¿Estás hasta las narices de algún compañero de trabajo? Tal vez pases de él, le ignores y cada uno por su lado, todos contentos, correctos. Pero probablemente esto no sea lo deseable para ti ni para el equipo. Esa (falsa) armonía de cara a los demás puede hacer mella en tu salud mental y pasarte factura con el tiempo. En vez de estar en silencio y aguantar por no crear un conflicto o un mal rollo, ¿te has planteado conversar con él para terminar con esa situación o, al menos, intentarlo?
Si ese entorno hostil te incomoda, no te calles, recomienda Amparo Calandín, psicóloga general sanitaria: “Hay que posicionarse porque si no ese malestar puede llegar a generar ansiedad, estrés o incluso depresión. O, simplemente, no tener ganas de ir a trabajar. Esas emociones se acumulan y pueden dar lugar a problemas graves que repercuten directamente en ti”. Si no abordas el problema y no lo hablas con el compañero tóxico, ese comportamiento continuará.
¿Y cómo dirigirte a alguien sin que se lo tome mal? Tirando de comunicación asertiva. “Si te callas, te puede estar haciendo daño a ti. Por eso, intenta, lo más amablemente posible, decir lo que tú también necesitas. Asertividad significa decir lo que pienso, quiero, siento o necesito de la mejor manera posible, intentando no agredir a los demás, con respeto”, explica. Aunque también debes tener claro que las personalidades difíciles a veces no se pueden cambiar y tendrás que amoldarte a esas personas lo máximo posible. Al final, “tú puedes ser asertivo pero el otro es el que tiene el control de cambiarlo o no”.
Como estrategia de salud mental, Calandín considera necesario aprender a relacionarte con ellos, a mantener esas distancias emocionales para que no te afecte. “Cuando sufrimos emocionalmente es porque juzgamos el comportamiento de los demás o esperamos que los demás hagan las cosas de forma diferente o como nosotros las haríamos. Entonces como esto no está bajo nuestro control, eso nos genera malestar”.
La psicóloga desaconseja aislarse en una burbuja y relacionarse solo con otros compañeros afines. “En principio, no es la mejor opción y ser pasivo tampoco porque socava la autoestima. Siempre es mejor aprender a gestionarlo. En la primera interacción ya sabes si el compañero nocivo presenta cierta predisposición a llevarse bien contigo”.
Calandín distingue siete tipos “agentes tóxicos” muy habituales que contaminan las empresas y da algunas indicaciones para saber cómo proceder e intentar combatirlos.
El protagonista
Persona muy competitiva, que siempre quiere destacar, que no tiene escrúpulos y que no empatiza con el resto de sus compañeros. Su punto de vista o su escalada en la empresa es lo más importante para él. El compañerismo no es su cualidad más destacable, prefiere quedar mejor ante el jefe. Un ejemplo de cómo se comporta sería hablar en singular, con expresiones como “he conseguido esto” o “gracias a mí hemos...”.
Cómo actuar: pararle los pies dando tu punto de vista, “porque si esta persona se topa con una persona pasiva o con menos habilidades sociales es muy probable que emocionalmente la destroce”, advierte Calandín. La psicóloga señala que hay que saber exponer que eso no es así, ser firme con los logros para que no los pisotee o los tergiverse de alguna manera. En el caso de que se apropie del éxito, habría que decirle algo así como “entiendo que te quieras dar protagonismo o que estés contento con lo conseguido, pero la realidad es que lo hemos logrado entre todos” o “yo también he participado en esto”.
El chismoso
El típico compañero al que le gustan mucho los cotilleos, criticar a los demás, enterarse de cosas y difundir los chismes, reales o no y principalmente relacionados con el entorno laboral. “Me he enterado de esto de los jefes” o “¿sabes qué fulanito no viene porque...?” podrían ser algunos ejemplos. “Esto a mucha gente le desequilibra porque no le interesa o le hace perder tiempo o desviarse de su objetivo o alargar el tiempo de estar en el trabajo”, señala la psicóloga. Y cuidado porque al no respetar la privacidad de los demás, cualquier comentario o confesión que le hagas, puede expandirse como el Universo y es muy probable que acabe sabiéndolo toda la empresa (con suerte sin haberlo exagerado). Por ese afán “divulgativo” tal vez te fría a preguntas.
Cómo actuar: ante todo ponerle las cosas claras y decirle que ese contenido o información no te interesa y que prefieres hablar de otras cosas que no atañan a los demás. “Entiendo que te guste hablar de otras cosas ajenas al trabajo, pero a mí esa información no me aporta mucho. Prefiero que hablemos de otras cosas”. No le des pie a preguntas y si habla de algo que no te gusta, dile que no tienes ninguna opinión sobre el tema. Si te enteras de que ha contado algo sobre ti, hazle saber que te ha molestado. Dile que respetas que le guste cotillear, que no juzgas si lo hace con otras personas, pero que a ti no te interesa.
El sabelotodo
Cree que su criterio es el mejor, que sabe más que el resto, que es el que mejor trabaja, el que más conocimientos aporta. Presume de ello ante los demás e infravalora al resto de los compañeros, los deja como si fueran tontos o peores que él. Necesita que su opinión esté por encima. A veces se crea su propia realidad y cree que siempre lleva razón (y objetivamente no es así).
