No debe ser fácil ser la hija de dos iconos como Serge Gainsbourg y Jane Birkin. La actriz y cantante Charlotte Gainsbourg nunca ha huido de sus orígenes, pero con los 50 ya cumplidos la franco-británica siempre ha preferido dejar el legado de su familia de lado y que sus canciones y sus interpretaciones hablen por ella. Tras treinta años al otro lado de la cámara, la musa de Lars von Trier se pasa a la dirección con una película con la que por fin se siente preparada para hablar de su familia. Jane por Charlotte llega mañana a Filmin tras pasar por los cines y los festivales de Cannes y San Sebastián.
A lo largo de 90 minutos, los espectadores más mitómanos tienen acceso a la fascinante dinámica entre dos madres y artistas irrepetibles. A pesar de unas dudas iniciales que llevaron a Charlotte Gainsbourg a paralizar el proyecto durante dos años, la eterna Jane Birkin se abre en canal ante la cámara con su hija como compañera de viaje. El pudor que siempre ha caracterizado la relación entre las dos y las secuelas de la muerte de su hermana e hija (Kate Barry, fallecida en 2013) son dos de los temas de un documental que nos deja entrar en el corazón de la realeza de la cultura pop francesa.
Nunca ha querido hablar demasiado de sus padres. ¿Por qué siente que ahora era el momento adecuado para hacer un documental sobre su madre o convertir la casa de su padre en un museo?
He vivido muchos años en Nueva York, así que eso me ha permitido tomar mucha distancia con Francia. He disfrutado de ser una persona anónima en Estados Unidos, pero la realidad es que ya me planteé convertirla en museo hace 31 años. Creo que si no ha pasado hasta ahora es porque tenía una afinidad demasiado grande con la casa de mi padre. No quería soltarla. Al estar en Nueva York, he podido darme cuenta de que tenía dos opciones: o la vendo y hago otra cosa, o se convierte en un museo. Me obligué a hacerlo, porque no podía seguir así con la casa.
Esa misma distancia me ha hecho estar lejos de mi madre. Tenía muchas ganas de encontrar una excusa para mirarla, acercarme a ella y pasar tiempo juntas. Así surgió la idea de hacer un documental sobre ella. Al principio se lo tomó fatal. Los principios fueron muy complicados. El mismo año que se ha estrenado la película ha sido cuando he vuelto a Francia y se ha abierto el museo de mi padre. En realidad todo ha pasado a la vez, pero ha sido por casualidad. Quizás debería sentarme con un terapeuta para que me ayudara a entender por qué ha pasado todo de golpe (ríe). Ha sido una feliz casualidad que me ha dejado tomar conciencia de muchas cosas. También tengo una edad que quizás ha hecho que ya no necesite que todo sea sobre mí. Me siento más generosa con mis padres y sobre mis padres.
En el documental habla de cómo desde el principio sabía qué tipo de película quería hacer. ¿Cómo fue encontrar la aproximación que quería tener sobre la figura de su madre?
La verdad es que, aunque en el documental le estoy diciendo a ella que tenía claro lo que quería hacer con la película, no tenía ni idea. Creo que en cierta forma lo decía para reconfortarme. He oído a mucha gente que hace documentales que cuanto más rueda más se da cuenta de lo que está haciendo en realidad. Los principios fueron caóticos. Creo que entré de una forma demasiado bruta con mi madre. Ella se retrajo de primeras. Me pidió que parara y aparqué durante dos años la idea de hacer la película.
Cuando ella quiso volver a empezar entendí que tenía que ir suavemente. Decidí ser más dulce en mi aproximación. La cámara ha ayudado a que nos acerquemos. Decidimos empezar en Nueva York, donde compartimos una canción en el escenario. Todo eso era un terreno desconocido para nosotras. Después la película tomó cuerpo en Bretaña y París, y con todo lo relacionado con la casa de mi padre. Fue ahí precisamente cuando entendí la película que estaba haciendo. Creo que llegué a ese punto muy tarde.
En Bretaña me di cuenta de que estaba utilizando a mi hija para rodar a mi madre. En el montaje luego vi las imágenes y me di cuenta de que en realidad estaba haciendo un relato de tres generaciones. Todo pasó a tener sentido. Quería hablar de mi hija Alice, que es la segunda. Yo era la segunda y mi madre también era la segunda de la familia. Tenía muchas preguntas en mente y mi madre me ha ayudado mucho a encontrar la película.
Es muy potente cuando la película aborda la muerte de Kate. ¿Hacer esta película ha sido una forma de hacer terapia con tu madre sobre un evento traumático que ha marcado la vida de las dos?
Yo me mudé a Nueva York por la muerte de mi hermana. Decidí alejarme de todo lo que tenía que ver con Kate, con mi madre y con mi hermana pequeña, Lou. A mi madre le resultó difícil aceptar esa distancia. La verdad es que no tenía sentido hacer un documental sobre mi madre y que no habláramos de Kate. Del luto, de la ausencia que habíamos sufrido y el dolor que las dos sentíamos.
