Álex de la Iglesia no sabe lo que es el descanso. Su adicción al cine hace que encadene proyecto tras proyecto con un ritmo que hace que Woody Allen parezca un vago a su lado. En 2017 ha hecho récord y estrena dos películas. En marzo llegó El Bar, y sólo ocho meses después lo hace Perfectos Desconocidos, remake de una película italiana que se convirtió en un fenómeno social y con la que Telecinco pretende reventar la taquilla a partir del próximo viernes.
Razones no le faltan. Es la película más redonda del realizador en años, tiene un reparto en el que destacan Belén Rueda, Eduard Fernández, Eduardo Noriega y un Ernesto Alterio que roba la función, y la maquinaria promocional de Paolo Vasile echando humo desde hace semanas. Un filme sobre un grupo de amigos que tienen la peor idea imaginable, dejar los teléfonos móviles en la mesa y leer todo lo que llegue durante la que se esperaba que fuera una cena tranquila. Una caja de pandora dentro de un pequeño aparato electrónico.
Aunque se base en un material ajeno la esencia del realizador está en cada plano, en cada movimiento de cámara, en lo que él prefiere llamar “manías” en vez de “universo propio”. Álex de la Iglesia se enfrenta a la maratoniana jornada de promoción bajo la sombra de un Hulk de casi tres metros que preside su despacho y con ganas de pasar al siguiente proyecto.
Sorprende verle en un remake de otra película.
No es el primero que hago, no es el primer trabajo que hago que me ofrecen. Los crímenes de Oxford era la adaptación de una novela, y La chispa de la vida era un guion que no era mío, y en este caso me apetecía cambiar, quería huir de este estereotipo de que siempre hago cosas mías y me gustaba mucho el guion, así que quise hacerlo.
¿Vio la película original antes de rodar?
Me llegó el guion cuando estaban rodándola y yo vi la película cuando estábamos a mitad de rodaje.
¿Le influyó ver lo que había hecho otra persona con el mismo material?
Me sorprendió que el personaje de Pepón Nieto era muy parecido, pero me sorprendió que no tenían nada que ver, cosas que aquí eran divertidas allí eran dramáticas, eran formas diferentes de ver diferentes un mismo texto, y eso es muy interesante.
A pesar de ser un remake, es una película muy De la Iglesia.
Claro, es que yo tomo las decisiones de todo, del decorado, de los actores, cualquier matiz... entonces eso no puedes evitarlo. Si hay una conformidad, o una sensación de que la película es mía, me alegro, porque parezco que tengo personalidad, pero no son más que manías.
Ha estrenado el mismo año El bar, junto a Antena 3, y Perfectos desconocidos ahora con Telecinco. ¿Cómo son las dos caras de la moneda?
He trabajado muy a gusto con los dos, pero en este caso me gusta haber trabajado con Paolo Vasile, porque tenía una idea muy concreta de la película y quería que se hiciera porque le gustaba mucho. Estoy contento de que me lo propusiera, porque me decía que la tenía que hacer yo porque iba a saber dirigirla. La tenía tan clara que tenía miedo de defraudarle, pero le ha gustado mucho, y él es muy bueno, es un tremendo productor de cine.
Los directores se quejan de que el cine está ahora polarizado, o estás con las cadenas privadas o se hace un cine muy pequeño.
Yo como productor intento buscarme la vida por otros sitios, porque ya no es una partida de ajedrez entre Antena 3 y Telecinco, hay muchos más actores en la industria, y eso es bueno para todos, porque al haber más oferta se mejora el producto y nos hace estar a todos más al loro.
¿Cree que Netflix tiene que tener la obligación de producir cine en nuestro país?
Tiene la obligación, tiene que tenerla. Lo están haciendo y deben de tenerla. De momento están haciendo lo que queremos, que es producir cine y series, y ojalá lo hagan no por obligación, sino por compromiso con el país y porque es bueno para ellos que dediquen parte de sus beneficios.
Viendo el auge de estos nuevos actores como Netflix, y recordando su postura a favor de internet cuando fue presidente de la Academia de Cine, no sé si de vez en cuando piensa: os lo dije.
Pues sí, sí que lo pienso. Cuando me acuerdo me surge una pequeña sonrisa en el interior, porque tuve mucha confrontación. Durante dos años el discurso de la academia fue que internet no era el presente, hasta que el presente les ha aplastado y ahora todos los productores de este país estamos preocupados por caer bien a Netflix y Amazon y formar parte de esta nueva forma de vender las películas, y en ese sentido no puedo evitar pensar: os lo dije.
