Han tenido que llegar desde Francia para crear la mejor serie, y más realista, sobre médicos que hemos visto. Se llama Hipócrates, y su segunda temporada acaba de llegar a Filmin. Una producción que hay que reivindicar y que en esta segunda tanda de episodios confirma las grandes sensaciones de la primera entrega e incluso las mejora.
Las series sobre médicos son todo un clásico. Las hemos visto en EEUU, con Urgencias o Anatomía de Grey como ejemplos paradigmáticos. O en España, con Médico de Familia y Hospital Central como ficciones más representativas. Pero Hipócrates es otra cosa.
No es ninguna sorpresa que la serie capte de manera verídica los entresijos de un hospital. Su creador, Thomas Lilti, además de director de cine es médico. De hecho, ya demostró que había muchas historias que contar dentro de un hospital en la película del mismo nombre que le puso en el foco de la industria de cine francesa. Desde Canal+ vieron un filón en sus conocimientos de primera mano del mundo hospitalario y le han producido una serie hecha a su medida.
El punto de vista de la serie es el de los residentes de un hospital público francés. Si en la primera temporada se basaba en una pandemia -se rodó bastante antes de que llegara el covid- que dejaba al hospital sin los médicos y con los residentes al frente de la situación; en esta ocasión el elemento que desencadena todo es una tormenta parecida a Filomena -esta serie siempre se anticipa a la realidad- que hace que las Urgencias del Hospital queden inutilizadas y se tengan que mover a la planta de Medicina interna donde se encuentran los protagonistas.
La serie sigue siendo un acercamiento realista al mundo de los médicos. Hipócrates es una ficción, por supuesto, y como tal utiliza elementos narrativos para crear tensión y hay puntos de giro. Pero no es sensacionalista, falsa e inverosímil. Esto no es Anatomía de Grey, no hay accidentes de avión, terremotos y tragedias por doquier. En esta segunda temporada es una intoxicación por CO2 el caso más grave. A pesar de ello uno la ve con el corazón en un puño porque ve el sufrimiento y la entrega de unos médicos en unas condiciones que no son deseables.
Porque eso es otro de los grandes aciertos de Hipócrates que sigue viéndose en esta segunda temporada, que es una defensa abierta de la sanidad pública. Una serie que muestra que sin medios, sin recursos y sin voluntad política solo queda la buena voluntad de unos profesionales que pueden atender a 66 personas sin descansar, con el riesgo que eso supone.
Su otro acierto es huir del folletín. Todas las series de hospitales al final se centran en las relaciones sentimentales y personales de los protagonistas y dejan lo que pasa en el hospital en un segundo plano. Aquí es al contrario. Sabemos poco de sus vidas, de sus relaciones y sólo conocemos los elementos que influyen en sus decisiones profesionales.
Corría Lilti el riesgo de explotar la relación entre Hugo y Alyson y convertir Hipócrates en una serie romántica en los pasillos del médico, pero en esta segunda temporada sabemos que los dos protagonistas siguen juntos gracias a un pequeño momento de intimidad en el cuarto o quinto capítulo. No hay tiempo para besos y flirteos. Aquí las paredes se caen a trozos, no hay tecnología punta y los pacientes sudan. Es el anti glamour de las series hospitalarias que hemos visto y que han llegado al cénit de su falsedad con Anatomía de Grey.
Hay algo muy importante en esta segunda temporada de Hipócrates. La producción se paró por el coronavirus, y Lilti se enfrentó al dilema de si debía incluir o no lo que había pasado. Decidió seguir con el plan inicial, ya que de hecho la primera ya afrontó de alguna forma una pandemia. A pesar de no tratarlo, sí que hay varias escenas que hablan directamente de lo vivido el último año. Primero, porque en el segundo episodio uno de los dilemas de los médicos es que deben enfrentarse a un triaje, esa palabra que hemos aprendido su significado y que nunca quisimos descubrir.
Segundo, porque potencia la crítica que se desprende en todos sus episodios. Un país se mide por la calidad de su sanidad pública, y sin medios, sin médicos y sin buenas instalaciones es imposible enfrentarse a ninguna crisis, ni siquiera a un temporal climático.
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