'Modelo 77': la película carcelaria que narra la fuga que revolucionó la Barcelona de la Transición
Alberto Rodríguez Librero dirige este filme donde Miguel Herrán y Javier Gutiérrez se meten en la piel de dos reclusos que forman parte del reivindicativo colectivo de presos sociales COPEL.
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Un día cualquiera de junio de 1978 las tapas de las alcantarillas de la calle Rosselló de Barcelona empezaron a levantarse. Por ese curioso orificio comenzaron a salir 45 hombres que escapaban de la mítica cárcel barcelonesa La Modelo. Esta histórica huida es la mecha creativa que impulsó el proyecto cinematográfico Modelo 77, la nueva película del premiado Alberto Rodríguez Librero, que precisamente narra esta mítica "fuga de los 45" y que también nos presenta a COPEL, una organización de presos que se unieron para luchar por la libertad y una amnistía que traspasase la puerta de las cárceles españolas.
"Es una historia de camaderia, nos hemos documentado leyendo biografías de presos que incluso llegaron a pasar por La Modelo. Algo interesante es la historia de COPEL, un grupo de presos que durante la Transición reivindicaban que tenían derecho a empezar de cero porque buena parte de los delitos que habían cometido no tenían sentido en un Estado de derecho", explica el propio Alberto Rodríguez durante nuestra entrevista en Sevilla, donde se ha reproducido parte de la cárcel para los últimos días de rodaje después de rodar en Barcelona en la propia Modelo.
El director vuelve a confiar en el talento de Rafa Cobos, guionista de otras joyas como La isla mínima (2014) o 7 vírgenes (2005). Un binomio que huele a éxito y que convierte inmediatamente a esta película en uno de los bombazos de 2022. "La idea nace en 2006 aunque se duerme porque hay otros proyectos. Al inicio partimos de la fuga, pero el proceso de investigación nos llevó a este colectivo que se enfrenta al falso cambio de régimen. Estoy muy orgulloso de este guion, creo que es de los mejores que hemos escrito. Lo trepidante, lo lúdico y la emoción se dan la mano muy bien con la perspectiva crítica", explicaexplica el guionista durante su entrevista con EL ESPAÑOL.
Las prisiones son espacios vinculados a la violencia, pero que también acogen lo humano, lo crudo y lo emocional. "Normalmente ante la falta de libertad el colectivo se une y en este caso la violencia es una respuesta en grupo para acabar con esta situación. La situación de encierro que hemos vivido ayudaba a escribir sobre este confinamiento carcelario de una forma más pareja", explica Cobos. "Este grupo se une para cerrar filas en torno a la idea de amnistía. ¿Por qué iban a soplar vientos de cambio para toda la sociedad española y no para los presos?", reflexiona el actor Javier Gutiérrez, que interpreta el personaje de Pino, un preso histórico que enseña las reglas a Manuel, el protagonista que encarna el malagueño Miguel Herrán.
Un haz de luz
Claustrofobia, ahogo, miedo. Estos son algunos de los adjetivos que interiorizan los que han pasado por la cárcel. Algo muy presente también en el rodaje de la película, donde los espacios de grabación están situados en la propia cárcel de La Modelo en Barcelona y son tan fieles a la realidad que ayudan a los actores a meterse en la piel de sus personajes como en el caso de la reproducción sevillana que visitamos.
"Una cárcel es un espacio muy reducido que no solo alberga grandes sueños de los presos recluidos, sino que también implica grandes movimientos en la búsqueda de la libertad", afirma Rafa Cobos. "Poca luz, poca visibilidad, poca ventilación, todo ayuda a hacerte una idea de lo difícil que es fugarse de cualquier prisión y de las ganas que uno puede tener de hacerlo", relata Gutiérrez.
Grabar en espacios tan reducidos ha sido posible gracias a la magia de Pepe Domínguez, el product designer que ha inventado toda clase de triquiñuelas para engañar al espectador y crear una escenografía realista. "En todo el desarrollo de nuestro trabajo siempre cogemos trozos de la realidad y los descontextualizamos por completo, como hace en su obra Richard Long. Cogemos espacios públicos y los llevamos al plató o donde vamos a rodar. Parece que hemos arrancado un trocito de La Modelo cual superhéroes en un juego visual curioso", explica.
Así, ha llevado a un complejo de finales del siglo XVIII en pleno centro de Sevilla un pedazo de la cárcel Módelo de Barcelona de 1977. El despliegue técnico promete. La decoración y el atrezo nos cuentan muchas cosas de los personajes principales, Pino y Manuel, cuya relación se desarrolla principalmente en la celda que comparten. Al igual que el vestuario, tal y como explica el figurinista Fernando García. "Hemos creado el vestuario de hasta 120 presos, con el colorido de la época que es muy triste, muy pobre. En este caso los presos políticos tenían otros recursos por su situación social y sus familiares, que podían llevarles prendas de fuera y eso se refleja en la ropa", explica.
