Existen pocos escritores recientes que hayan influido tanto en la literatura de las últimas décadas como Emmanuel Carrère. Su estilo, a saltos entre la ficción y lo documental -en lo que se ha denominado autoficción- es un ejercicio de estilo que conmueve y deja con la boca abierta por su estilo y por su capacidad para abordar asuntos de gran calado. Convierte lo íntimo en universal, demostrando que todo es político.
Algo que confirma en su nueva aventura cinematográfica, En un muelle de Normandía -que llegará a las sales este viernes 28 de enero-, donde adapta libremente la novela autobiográfica de la periodista francesa Florence Aubenas, Le Quai de Ouistreham, en la que una escritora se hace pasar por limpiadora para realizar una investigación sobre la inseguridad laboral.
Carrere realizando una película sobre una obra que bebe de su propia literatura. Un ejercicio casi metacinematográfico con el que estuvo en el pasado Festival de Cannes y en el de San Sebastián, donde ganó el premio del público a la Mejor película europea, y donde charló con un reducido grupo de medios entre los que se encontraba EL ESPAÑOL. Aseguró sentirse honrado con el reconocimiento del Premio Princesa de Asturias, y también habló de cómo sus últimas novelas se aproximan a gente en los bordes: la inmigración en Yoga o ahora la precariedad en esta película.
Estamos todos de acuerdo en denunciar los excesos de lo políticamente correcto. En los orígenes de toda la corrección política, decir “negro” no estaba bien, y ahora hemos visto que sí se puede decir
Para él es cierto que la literatura y el cine francés no han abordado tanto estos asuntos, pero recuerda siempre a la gran Annie Ernaux. “Es verdad que quizás no haya tanta tradición como en Reino Unido, donde el cine británico tiene a alguien como Ken Loach, pero en Francia tenemos directores como Stéphane Brizé. No hay que pensar en esa caricatura del arte francés donde todas las películas ocurren en Saint-Germain-des-Prés, en el París más pijo”, explica. Por eso cree importante en esta última etapa de su carrera “aprender a salir de uno mismo y contar experiencias que no siempre son las tuyas”.
Es consciente de que “la ambigüedad es algo que atraviesa mi obra”. “Intentar tener respuestas reales de otros personajes intentando no ser intrusivo, porque uno puede hacer daño a pesar de tener las mejores intenciones”. Y aunque la película no se base en una obra suya sí que “habla de este periodismo de inversión que tiene esta ambigüedad”. En este caso fue una periodista y luego Juliette Binoche quien se infiltró en un grupo de limpiadoras para sacar la verdad de ellas: “He intentado hacer algo muy sincero y muy justo. El personaje es consciente de esta ambigüedad de sabeer que va a compartir una condición ajena y que luego vuelve al confort de su casa real, por lo que también en la película está esa ambigüedad”.
Su película también tiene reflexiones sobre el uso del lenguaje, ya que desde la oficina de empleo siempre usan eufemismos para hablar de señoras de la limpieza, algo que Carrère que cree que no siempre es un error: “Es complejo porque también podemos decir que el lenguaje también embellecer las palabras y eso deja de ser un defecto, porque puede ser un plus de valor para las personas que necesitan valorizarse. Estas mujeres con las que he trabajado dicen en su día a día otro término que no dicen mujeres de la limpieza”.
“No quiero denunciar un lenguaje que esconde la realidad, sino que quiero un lenguaje que pueda revalorizar a estas personas, y que lo puede hacer más aceptable también. Estamos todos de acuerdo en denunciar los excesos de lo políticamente correcto. Si nos fijamos en los orígenes de toda la corrección política, decir “negro” no estaba bien, y ahora hemos visto que sí se puede decir”, zanja.
El escritor trabajó muchos años de periodista, y le preocupa la precarización del sector y a dónde se dirige. “Cuando era tan joven como ustedes tuve la suerte de trabajar, en los años 80, en una revista cultural llamada Telerama, y honestamente… el periodismo ha fallado. Las cosas antes eran mucho más fáciles. Había dinero, se podían hacer reportajes. Mi hijo tiene 30 años y se dedica al periodismo y veo lo mal que está y lo duro que es. Hay muchos freelance”, dijo con preocupación.
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