Corremos el riesgo de parecer un disco rayado, pero tenemos que decirlo, esta semana hemos vuelto a asistir al mejor episodio de La casa del dragón. La serie se prepara ya para el final de temporada y todas las semillas que se han plantado desde el primer episodio, y los saltos temporales que han cubierto casi dos décadas de historia y conflictos personales ha dado sus frutos.
En este octavo episodio, como en el anterior, todos los personajes (con nuevos actores interpretando a los hijos de Rhaenyra y Alicent) vuelven a coincidir en la misma localización, con Rhaenyra esperando su tercer hijo con Daemon y los pequeños Aegon y Viserys acompañando a sus hermanos mayores, Jace y Luke. El objetivo inicial es elegir al sucesor del trono de Marcaderiva, pero la audiencia que es, sin duda, memorable, no era lo mejor que nos tenía reservado este capítulo, pues culmina con una última cena y una profecía malentendida.
El ya difunto rey es el gran protagonista de El señor de las mareas, y se marcha del mundo terrenal fiel a sí mismo: intentando mantener la paz y la familia unida, pero cometiendo errores que ponen en marcha una guerra inminente y el destino de la Casa Targaryen y Poniente. Paddy Considine ha dejado una interpretación para el recuerdo.
['La casa del dragón' 1x07, dragones robados, bodas de sangre y un giro final sorprendente]
"Diría que me siento en casa, pero está irreconocible"
Viserys ya no es ni la sombra de lo que fue y tampoco la Fortaleza Roja. En ausencia del rey, postrado en cama y absolutamente deteriorado por su agresiva enfermedad, Alicent y la Mano del Rey (su padre) han tomado el mando como "representantes de la sabiduría del rey".
La reina consorte ocupa el asiento del rey en las reuniones del consejo. Entregada a la Fe de los Siete, lleva un colgante de la estrella de las siete puntas y ha redecorado los espacios con símbolos de los Siete, en remplazo de los escudos Targaryen y los tapices eróticos que antes adornaban sus aposentos.
Tal como le dice a Daemon cuando la confronta por este asunto: "los símbolos de los Siete le sirven de guía y le recuerdan que hay una autoridad superior". Una fe que siempre había profesado, tal como vimos en la escena en el septo con Rhaenyra cuando eran jóvenes, pero a la que definitivamente se ha aferrado con más fuerza en los últimos años.
"Por las molestias"
Viendo el adulto en el que se ha convertido su primogénito, no sorprende que Alicent haya buscado refugio en la religión. La escena entre Alicent y Dyana, una de las criadas de la corte, después de haber sido violada por el príncipe, nos muestra una faceta de Alicent comprensiva y empática con la joven, a la que consuela, le recuerda que no ha sido su culpa y, para su sorpresa, le afirma que le cree.
También el lado más político de la reina, que con la bolsa de dinero -como si fuera un contrato de confidencialidad-,y el té del día después (la doncella que se lo entrega es informante de Mysaria), ya tiene un protocolo activado para estas situaciones, sugiriendo que no es la primera vez que debe enfrentarse a una situación como esta.
Es una escena que se siente contemporánea con la era pos MeToo, muy similar a la que protagonizó Shiv Roy en la segunda temporada de Succession. Tal como dijeron los showrunners de la serie, la violencia sexual contra las mujeres existe en La casa del dragón, pero a diferencia de Juego de tronos, eligen no mostrarla en pantalla, sin que esto afecte a la historia, porque su omisión no hace menos efectiva la escena ni el trauma de Dyana.
Cuando Alicent confronta a Aegon, el joven príncipe no demuestra ningún signo de arrepentimiento, por el contrario, se hace la víctima, porque él nunca ha pedido ser el heredero. Momento que sirve para que descubramos que la unión entre él y su hermana Helaena se hizo oficial en algún momento de estos seis años. "No es tan malo, la mayoría del tiempo te ignoran, salvo cuando se emborrachan", dice con un subtexto muy siniestro la princesa en una escena posterior haciendo referencia a su matrimonio.