El personaje femenino, Lucía, es precisamente "esa luz que trae vida a Manuel en sus visitas a la cárcel", como cuenta Rafa Cobos. Por esa razón veremos en ella reflejados el avance y modernismo que se desarrolla en el exterior y que choca de lleno con la vida de dentro."Si acudes a las documentaciones de la época hay muchísimas clasificaciones de presos. Estaban los caballistas, que eran los que tenían dinero, también estaban los machacas... Había una ciudad dentro de la cárcel que trágicamente se correspondía con lo que se estaba viviendo fuera, una jerarquía muy clara", añade el guionista.
"Cascos antidisturbios, detalles como las gafas de la época con tintes de colores, o una buena patilla y un buen bigote eran esenciales. También los uniformes han sido un gran reto, nunca habíamos creado tantas prendas de funcionarios en una película de cine español", explica García, que no solo ha acudido a material de archivo en busca de inspiración, sino a su propio álbum familiar. "En el patio de la cárcel podemos ver la diferencia entre los distintos presos, esas distinciones entre unos y otros por su condición social", explica el jefe de vestuario.
Libertad, divino tesoro
Miguel Herrán confiesa que para él "la mejor compañera de la vida es la libertad". Quizás por eso el papel de Manuel es un maravilloso caramelo envenenado. Su personaje es precisamente el que mejor refleja ese cambio físico y emocional que sufre una persona tras cruzar el umbral de la cárcel. "Estuvimos en La Modelo y vino el auténtico Daniel Ponch, una de las personas que inició todo el movimiento de COPEL y era espectacular esa serenidad que tenía a la hora de hablar de cosas atroces. Tenía una manera de mirarte muy fría, muy tranquila y dentro de esa tranquilidad era muy inquietante. Luego le mirabas los brazos y sí, tenía tajos reales, yo tengo aquí uno de mentira y él tenía 40 de verdad", dice mientras nos muestra el brazo. "Al final, puedes interpretar, pero lo que esa gente ha vivido nunca lo vamos a entender", afirma el actor, que consiguió el papel por una "espectacular prueba" que conquistó al director.
Por su parte, Javier Gutiérrez admite que ahora respeta mucho más este concepto tan abstracto como es la libertad. "Uno trata de ser empático con el personaje que le toca defender, y estoy seguro de que hay presos que han hecho cosas abominables y que necesitan rehabilitarse de alguna forma, pero creo que hay penas que son absolutamente descompensadas a la hora de juzgar un delito. Lo estamos viendo en nuestro país, hay delincuentes de guante blanco que ni siquiera pisan una prisión", denuncia.
Lo cierto es que Modelo 77 no pretende ser una película política, aunque el contexto en el que se ambienta hace complicado no crear relaciones. "Soy muy contrario a dirigir la conclusión que debe sacar el espectador. La historia, los hechos y la época están ahí. Arranca en 1976, meses después de la muerte de Franco y termina con la aprobación de la primera Constitución que tenemos después de 40 años. Es un segmento muy político, pero no hay una intención propagandística ni panfletaria dentro de la historia", recalca Rafa Cobos.
Desde dentro, los presos podían escuchar lo que ocurría en el exterior de ese panóptico presidio, una idea visual que sedujo al guionista desde el primer momento. "Uno desde su celda podía ver cuál era el movimiento diario de fuera, cómo se manifestaban los homosexuales, las prostitutas, cómo se iba tejiendo una libertad a distancia que luego no existía dentro", relata.
Una historia real
Las precarias condiciones de la cárcel que protagonizan esta historia y que denunciaba la COPEL son solo un ejemplo de las penurias que aún se sufren en la actualidad. "En La Modelo hubo un día que 200 personas se autolesionaron a la vez para que entrase la prensa y poder contar a alguien en las condiciones en las que estaban. Provocaron un incendio para denunciar que era infrahumano, con una botella puesta en el retrete para que las ratas no salieran, sin médicos, sin ningún tipo de servicio mínimo... Por no hablar del módulo de invertidos, de la gente que estaba por la ley de vagos y maleantes, por delitos económicos de diversa índole que estaban penalizados de manera brutal. Me da la sensación de que parte de razón tenían", afirma Gutiérrez.
Todavía a día de hoy se habla poco de las condiciones en las que viven los presos, pero recuperar historias reales como ésta puede ayudar al espectador a empatizar y no mirar hacia otro lado. "Un preso pasa 12 horas al día en la celda. Parece una tontería, pero desde el momento que pasas una puerta tu tiempo ya no te pertenece, creo que hay algo ahí tan contradictorio y difícil de asimilar para un ser humano que me parece una barbaridad. Es un parche a un problema enorme que tenemos y del que somos todos conscientes", denuncia el director de Modelo 77. Quién sabe, quizás esta película ayude a mejorar la condición de las cárceles españolas, sanar el recuerdo de aquellos 45 que un día decidieron fugarse y trepar hacia una nueva vida, y hacer por fin algo de justicia.