2 o 3 semanas. Ese es el tiempo que se suele recomendar para cambiar las esponjas de la cocina. Pero, por lo general, todo el mundo trata de alargar la vida útil de este utensilio, recurriendo a métodos como el remojo en lejía o metiéndola en la lavadora. La realidad es que la mayoría de los consumidores suele sustituir la esponja cuando ya no da más de sí. Más o menos tras haberla usado durante dos o tres meses.
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Diversos estudios corroboran que este artículo de limpieza es el caldo de cultivo perfecto para las bacterias. Una de las características que favorecen la proliferación de microorganismos es su estructura porosa. "Quizá por eso es algo muy sucio: la estructura de una esponja es el hogar perfecto para los microbios", señaló Lingchong You, uno de los autores de un estudio, publicado en la revista Nature Chemical Biology, que monitorizó la presencia de bacterias en las esponjas.
"Apenas hay superficies estériles en casa, pero la esponja de cocina es probablemente el elemento más densamente poblado del hogar", afirmó Markus Egert, microbiólogo de la Universidad de Furtwangen (Alemania) y coautor del mismo estudio a Science News. Por eso, añade, “no son realmente adecuadas para la higiene de la cocina".
Más de 300 tipos de bacterias
¿Cuántas bacterias se esconden entre las paredes de los diminutos agujeros de una esponja? Para responder a esto, lo más fácil sería ponerla bajo el microscopio. Esto fue lo que hizo un equipo de investigadores. Algunas pruebas descubrieron una cantidad preocupante de bacterias distintas en algunas de las 14 esponjas analizadas, con una densidad de hasta 45.000 millones por centímetro cuadrado.
El científico que dirigió el estudio, Markus Egert, microbiólogo de la Universidad de Furtwangen (Alemania) detalló, en declaraciones recogidas por la National Public Radio (NPR), que "encontramos 362 especies distintas de bacterias y, localmente, la densidad de bacterias alcanzó hasta 45.000 millones por centímetro cuadrado".
En el estudio, publicado en 2017 en la revista Scientific Reports, los autores también sometieron a examen una serie de esponjas recién compradas. Y concluyeron que “no se pudo detectar ninguna bacteria en una colección de esponjas de cocina recién compradas, es decir, sin usar”. Y también sugirieron que la limpieza regular de las esponjas conduce a una mayor abundancia de patógenos oportunistas.
"Cuando la gente en casa trata de limpiar sus esponjas, lo hacen peor", dijo Egert a The New York Times. E insistió en que si no se puede limpiar perfectamente, es recomendable sustituirlo por uno nuevo cada semana. Y, bromeó, “sobre todo si empieza a moverse”.
El truco del microondas
Los trucos virales de limpieza están a la orden día. Pero algunos son más efectivos que otros. Por desgracia, si los que buscamos es reducir la frecuencia con la que cambiamos la esponja, es difícil encontrar la solución definitiva. Lo mejor, como recomiendan científicos y asociaciones de consumidores, siempre será sustituirla.
Uno de los procedimientos de desinfección de esponjas y el segundo al que más se recurre —según la OCU— es el famoso truco del microondas. En un artículo publicado por la Universidad Estatal de Míchigan se caracterizaba este método como uno de los más efectivos.
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Y se aseguraba que, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), "calentar las esponjas en el microondas mata el 99,99999% de las bacterias presentes en ellas, mientras que lavarlas en el lavavajillas mata el 99,9998% de las bacterias".
Pero, ¿en qué consiste el truco del microondas? Pues se basa, simplemente, humedecer muy bien la esponja y meterla durante uno o dos minutos en el pequeño electrodoméstico.
Otros métodos de desinfección que han demostrado ser eficaces para desinfectar superficialmente las esponjas son: usar el lavavajillas, ponerlas en remojo en lejía, emplear o bicarbonato sódico y vinagre. Estos métodos de desinfección, según diversos estudios, eliminarían bacterias hasta en un 60 por ciento, mientras que las bacterias restantes se harían más fuertes.
Hay un utensilio alternativo a las esponjas: los cepillos. Investigadores en Noruega compararon estos dos instrumentos de limpieza de las vajillas y descubrieron que los cepillos acumulan una menor cantidad de patógenos. "La salmonela y otras bacterias crecen y sobreviven mejor en las esponjas que en los cepillos, la razón es que las esponjas de uso diario nunca se secan", declararon a la CNN.
Para minimizar la presencia de bacterias y otros patógenos en los utensilios de cocina, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recomienda:
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Eliminar los restos de comida después de cada uso. Las bacterias son seres vivos y necesitan nutrientes, así que mejor no darles facilidades para que crezcan.
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Aclarar, escurrir y dejar secar después de cada uso. Si quieres puedes añadir unas gotas de lejía como método desinfectante adicional. Ponlos a remojo en agua con lejía diluida al 10% durante al menos 5 minutos. Es importante dejar la bayeta extendida para evitar que se acumule la humedad.
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Renovar frecuentemente tus estropajos y bayetas, cuanto más desgastados estén, más propensos serán a acumular bacterias.
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Utiliza una bayeta para cada zona, es decir, una bayeta para el baño, otra para la cocina y guárdalos en sitios distintos.