¿Alguna vez has tenido un compañero de trabajo que te colmara de elogios, un amigo que siempre se pusiera de tu parte o una pareja para la que ninguna de tus acciones era mala? Ni delatores, calumniadores, ni tampoco impostores. Este tipo de personas tiene un nombre: sicofante. No son personas que se preocupan por lo que pueda estar sucediendo ni por una mejora colectiva, sino que se esfuerzan por adular a los demás para obtener, al final del día, algún beneficio.
A todo el mundo le gusta que le halaguen o aplaudan sus decisiones. Y es probable que en la mayoría de casos la persona lo haga de buena fe. Pero no todos los cumplidos son inofensivos. Los sicofantes o chupamedias están en todas partes y ellos se asegurarán de que ninguna decisión quede sin apreciación y nunca ofrecerán críticas constructivas. Hay algunos que incluso se atreverán a dar malos consejos a los líderes para ponerles en mal lugar ante sus subordinados.
Su presencia en las organizaciones o en el trabajo puede condenar a los decisores de una empresa a cometer los mismos errores una y otra vez. Por eso, es importante identificar lo antes posible a estos aduladores natos. Lo más característico en un sicofante es su capacidad de congraciación.
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En un artículo para Psychology Today, los profesores Deborah y Mark Parker hacen referencia varias clases de sicofantes, citadas de Ingratiation, a Social Psychological Analysis (1962), una obra de Edward Jones. En el libro, Jones identifica tres tipos de congraciación: “La mejora de los demás (es decir, el clásico adulador), la conformidad de opinión (el hombre que dice sí) y la autopresentación (el autopromotor)".
En otro artículo para el mismo medio, los Parker caracterizan al sicofante como una persona que “imita tus gustos y opiniones, a menudo compartiéndolos con entusiasmo”. Y, en los extremos más absurdos, puede llegar a “copiar tu aspecto, tu decoración, tu forma de vestir y tus gestos”. Además, también tiende a promocionarse excesivamente, halagar incansablemente, abusa de los que están por debajo de él y solo se atreve a expresar leves discrepancias para demostrar que tiene un criterio independiente.
La prueba del sicofante
Para identificar al sicofante y tomar las medidas pertinentes lo antes posible, Dehorah y Mark Parker recomiendan expresar una opinión o preferencia por algo y luego cambiarla completamente. Así podrás comprobar si el presunto sicofante hace lo mismo. De la misma forma, se puede expresar una opinión escandalosa o disparatada: un amigo o buen compañero te intentará disuadir, mientras que el sicofante alentará y secundará lo que has expresado.
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Otra forma de identificarlos es prestar atención a sus comportamientos. Tal como explica el terapeuta Adam Eason, hay 6 características propias de un sicofante:
- No suelen respetar el tiempo de los demás
- Rara vez escuchan
- Suelen ser incompetentes
- No saben decir que “no”
- Tienden a pensar en su propia ventaja
- Negocian en beneficio propio
Un oficio con beneficio
“Impostor, calumniador”. Así es cómo está definida esta palabra en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (RAE). Aunque esta acepción se asemeja mucho a lo que se entiende hoy por sicofante, no termina de encajar con la definición real. Se ajusta más al significado original de la palabra, que se remonta a la antigua Atenas. Un sicofanta era un calumniador o denunciante profesional, una persona que cobraba por desprestigiar a otras personas.
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“Los sicofantes eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse envueltas en una denuncia falsa”, explica Miguel Sánchez Ibáñez, lingüista y traductor en su pódcast Grieguerías.
Y aclara que este oficio “estaba a la orden del día”, hasta tal punto que el mismísimo Sócrates “recomendaba contratar matones para deshacerse de ellos”. Para fortuna del filósofo griego, los sicofantes fueron su perdición: fueron ellos los que le acusaron de no creer en los dioses del Olimpo, una incriminación que lo condenó a la muerte mediante la ingestión de cicuta.
‘Exhibidores de higos’
Si se presta atención a la etimología de la palabra sicofante, se traduciría del griego como 'exhibidor de higos'. La palabra sykon o 'higo' se utilizaba en la antigüedad para referirse al órgano genital femenino. Asimismo, se empleaba para designar el gesto indecente de ponerse el pulgar en la boca. Higos y gestos. Estos son, según Sánchez Ibáñez, dos de las hipótesis que dan origen a esta palabra.
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La primera defiende que sicofante era en origen el nombre de los delatores que descubrían a los exportadores de higos ilegales del Ática. Y en cuanto a la otra hipótesis, el gesto del higo se solía hacer para indicar la culpabilidad de un delincuente o para desprestigiar a un adversario. Así, en ambos casos se mostraba o delataba a alguien, lo que explicaría la segunda parte de la palabra, phantes, que se traduce como 'el que muestra'.