"Sus hijos son ¡bastardos!... y ella es una zorra"
La audiencia para elegir el sucesor de Serpiente Marina, el nuevo Señor de las mareas, es como dice Rhaenyra, una farsa. La decisión estaba en manos de Alicent y la Mano del Rey, y tal como se sugirió en la reunión previa con Vaemond Velaryon, era un mero trámite, porque su oferta: "el próximo Señor de las mareas estará en deuda con usted, su alteza, al igual que Marcaderiva en todo su poder" no iba a pasar desapercibida para Otto Hightower.
Rhaneyra también había intentado hacer un pacto con Rhaenys, aunque su propuesta "generosa o desesperada" había sido rechazada de pleno, con cierta crueldad por parte de la prima de su padre y madre de Laenor, que sigue considerándola responsable de su muerte.
Pero para sorpresa de todos, principalmente de Otto que se sentía demasiado cómodo en el trono de hierro, Viserys decidió responder a la súplica de su hija y presentarse para defender su honor y el de sus nietos. Cada paso de su larga caminata fue potente testimonio de su fuerza de voluntad. Era inútil disimular su dolor, pero quería llegar al trono con dignidad y sin ayuda; solo aceptó la de su hermano Daemon, que recogió su corona del suelo y volvió a ponérsela sobre la cabeza.
Daemon también sirvió como ejecutor de los deseos del rey (y el suyo propio) ante la ofensa de Vaemond, que decidió morir diciendo su verdad sobre los hijos de Rhaenyra, cuando Rhaenys nombró sucesor a Lucerys. Lo hizo en un gesto rápido e inesperado que, a pesar de lo gore (o precisamente por ello) aligeró la tensión de la situación (si nos abstraemos de las implicaciones raciales del mundo real), en uno de los momentos de la temporada que seguramente recordarán los fans de la serie.
La última cena
Viserys solo quería celebrar con su familia aprovechando que estaban todos reunidos en su casa y consciente de que sería la última vez que los vería. Apostando también por la reconciliación y sin perder la esperanza en una unión que garantizara más años de paz en el reino después de su muerte.
"Quiero que todos me veáis como soy. No como rey, sino como padre, hermano, marido y abuelo, porque sé que no estaré mucho más entre vosotros. Os ruego que no alberguéis más rencor entre vosotros, olvidad vuestras diferencias. Si no lo hacéis por la corona, hacedlo por este anciano, que os quiere a todos profundamente"
Este gesto y la devoción con la que Alicent trata a su padre, calaron en Rhaenyra, que con las sinceras y conmovedoras palabras que dirigió a la reina, dio inicio a una ronda de brindis reconciliatorios. Aunque la tensión entre los más jóvenes de la familia nunca dejó de bullir hasta que posteriormente explotó, el ambiente distendido, las sonrisas y la forma en la que Jace se comporta, le hicieron creer a Viserys que la decisión que había tomado era la correcta, que la familia estaba unida y podía morir en paz.
A pesar de que cuando se marchó Viserys, Aemond no se pudo contener más y enunció un ofensivo brindis contra sus sobrinos, ni siquiera eso pudo ensombrecer la esperanza de una nueva relación entre Alicent y Rhaenyra como aliadas. Pero sabíamos que eso no podía durar porque su destino ya está escrito.
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"Eres tú. Tú eres la elegida, debes hacerlo"
Antes de morir y bajo los efectos de la leche de amapola, Viserys confundió a Alicent con Rhaenyra y respondió a la pregunta que su hija le había hecho la lluviosa noche anterior. En su último aliento, el rey dio que creía que la Canción de hielo y fuego, el sueño de Aegon, era cierta. Que era ella quien debía unir al reino contra el frío y las tinieblas.
Pero Alicent entendió lo único que se podía entender de las confusas palabras de su agonizante esposo: que el príncipe Aegon era el elegido. "De acuerdo, mi rey", dijo, dispuesta a hacer cumplir su último deseo.
Promo del episodio 9
'La casa del dragón' está disponible en HBO Max.