El recuento electoral del pasado domingo supero todas las expectativas del centroderecha valenciano: 40 escaños y la certeza de que podrá formar gobierno y acabar con ocho años de Botánico. Ni los sondeos más optimistas, que en su mayoría auguraban el cambio, pronosticaron un vuelco tan determinante. Nuevamente un alicantino resultaba el presidente electo, Carlos Mazón.
Finalmente, Ciudadanos y Podemos se quedaron fuera de las Cortes Valencianas por no alcanzar el 5%. ¡Cuánto se habrán tirado de los pelos unos y otros! Sobre todo los de Podemos, que cuando el PSPV-PSOE de Ximo Puig intentó pactar con Ciudadanos una reforma de la ley electoral para bajar del 5 al 3%, se negaron a pactar con "la derecha de Colón" cualquier cosa. Ale, pues ahí tienes el resultado de tu sectarismo.
A partir de esa noche la izquierda comenzó su previsible táctica de denostar un futuro acuerdo entre PP y Vox. Sin ninguna legitimidad, desde mi punto de vista, después de que el PSOE haya pactado con Bildu o con Junts y ERC incluso cambiando el Código Penal para evitar parte de las penas a los condenados del Procés. Consejos vendo que para mí no tengo.
Y llegó el momento en el que el presidente del Gobierno rompió la baraja disolviendo las Cortes y anunciando las elecciones para el 23 de julio. Bastante se ha hablado de las razones estratégicas de Pedro Sánchez durante esta semana para tomar esa decisión. No puedo aportar más de los que se ha publicado.
Pero lo cierto es que ha dado un balón de oxígeno a futuros barones del PP como Mazón, que ante la interrupción del proceso autonómico por el de las generales pueden alargar los plazos ante futuros acuerdos con el partido de Abascal. A partir de ahora no hay ninguna prisa. Que llegue julio y a partir de ahí veremos, un cheque en blanco de cuatro años. Y si gana Feijóo, mejor que mejor.
Lo primero que tendrá que hacer a partir de formar gobierno es auditar todo lo que ha hecho el Botánico. No por sectarismo en este caso, sino porque la deuda de la Comunidad Valenciana se ha multiplicado durante los últimos 8 años. Tanto, que el exconseller de Hacienda, Vicent Soler, registró anualmente más de 1.300 millones de euros con los que no contaba en los Presupuestos autonómicos con una justificación ideológica: la deuda histórica. Y así es imposible cuadrar las cuentas.
Así las cosas comienza una nueva época de innegablemente hay alegría en las filas del centroderecha. Pero tras la alegría inicial vendrá el golpe de realidad. ¿Cuántas facturas hay en los cajones sin pagar? ¿Cuántos chiringuitos se ha montado en estos ocho años con el dinero público valenciano? En breve veremos.