Cómo actuar: rebate lo que no sea cierto y da tu punto de vista porque es igual de importante que el de los demás. Él tiene derecho a decir lo que piensa y lo que siente, pero tú también. “Tienes razón en eso, pero esto que yo pienso también tiene sentido o también puede contar”. Trata de informarte bien y, desde la objetividad, expón esa información para dejar ver que su opinión es parcialmente correcta.
El explosivo
Persona con déficit de habilidades sociales, dice las cosas de forma agresiva o violenta. Cuando no está de acuerdo con algo se enfada y lo transmite de una forma demasiado brusca o escandalosa. Habla a sus compañeros de forma déspota, desde la agresividad, gritando, llevando la contraria. Claramente no sabe controlar o gestionar sus emociones y esto le lleva a arremeter contra otros y a provocar confrontaciones en el equipo.
Cómo actuar: lucha por el respeto y por la manera en que te trata poniendo límites como “esto te enfada, y lo puedo llegar a entender, pero la forma que tienes de decírmelo no me gusta. Me gustaría que la próxima vez me lo dijeras de otra manera”. Si esto no funciona y vuelve a las andadas, debes poner límites y mucha más distancia (no hablarle o limitar la relación únicamente al trabajo).
El negativo
Todo lo ve mal, siempre habla de cosas negativas. Cualquier cosa que le mandan le parece fatal y no mira la parte positiva de las cosas. Se focaliza en lo malo y no percibe nada en la empresa como bueno, ni tampoco aporta soluciones. La psicóloga explica que cuando son compañeros cercanos desgastan mucho porque su diálogo interno es siempre muy fatalista y esa negatividad constante quita energía.
Cómo actuar: de forma parecida al chismoso. Diciendo “yo sé que hay cosas que no funcionan bien o a mí esto tampoco me gusta, pero es que muchas veces estamos hablando de las cosas negativas, podríamos intentar ver lo positivo y focalizarnos en lo general, no en algo concreto negativo”. Intenta dirigir la conversación para centrarla en lo positivo, sin dejarle entrar en la negatividad y ayudándole a cambiar su perspectiva. Pídele que describa bien el problema que ve y que aporte una solución. Si con el diálogo no cambia de actitud, trata de limitar la relación a momentos puntuales.
El víctima
Siempre está contando sus dramas, pensando que todo lo malo le pasa a él, ya no solo en el trabajo, sino también en el ámbito personal. Habla constantemente de penas, de lo mal que le van las cosas. Calandín apunta que es parecido al negativo, pero este es más a nivel emocional. Intenta dar pena, que le hagan caso, sentirse un poco protagonista mediante lo negativo. Se lamenta, se siente frustrado y lo expresa diciendo frases como “es que tú eres mejor que yo”. Se queja continuamente, por ejemplo, de sus obligaciones laborales: intenta llamar la atención de los demás para que quede claro que se le está tratando de manera injusta (vamos, para que conste que trabaja más que nadie).
Cómo actuar: intenta frenarlo con palabras del tipo “entiendo que esto no te ha salido bien o que el problema que tienes con tu mujer es duro o que lo estás pasando mal, pero si en el trabajo seguimos hablando de esto vas a seguir sufriendo. Qué te parece si en vez de eso hablamos de otras cosas más divertidas”. Debes ponerle límites y no reforzar el drama porque si no actúas así, “te contaminas emocionalmente y a ellos les retroalimentas que sigan haciéndolo. Que sepan que generan malestar en los demás. Si te callas, generas malestar para ti. Entonces hay que llegar a un punto medio y decirle que lo estás haciendo por su bien”, comenta Calandín. Trata de demostrarle que realmente no es ninguna víctima.
El manipulador
El que intenta manejarte, el que quiere que la gente vaya a su son. Va de líder y mandón. Quiere conseguir sus objetivos e intenta manipularte siendo deshonesto o falso para destacar y liderar. Despliega sus encantos para influenciarte y que hagas las cosas a su manera. Te hará sentirte especial de alguna manera para que te pongas de su lado, aunque luego te desafiará y te llevará la contraria (en tu cara o por detrás).
Cómo actuar: si te sientes manipulado, trata de exponer tu opinión para que también se tenga en cuenta. No cedas si no estás de acuerdo con lo que dice o hace y procura siempre llegar a un término medio. Porque en un trabajo es importante que todos formen parte del grupo, no solamente uno, sostiene la psicóloga. “Tu opinión no puede ser el cien por cien, pero tampoco puede ser la mía. ¿Qué te parece si lo hacemos así?”.
Si después de dialogar con tu compañero, la situación se hace insostenible, recurre a tu jefe (¿y si él es el tóxico?) y al resto del equipo para exponer el tema y tomar medidas o establecer algunas normas de comportamiento con las que probar para conseguir trabajar en paz. Calandín aclara que es probable que los empleados perjudiciales no siempre se comporten así, solo en ocasiones, o que lo hagan únicamente con determinadas personas y no con todas. En cualquier caso, está claro que puedes encontrar muchos más estereotipos, como el holgazán, el trepa, el impuntual... O tal vez en tu empresa no habite ningún espécimen nocivo, aunque sería raro. ¿Quizás el dañino eres tú?