Charlas sobre relaciones de pareja saludables, políticas de igualdad y/o una mayor concienciación son algunas de las medidas que se aplican en nuestra sociedad para evitar la violencia, sobre todo entre los más jóvenes. Sin embargo, ésta no hace más que aflorar y, lamentablemente, cada vez de peores formas. Por ejemplo, hace poco se publicaba en medios la historia de una joven de 17 años que había recibido una brutal paliza por parte de su pareja. Él, además, lo había grabado todo con su móvil. Cosas como esta hacen pensar: ¿qué está fallando?
Según distintos estudios, en sociedades occidentales, la violencia física ocurre, aproximadamente, en el 10% de las relaciones de noviazgo entre adolescentes. La dimensión psicológica es aún mayor, aunque más complicada de medir. Oscila entre el 17% y el 88%. Además, al albor de las nuevas tecnologías y las redes sociales nace una nueva variable —y preocupante— la electrónica. Se estima que entre el 12% y el 56% de los jóvenes la ha experimentado alguna vez con sus parejas.
"La violencia es algo que está ahí y estamos viendo que los chicos y chicas la asumen como algo muy natural". Quien habla es Noemí Pereda, psicóloga y profesora titular de victimología de la Universidad de Barcelona. Junto a su equipo, acaba de publicar un estudio longitudinal —es decir, midiendo a los mismos sujetos a lo largo del tiempo— sobre predictores de violencia en el noviazgo adolescente. Los datos empiezan con niños de siete años y terminan a los 17. Sus resultados pueden ser la respuesta a qué está fallando.
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"Lo que nos hemos encontrado es que el género no parece ser una variable significativa en adolescentes. Chicos y chicas usan la violencia física y el control en sus relaciones de pareja". Miembro también del Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente (GReVIA), Pereda indica que las agresiones en adolescentes no sigue el mismo patrón que la que se ejerce en la edad adulta: "Estamos inmersos en que todo se ciñe a una única variable, la del patriarcado, pero, tristemente, es un fenómeno complejo que se explica a partir de muchas variables".
Características únicas
La violencia en el noviazgo adolescente tiene "características únicas". Así lo detalla un estudio anterior publicado por el GReVIA. Entre las particularidades, está el hecho de que, a diferencia de los adultos, los adolescentes no parecen estar caracterizados por los estereotipos del patriarcado, como puede ser la dependencia económica de la mujer o el no querer romper la familia por dañar a los hijos. "La característica diferencial más significativa es que tiende a ser simétrica y/o mutua entre géneros y, por lo tanto, ocurre tanto en hombres como en mujeres", reza el escrito.
Las implicaciones de este primer hallazgo son varias. Por un lado, está el hecho de que las campañas de concienciación hacia adolescentes se lanzan principalmente con una consigna, el de las mujeres víctimas y el de los hombres victimarios, siguiendo el ejemplo de réplica de la violencia entre adultos. "El mensaje culpabiliza así a los chicos y les dice que no pueden ser víctimas, lo que les coloca en una posición vulnerable", aclara Pereda al respecto.
Vaya por delante que la psicóloga no pretende desterrar el machismo de la ecuación. "Probablemente, también aporte", puntualiza. Es más, en esta primera investigación del GReVIA se indica que las diferencias entre sexos radican en la gravedad (ellas la reciben con más virulencia) y el alcance de la violencia sexual, siendo ellas las principales víctimas.
"Nosotros decimos lo que confirman los datos y, en jóvenes, estar concienciado con el machismo no quiere decir que se pueda evitar la violencia", sentencia Pereda, que vuelve a incidir con rotundidad: "La violencia en jóvenes no se explica sólo por el machismo".
Los factores predictivos
Es aquí cuando llegamos a la segunda implicación del estudio reciente, quizá la más importante, los factores predictivos de una relación de pareja violenta: el acoso escolar o bullying y la violencia física por parte de los padres cuando éstos son pequeños.
