Trueba no fue el primero: otros artistas a los que España dio la espalda
El director ha sufrido el boicot de un sector del público hacia su último filme. Otros directores y actores vivieron lo mismo.
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La polémica ha vencido al cine. La reina de España se ha estrellado en la taquilla. En su primer fin de semana, en más de 340 cines y con Atresmedia en la promoción, sólo ha conseguido 400.000 euros, lo que supone una media de poco más de 1.100 euros. Un resultado muy bajo y lejos del resultado de otro estreno que llegaba en el mismo número de salas, Aliados, que ha triplicado esa cifra y roza los 1,2 millones de euros. Trueba y su troupe se han visto devorados por la polémica en torno al filme. En las semanas previas se empezó a organizar un boicot en redes sociales que pedía no ir a ver el filme por las declaraciones de su director un año antes, cuando al recoger el Premio Nacional a la Cinematografía declaraba “no haberse sentido español ni cinco minutos”.
Trueba aclaró sus palabras, pero era demasiado tarde. La gente hizo la cruz al director y doce meses después han sacado las armas de nuevo. Él mismo confesaba ayer que “mentiría si dijera que no me afecta”. La polémica no gusta al cine español, que castiga en taquilla a aquellos que se significan políticamente. Las estrellas en el cine español se apagan pronto, y el público pasa de apoyar a sus directores a enterrarles con una facilidad pasmosa.
Lejos queda Hollywood, donde Clint Eastwood puede apoyar abiertamente a Donald Trump y decir que viven “en un país de mariquitas” sin que se le castigue en taquilla. No es la primera vez que una polémica mancha una película y que marca la carrera de un artista español.
Pedro Almodóvar
Almodóvar vivió este año una situación parecida a la de Trueba. La semana antes del estreno de Julieta salió a la luz el nombre del director y de su hermano Agustín en los Papeles de Panamá. Ambos habían tenido una sociedad offshore a principios de los años 90. La gente comenzó a moverse por redes sociales pidiendo que nadie fuera a ver la película y el resultado se hizo notar: 600.000 euros en 183 cines, y una media de 3.500 euros. El peor dato de los últimos títulos de Almodóvar.
Hasta ese momento Almodóvar había sido un seguro de vida en los cines, y hasta títulos menores, como Los amantes pasajeros, fueron capaces de amasar 1,9 millones de euros en su primer fin de semana y más de cinco al finalizar su carrera. No era la primera vez que el manchego se enfrentaba a un intento de boicot. En una masterclass en el Círculo de Bellas Artes recordaba cómo con La mala educación vivió un rechazo por sus declaraciones políticas tras el atentado del 11M.
Almodóvar canceló la premiere, pero en el primer pase que hubo saludó al nuevo presidente del PSOE. “Durante los meses que se hacía la transferencia de poderes o como se llame, tuvimos que cerrar la sede de El deseo porque jóvenes de ultraderechas después de ir a Génova iban allí a hacernos una visita. Estábamos viviendo como en los más violentos años 70”, explicó el director que confesaba que en ese momento se convirtió en la bestia negra de la derecha.
Julio Medem
Julio Medem se convirtió en los años 90 en uno de los directores de culto más respetados del cine español. Poco a poco fue consiguiendo una legión de adeptos que alcanzaron su cima con Los amantes del círculo polar, con la que superó los 750.000 espectadores en las salas. Tres años después, en 2001, superaría su récord con Lucía y el sexo, que pasó de los 1,3 millones de entradas vendidas.
El siguiente paso del director vasco le llevó al centro de la polémica. En 2003 estrenaba el documental La pelota vasca: la piel sobre la piedra, sobre el nacionalismo vasco y la violencia de ETA. El PP se negó a participar por la presencia de Otegi y porque según ellos no se criticaba el nacionalismo vasco. Su presentación tuvo lugar en el Festival de San Sebastián, donde la Asociación de Víctimas del Terrorismo pidieron, sin éxito, que se retirara del certamen. Para ellos la película tenía una equidistancia que no se podía permitir y hasta se manifestaron en la gala de los Goya.
Los asistentes lucieron pegatinas que dejaban clara la postura del cine español: “Medem sí, ETA no”. La película tuvo un éxito sorprendente en salas para tratarse de un documental y alcanzó los 377.000 espectadores. Fue la última vez que triunfó con la gente. Tras el polémico documental sus películas han sido ignoradas por la gente. Caótica Ana, su regreso a la ficción, no llegó a los 250.000 tickets vendidos. Peor le fue a Habitación en Roma, que se quedó en 86.202 espectadores. Parecía que Ma Ma, estrenada el año pasado rompería la mala racha, pero todo lo contrario, a pesar de estar protagonizada por Penélope Cruz fue otro batacazo que sólo llegó a los 140.000 espectadores.