Cuando volví a Francia yo pasé una gran depresión. Mi madre me ha ayudado muchísimo. En teoría lo hacía por la película, pero la realidad es que estaba ahí para apoyarme. Yo sentía que no podía estar ni de pie. Ella me ayudaba a sujetarme y todo. Mi madre se abrió a todas las preguntas que tenía. El filtro que yo podía tener antes desapareció. No me preguntaba si era demasiado pudoroso hablar de ciertos temas. Lo hacíamos y punto. Nos hemos acercado mucho.
Hay un momento durante el montaje en el que sentí que me había pasado, cuando veo la escena en la que proyecto las imágenes de mi hermana y me doy cuenta de que mi madre no lo puede soportar. Sentí que lo había alargado demasiado tiempo, como si hubiera estado aprovechándome de ella. Yo quería ver cómo reaccionaba. Tuve dudas sobre mantenerlo en la película, y al final se ha quedado. Ese fue mi mayor dilema sobre el pudor a la hora de enfrentarme al documental.
Precisamente del pudor habla al principio de Jane por Charlotte. Cuentas en la película cómo vuestra relación siempre ha estado marcada por ese pudor. ¿Ha cambiado esa dinámica después de hacer juntas este documental?
La verdad es que no. Todavía tenemos nuestros secretos. No sé por qué, pero hemos retomado nuestra forma de relacionarnos. Hemos vuelto a nuestros puntos de partida. Hacer esta película me ha permitido alcanzar una complicidad increíble con ella y crear un momento mágico entre las dos. Ella lo sabe y yo también. También creo que si ahora pasáramos a comportarnos como las mejores amigas y desaparecieran ciertas barreras, en realidad sería como si hasta ahora hubiéramos vivido la vida erróneamente. No es así. Nosotras somos así y esa es nuestra relación verdadera. Ese pudor es un respeto llevado al límite. Puede que sea demasiado, pero nosotras somos así.
¿Cómo fue la experiencia de ver la película con su madre?
Le enseñé un montaje provisional de la película. Yvan y mi madre quedaron muy emocionados, pero era una versión distinta. Empezaba con el concierto de mi madre en Japón y era una sucesión de conciertos hasta que poco a poco la película se iba haciendo personal. Yvan [Attal, su pareja] me dijo que le parecía un poco aburrido el principio y que sentía que no se entendía muy bien lo que estaba intentando contar. Deshicimos todo y remontamos la película. Encontré una forma más sincera de hacer el documental. He dado muchas vueltas para decir que mi madre vio ese montaje y lo aprobó (ríe). Luego le enseñé otras escenas para ver si estaba de acuerdo, pero me acabé dando cuenta de que no quería volver a ver la película. Cuando estrenamos la película en Cannes no se quedó a la proyección. No le gusta verse.
Es actriz, cantante, fotógrafa y ahora ha dirigido una película. ¿Se acaba aquí su carrera como cineasta o siente que siempre está a la búsqueda de nuevas formas de expresión?
Tengo mis prioridades, pero mis prioridades cambian. Los últimos años me he centrado en hacer esta película y ahora lo que quiero es terminar un disco que empecé hace dos o tres años. Tengo que acabarlo y sé que mi prioridad es esa, pero sé que cuando me dedico demasiado a la música, mi parte de actriz despierta y solo quiere hacer películas. Tengo en mente hacer un libro de fotografías del museo de mi padre. Hay muchas cosas que me gustaría hacer y luego la casualidad y la propia vida te lanza cosas que no esperas. Me encantaría ser engullida por un proyecto estando detrás de la cámara, pero no me siento como una realizadora. No como los que yo admiro.
Es artista e hija de artistas. ¿Está preparada para que su familia continúe sus pasos?
Mi hijo ha meditado mucho la decisión de que quiere ser actor. Estuvo en una película de su padre cuando era pequeño y luego ha hecho dos personajes más hasta que le dieron su primera oportunidad de hacer un protagonista. Creo que quiere ser un actor, pero me da la impresión de que es muy tímido y no está seguro de si le llegará o no. Mi hija tiene 19 años. Ahora está buscando su propia identidad y todo le llama la atención, como la música. Creo que lo tienen difícil. Por un lado queremos que hagan cosas artísticas porque en mi familia nunca hemos trabajado en una oficina, adoramos lo que hacemos y les hemos transmitido el amor por el arte, pero por otra parte queremos que tengan la posibilidad de descubrirse sin frustraciones. Eso es lo más importante.
También te puede interesar...
- 'The Staircase' deconstruye el género true crime en un adictivo relato sobre la narrativa judicial
- 'Doctor Strange en el multiverso de la locura', un terrorífico espectáculo
- Todo sobre el Festival de Cannes 2022: Cuándo es y qué películas se podrán ver en su 75 aniversario
- 'Ozark', la serie de Netflix cierra con un final intenso y fiel a su estilo