El estudio, realizado en base a una muestra de 644 adolescentes, a los que se siguió desde los siete a los 17 años, comprobó que haber soportado castigos corporales se traducía en tener casi el doble de posibilidades de realizar y/o sufrir violencia en el noviazgo adolescente. Mientras, aquellos que vivieron acoso escolar tenían alrededor de diez veces más probabilidades de pertenecer a dicha categoría.
Pereda denomina este suceso como el ciclo de la violencia: el niño/a asume desde pequeño que este es un modo de relaciones aceptable.
"Las personas aprendemos por modelos", razona por su parte Ángela García Fajardo, psicóloga especializada infanto-juvenil en la clínica Mind Group. "Si yo, durante mi cortita vida de adolescente, el modelo que he tenido es uno que incluye gritos, control, conductas pasivo agresivas y manipulación, luego es más probable que ponga en marcha este tipo de conductas", continúa.
Un claro ejemplo del ciclo de la violencia puede ilustrarse con las mafias de explotación sexual. Muchas jóvenes que son captadas siendo apenas unas niñas acaban siendo, en el futuro, las que engañan a otras chicas para atraparlas en la red. En el famoso caso del pederasta Jeffrey Epstein es lo que sucedía. Los niños y las niñas aprenden e imitan patrones de conducta observados.
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También son sonados los casos de niños que crecen con un padre maltratador y que replican la misma historia en el futuro. Belén Sanz Barbero, científica en el Instituto de Salud Carlos III y cuya línea de investigación es el estado de salud y violencia de pareja contra la mujer, señalaba precisamente en este medio que, para terminar con esta lacra, hay que poner mucha atención en los hijos de las mujeres que han sufrido maltratos.
'Adelgazamiento social'
Una investigación publicada en The Lancet Psychiatry iba, incluso, un paso más allá. Concluyó que las alteraciones neurocognitivas que se producen en un niño después de situaciones de maltrato conducen a estrés social y 'adelgazamiento social', entendiéndose esto último con una reducción tanto en la calidad como en la cantidad de relaciones.
La evidencia confirma que la violencia en la infancia se traduce en probable futuro problemático, en el que será víctima o victimario. Incluso puede ser ambos roles, ya que, como confirma Pereda, es habitual ver parejas de adolescentes donde los maltratos se ejercen desde ambas partes, uno pega y el otro responde con otro golpe.
Fajardo celebra los resultados de este estudio en tanto en cuanto considera que es muy importante no dar por sentado que un problema de bullying o maltrato intrafamiliar se va a quedar en la infancia.
Según la psicóloga, "si no se trabajan este tipo de cosas, la persona lo terminará interiorizando, de tal forma que produce una herida que provoca que no se pueda relacionar de forma funcional". "Puede ser que, ante una amenaza, el miedo les bloquee y sean víctimas o que utilicen la violencia como respuesta, dependerá de muchos factores", sentencia.
Señalábamos antes que las conclusiones de Pereda y sus colegas son de vital importancia. Lo son porque la violencia se puede prevenir. Irvin Waller, criminólogo y conocido activista por los derechos de las víctimas, en su libro Science and Secrets of Ending Violent Crime ('Ciencia y secretos para acabar con los delitos violentos'), confirma que el 50% de la violencia es evitable.
De por vida
Volviendo al principio, parece entonces que lo que está fallando es el sistema y la sociedad, que permiten que niños y niñas queden atrapados en el maltrato. Pereda, de hecho, cita una frase que da escalofríos: "Para algunos, la violencia no es un suceso puntual, es una condición vital crónica".
Los recientes escándalos de menores tutelados, o el caso de Irene, una joven de 22 años de Valladolid que fue violada durante 10 años por su padre, demuestran que todavía queda mucho por hacer.
Es como cuando Fajardo hace hincapié en el rol del espectador, es decir, cuando un niño se mete con otro y el resto no dice nada, estos se convierten en un agresor espectador: "Como adultos, somos espectadores de estas situaciones y algo tenemos que hacer".
Pereda, por su parte, lamenta la impotencia de la situación: "Hay un grupo de niños y niñas que están sufriendo ahora mismo y que van a estar implicados en violencia toda su vida porque no hemos intervenido en el momento crítico, que es la infancia".