Por primera vez en su historia, los Oscar sacarán de la gala el anuncio en directo de los ganadores en ocho categorías. Imaginaos por un momento qué sería de un clásico como Tiburón sin la aterradora banda sonora de John Williams. De la devastadora Sound of Metal sin el cuidado diseño sonoro de un equipo que hizo milagros con un presupuesto ajustado. De J.F.K: Caso abierto sin el impecable montaje de Joe Hutshing y Pietro Scalia. De Titanic sin su obsesivo diseño de producción que nos hizo sentir que estábamos a bordo del buque de los sueños. De La vida en rosa y el impresionante trabajo del equipo de maquillaje y peluquería para transformar a Marion Cotillard en Édith Piaf. Si esas películas se hubieran estrenado en 2021, todos esos inolvidables trabajos hubieran sido reconocidos fuera de la retransmisión que celebra lo mejor de la cosecha cinematográfica del año. La Academia destinada a proteger y promocionar la industria del cine ha decidido que hay premios de primera y premios de segunda.
Hasta este año los premios del cine eran los únicos en reconocer en prime time el trabajo de los técnicos reivindicado ante millones de espectadores la labor de (casi) todos los profesionales que hacen posible el milagro de hacer películas. Los televisivos Emmy se celebran en tres noches distintas y en la gala que se retransmite solo hay cabida para los actores, guionistas, directores y productores. Los Globos de Oro no saben qué es el documental ni que una película que necesita algo más que estrellas de Hollywood para salir adelante. Los teatrales Tony usan desde hace muchos años un modelo similar al que quieren implementar la Academia ahora: los premios técnicos y artísticos se entregan en la publicidad y sus ganadores se anuncian brevemente al regreso de los anuncios.
En su 94.ª edición, los Oscar quieren aligerar entregando ocho premios en un preshow que sería resumido y reincorporado posteriormente a la tradicional retransmisión. Las categorías relegadas (no hay mejor palabra para definirlo) este año serán Música Original, Montaje, Diseño de Producción, Maquillaje y Peluquería, Sonido, Corto Documental, Corto de Ficción y Corto de Animación. En total, dos de las cuatro opciones españolas a premio (el cortometrajista Alberto Mielgo y el compositor Alberto Iglesias) sabrán si han ganado o perdido el Oscar antes de que Amy Schumer, Wanda Sykes y Regina Hall aparezcan por primera vez en nuestros televisores.
No es la primera vez que la Academia intenta sacar algunos premios de la retransmisión, aunque todos esos intentos fueron derribados sin misericordia alguna por las quejas de los poderosos sindicatos de Hollywood. El último caso fue en 2018, cuando la dirección de la organización y la ABC intentaron que cuatro categorías se anunciaran durante los cortes publicitarios. Ese año las elegidas fueron Fotografía, Corto de acción real, Montaje y Maquillaje y Peluquería. Las presiones de la industria y el rechazo de los aficionados a los Oscar hicieron que la Academia se echara para atrás exactamente cuatro días después de hacer públicos cuáles eran los premios afectados.
Cuatro años después, la cadena y la Academia vuelven a intentarlo. Esta vez lo anuncian a poco más de un mes de la ceremonia, en lugar del medio año de margen de reacción que dejaron (quizás sin prever el rechazo frontal que recibiría la medida) entonces. Es un misterio si la industria se resignará y aceptará la nueva medida de una organización que parece influida en gran medida por las presiones de ABC, el canal propiedad de Disney que emite la gala de forma ininterrumpida desde 1976.
La cadena está nerviosa por la pérdida de audiencia en los últimos años. En 2020 el seguimiento bajó de forma preocupante hasta los 23 millones de espectadores. En 2021, una gala atípica marcada por el coronavirus que salió adelante en circunstancias excepcionales y poco festivalera se quedó en unos tristes y, esperemos, temporales 10,4 millones. Los datos son muy bajos, demasiado, y aún así se quedaron por encima de los 8,8 millones de los Grammy en 2021 y los 6,36 y 7,86 millones de los Emmy en sus dos últimos años.
En 2016 la ABC y la Academia renovaron su relación hasta 2028, el histórico año en el que los Oscar cumplirán 100 ediciones. No se han hecho públicas las cifras, pero se estima que la cadena paga cada año más de 75 millones de dólares por transmitir en exclusiva el evento. La organización necesita ese dinero: la faraónica construcción del Museo de la Academia en Los Ángeles explican cómo desde 2016 la cadena tiene un mayor control creativo en la producción de la gala. Eso explicaría los tumbos de la retransmisión desde entonces, desde la inclusión de un discutible sketch para promocionar el estreno de Un pliegue en el tiempo a los reincidentes intentos por acortar la gala y reconocer más el cine popular. Cueste lo que cueste. Incluso dar voz a Twitter, como si eso hubiera salido bien alguna vez, o dar pie a la posibilidad de que los ganadores de esas ocho categorías se filtren por internet antes de que empiece la ceremonia.
Si ABC está descontenta con el rumbo de los Oscar, en lugar de atentar contra los espectadores que sí están interesados en la ceremonia, quizás la solución adecuada sería liberarse de su contrato y que las marcas de streaming de Disney (Hulu o Disney+) se queden con la retransmisión de la gala. Y si realmente quieren hacer un cambio radical en el formato de la ceremonia, eliminar del directo ocho premios que después vas a incluir igualmente en la retransmisión no es la medida revolucionaria que va a hacer que volvamos a los más de 30 millones de espectadores de antaño. El consumo televisivo ha cambiado. También el lugar del cine en la cultura pop más allá de los fenómenos aislados de turno.
La Academia de Hollywood debe decidir cuál es su naturaleza: una forma de reconocer a su industria o un programa de televisión. La coexistencia de ambas es posible y, probablemente sea la respuesta correcta, pero los pasos a tomar por la organización y por el medio que retransmita su ceremonia deberían pasar por priorizar otras medidas (reforzar el potencial comercial con estrenos de nuevos tráilers, recuperar el glamur de antaño y la involucración de unos pesos pesados de la industria que solo parecen querer participar en la gala si están nominados, por ejemplo) antes que relegar categorías a machetazos.
El fracaso excepcional en el año del COVID-19 no puede ser la excusa para hacer cambios drásticos que en realidad se antojan insuficientes. Durante años 95 los Oscar han servido para reivindicar y promocionar el cine y el trabajo de los que lo hacen posible. Sus máximos responsables deben luchar porque siga siendo así sin renunciar, eso sí, al interés del público general. ¿A cualquier precio? No lo creo.
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