Hemos sabido que, en la plaza de toros del municipio colombiano de El Espinal, hubo, hace unos días, un derrumbe de uno de sus graderíos en plena corrida de toros con el resultado de al menos cuatro muertos y más de 300 heridos. La plaza en el momento de la tragedia estaba abarrotada de gente.
Se ha dicho también que manos criminales provocaron el derrumbe cortando las traviesas o pilares de madera que sustentaban las gradas. La investigación abierta analizará las causas. Pero lo que ya no es una suposición más o menos cierta son las declaraciones del presidente electo de Colombia Gustavo Petro y destacado antitaurino, en las que ha instado a las alcaldías colombianas a “no autorizar más espectáculos con la muerte de personas o animales”. Equiparando la muerte del toro con la no previsible, salvo accidente o atentado, de la de las personas.
Es una clara e injustificada manipulación para fundamentar su pretensión de acabar con la fiesta de los toros en dicho país, tradicionalmente taurino. Ya lo hizo siendo alcalde de Bogotá, en cuyo mandato cerró la plaza de toros de la ciudad. Prohibición posteriormente anulada por los tribunales. Ahora, antes de tomar posesión como presidente, lo hará en agosto, vuelve a la carga contra los toros, por lo que bajo su mandato se avecina una cruzada para defender la Fiesta en dicho país.
Petro, antiguo guerrillero, alardea ser un demócrata progresista y como tal ha basado su campaña en defender y amparar a las clases populares más desprotegidas, lo que está muy bien. Pero lo que ya no está tan bien, sino todo lo contrario, es que ataque furibundamente una manifestación popular tan arraigada como esta fiesta heredada de los españoles desde la época de la colonia. ¿Será por ello, el querer acabar con esta cultura hispana? Siendo consecuente tendrá que eliminar también el idioma castellano tan vinculado a la raíz del pueblo como la Fiesta que, en la manifestación de Ramón Pérez de Ayala, ambas nacieron a la vez.
No es el único “progresista” que arremete contra la Tauromaquia, pero hacerlo de esta forma tan burda y manipuladora como hace el Sr. Petro es quizá una muestra del paroxismo que nos queda por ver y sufrir.
Esperemos, no obstante, que no cunda el ejemplo y las alcaldías colombianas sean consecuentes con el deseo de sus gentes y no se dejen arrastrar por esta demagogia del presidente Petro que poniendo la venda antes que una hipotética e imprevisible herida, quiere poner en práctica una petición que es, además, un insulto a la inteligencia.
Sin duda, volveremos a contemplar la lucha ante los tribunales que los defensores de esta tradición tendrán que poner en práctica, una vez más, como ya hicieron en su momento. La justicia a través del Tribunal Supremo colombiano ya declaró la Fiesta de los Toros una manifestación cultural digna de su práctica y, por lo tanto, de su defensa ante cualquier atropello. Esperemos que no suceda de nuevo.