alimento tenga pocas calorías no lo hace saludable. En el caso del jamón de York, lo que sucede es que suelen añadirse algunos subproductos como el agua, con los que se consigue que el alimento sea menos energético, pero a la misma vez se rebaja el porcentaje de carne que contiene.
En realidad, todo lo dicho sobre el jamón de York como carne procesada en los bocadillos de miles de niños en España es aplicable al resto de embutidos procesados que se fabrican a partir del cerdo: al salchichón, al chorizo, al choped, a la mortadela con olivas, a la cecina y, por desgracia, también al jamón serrano.
"Ejemplos de carnes procesadas incluyen frankfurters (perritos calientes / hot dogs / salchichas), jamón, salchichas, carne en conserva (corned beef), y cecina o carne seca, así como carne en lata, y las preparaciones y salsas a base de carne", dice la OMS en su informe. Así, las recomendaciones de médicos y nutricionistas son claras: conviene evitar en la medida de lo posible el consumo de habitual de jamón de York y el resto de embutidos. El riesgo de padecer cáncer de colon por causas modificables como la dieta disminuirá en gran medida.