Carlos Francino y Manuela Velasco son Don Juan y Doña Inés. Foto: Luiscar Cuevas

Carlos Francino y Manuela Velasco son Don Juan y Doña Inés. Foto: Luiscar Cuevas

Teatro

Carles Francino y Manuela Velasco resucitan a Don Juan y Doña Inés de Zorrilla

Ignacio García invoca los versos del Tenorio en el Teatro Fernán Gómez por el Día de Todos los Santos, del 31 de octubre al 2 de noviembre. 

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Como marca la tradición, desde 1844 no hay ni un solo Día de Todos los Santos en que no se abra el telón de algún escenario español para representar Don Juan Tenorio. 180 años después, los espectros de José Zorrilla siguen sin saltarse esta cita a la que este año se sumará el Teatro Fernán Gómez con un montaje de tres únicos días: 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre.

Como uno más de sus fantasmas, fue el mismo escitor el que, de alguna manera, ideó esta costumbre. "Zorrilla decidió reestrenarla con ocasión del Día de las Ánimas porque entiendía que la obra hablaba también de la tradición de acudir al cementerio, de la convivencia entre los vivos y los muertos", comparte con El Cultural Ignacio García (Madrid, 1977), encargado de dirigir esta nueva invocación a Don Juan y Doña Inés.

La idea, que caló también en México donde el dramaturgo pasó más de diez años de su vida, resultó un gran éxito. “Todos los grandes actores y actrices han hecho el Tenorio alguna vez. Es una genialidad que activa todos los mecanismos de conexión con el público en una especie de homenaje a la pasión hispánica, al deseo, a la capacidad de saltarse las normas y el fundamentalismo religioso”.

Sin complejos, García propone aquí una visión actual del mito. “Hay que cuestionar al monstruo indómito y atroz que aparece en los primeros actos y comprender que es aberrante todo lo que hace. Un tipo que se jacta públicamente de matar y violar es un monstruo social. Es indefendible. Y hay que contarlo con toda la crudeza, aunque al mismo tiempo la obra plantea dilemas muy contemporáneos como el tema de la redención”.

Porque no solo la sociedad le impide cambiar. “Don Juan es un personaje que se siente traicionado por la religión. Lo que le han contado del perdón y del propósito de enmienda no le sirve porque la sociedad no le permite ser la oveja que vuelve al redil, ni el hijo pródigo que vuelve a casa y se le perdona”.

"Don Juan no es una historia sobre el amor pasional como nos han vendido. Es una reflexión profunda sobre nuestra posibilidad real de cambiar". Ignacio García

Al frente de este Don Juan (Carles Francino) monstruoso, el personaje de Doña Inés –Manuela Velasco toma aquí el testigo de su tía, Concha–, crece inexorablemente. “Toda la segunda parte es una especie de lucha titánica de Doña Inés por salvar el alma de TenorioElla es la única que cree en esa conversión y decide apostar su propia existencia. Hay una manera extrañamente hermosa de contarlo, y es que ambos viven una transformación. No es una historia sobre el amor pasional como nos han vendido muchas veces. Es una reflexión mucho más profunda y metafísica sobre la posibilidad de un ser humano de cambiar”.

Con un reparto formado, además de Velasco y Francino, por otros intérpretes como Mario Gas –sobrino de Mario Cabré, uno de los grandes donjuanes de nuestro teatro–, Pepe ViyuelaJoaquín Notario, Diana Palazón, Vicky Peña o María José Alfonso, el Don Juan que propone García será más bien una semiescenificación.

“No es una puesta en escena, es una dramatización bien aderezada, pero los actores van a leer. Habrá movimiento, luz y música en directo –con el arpa de Sara Águeda, la voz de Elena Aranoa y la Escolanía del Escorial–”.

Sobre el escenario, lo que no podían faltar son las mesas de la hostería y el diván. Habrá también algunos pequeños cambios en el texto. “Hemos peinado algunas reiteraciones, para que no dure más de dos horas, y he modificado ligeramente alguna cosa. Pero el que vaya a ver el Tenorio con ganas de escuchar los versos de siempre los va a escuchar”, promete García.

"Lo que vamos a hacer es lo que consideramos la mejor versión posible de cómo suenan las palabras de Zorrilla, y cómo se escuchan, para que el espectador pueda cerrar los ojos y escuchar esos versos que han pasado por todos los grandes actores”.  Y, así, continuar con la tradición de invocarlos.