Imanol Uribe
El director vasco ha estado en el centro de la polémica en dos ocasiones. Con El proceso de Burgos, su ópera prima, hubo amenazas de bomba en algunas salas para impedir su exhibición. Su prueba de fuego ante la sociedad fue Días Contados, en la que narraba la relación de amor entre un etarra y una yonqui. La película enamoró a la crítica y ganó la Concha de Oro en San Sebastián y ocho premios Goya, pero muchos se sintieron ofendidos por lo que, en su opinión, era la humanización de un asesino.
El periodista Vicente Verdú llegó a publicar tras la emisión en Canal + de la película que “cualquier otro país curtido en la democracia habría perseguido este filme destinado a enseñar meticulosamente el modo de querer de un terrorista”. El público fue a ver el filme, que con un tema duro y complejo para la época (1994), rozó los 700.000 espectadores.
Fue el último idilio del director vasco con la taquilla. En toda su filmografía cuenta con un par de éxitos medianos (El viaje de Carol y La carta esférica), pero muchos títulos que pasaron sin pena ni gloria. El último, Lejos del mar, también hablaba de un exmiembro de la banda terrorista, pero no repitió resultados y ha sido uno de sus mayores batacazos: sólo 9.723 personas pasaron por las salas.
Juanma Bajo Ulloa
El director vasco comenzó como cineasta de culto gracias a Alas de Mariposa y La madre muerta, pero en 1997 se desató con una comedia gamberra que sigue siendo uno de los mayores éxitos de la historia de nuestro cine, Airbag. 2.195.897 de espectadores disfrutaron del filme y el nombre de Bajo Ulloa se quedó en la mente del público.
El realizador se pensó mucho su siguiente paso y tardó ocho años en estrenar Frágil, alejada completamente de su pelotazo y que pasó desapercibida por taquilla. El año pasado decidió volver con Rey Gitano, un producto del mismo corte que Airbag, con muchos de sus protagonistas y que fue un batacazo: 157.574 entradas vendidas. Desde la productora del filme clamaron por un complot en contra de la irreverente película. Lo llamaron una “insólita campaña de descrédito” y lo calificaron como “linchamiento”. “Existe un boicot por parte de los lobbies de la comunicación, tal como ocurriera con Airbag. Apenas estrenado el film, esta insólita campaña de descrédito logra un nocivo estado de opinión al que es sencillo sumarse. De inmediato surge la polémica entre el público que se hace las evidentes preguntas: ¿Qué tiene el filme que ha provocado este fenómeno? ¿Por qué ninguna película española es objeto de un linchamiento semejante? ¿Por qué las producciones de los grupos mediáticos, por muy precario que sea su nivel artístico, no reciben este trato? ¿A quien molesta la existencia o posible buena marcha de un film semejante?”, se preguntaron en un comunicado emitido a los medios.
Alberto San Juan y Willy Toledo
El punto de inflexión de la mala relación entre el Partido Popular (y muchos de sus votantes) y el cine español se produjo en 2003. España había apoyado la invasión estadounidense de Irak y la gala de los Goya se convirtió en un clamor en su contra. Todos los asistentes portaron una pegatina oponiéndose a la guerra, y los dos presentadores fueron los más vehementes. Al finalizar la ceremonia lucieron sus camisetas con el lema por delante y con un “No más sangre por petróleo”, en la parte de atrás.
Eran los actores de moda gracias a El otro lado de la cama, y desde entonces fueron castigados por un sector de espectadores que acusaron al cine español de politizar los Goya. Hace poco el propio Guillermo Toledo confesaba que debido a sus opiniones políticas y sus declaraciones sin filtro había sido vetado en el cine y la televisión española.
Alberto San Juan, por su parte, no es consciente de haber sido vetado por su militancia política, pero sí cree que desde el año 2000 hay una campaña de ciertos medios en contra del cine español: “hubo una serie de medios de una gran violencia discursiva como Intereconomía, Libertad Digital… o Jiménez Losantos, que incluso después de una gala de los Goya hizo campaña para que nadie fuera a ver una película española”, contaba a este medio.