Cuando veo a los productores de este país preocupados por caer bien a Netflix y Amazon y formar parte de esta nueva forma de vender las películas, pienso: os lo dije
¿Qué opina de eso que dicen que las películas hechas para Netflix no son cine?
Eso es una soberana tontería. El cine es imagen en movimiento, a poder ser con sonido, y nosotros como cineastas, productores o directores buscamos al público. Si una película no la ve nadie, no es nada. Una película existe cuando alguien la ha visto, sino es sólo una cosa en tu cabeza, así que hay que ir dónde esté el público, si está en las salas bienvenido sea, si está en tu teléfono también.
¿Conoce usted el descanso?
Bueno lo que me ha pasado este año ha sido una suerte, eliminar los tiempos muertos de la vida es fantástico, y es posible que eso no vuelva a ocurrir, no se si sera una constante, ojalá.
Con El bar, por una escena concreta, muchos dijeron que la película era machista. ¿Cree que el cine español tiene un problema con la imagen que da de la mujer?
No más que el resto de países. Creo que se confunde la realidad con la ficción, se mezclan opiniones valorativas sobre lo que hacen los personajes, con lo que hacen personas, y ese es el problema. Es como si dijéramos que Dickens hace sufrir a los niños en Oliver Twist, y no es así, es su historia. Y llegan y te dicen: “ya, pero es que hay personajes malos, no debería haber eso personajes que hacen eso a los niños”. Bueno, pero es que si no, no hay historia. No está favoreciendo ese comportamiento, está contando una historia en la que hay personajes negativos, hay un conflicto, y otros personajes positivos que luchan contra ella, eso es inevitable en la narración. Hay mil ejemplos de reducción al absurdo en esos planteamientos, pero no quiero entrar en ello.
Si una película no la ve nadie, no es nada. Una película existe cuando alguien la ha visto, sino es sólo una cosa en tu cabeza, así que hay que ir dónde esté el público
¿Cree que estas cosas son motivo de una extrema corrección política?
Totalmente.
¿Y qué opina de esta tendencia a la corrección política?
Es terrible, es más cómoda una censura de fuera, porque si hay una censura exterior que te prohíbe hacer una cosa es horrible, pero al menos tienes la conciencia tranquila. Ahora es un momento maquiavélico, hay la misma censura, pero es interior, y se genera por unos pensamientos y opiniones que te llevan a hacer unas cosas en vez de otras. Eres libre de hacer lo que quieras, pero sabes que hay consecuencias, y existe una autocensura brutal. Sabes que si haces o dices esto, te puede generar problemas, y la propia gente te lo dice: “quita esto, no deberías hacer esto, no debería morir este, no debería acabar mal..”, entonces, ¿qué quieren que haga, bizcochos, o pan bimbo, que le gusta a todo el mundo?. En cuanto tienes una opinión generas gente a favor y en contra, y así deben ser las cosas.
¿Usted ha vivido ese momento de autocensurarse?
Sí, cientos de veces, eso es el día a día.
¿Y no hay tentaciones de sucumbir a ella?
Obvio, y hay marchas atrás, y dudas... Cuando estaba haciendo Balada triste de trompeta, estaba pensando: voy a sacar el Valle de los caídos, hay una violación, tiene personajes extremos... y hay gente que no lo va a entender, pero no estoy aquí para hacer lo que la gente quiere, es importante tener voz, y tener un público significa elegir.
La propia gente te dice: “quita esto, no deberías hacer esto", entonces, ¿qué quieren que haga, bizcochos, o pan bimbo, que le gusta a todo el mundo?
¿Hubiera podido estrenar Balada triste de trompeta hoy?
Sería más problemática, porque la situación ha empeorado, porque hay mucha gente que cree que el deber ser se convierte en obligación y quiere que todo sea correcto y todo esté bien, y sea limpio, y en la ficción necesariamente las cosas tienen que ser sucias.
En los últimos meses se ha vivido el caso Weinstein, ¿cree que el cine, donde hay un mayor abuso de poder, es un sitio donde es más probable que haya estas conductas?
El acoso y el abuso son consecuencias lamentables del abuso de poder. Donde hay abuso, hay acoso. En el cine ocurre, pero estoy convencido de que también en la moda, en la industria tecnológica, en la política... donde haya decisiones y mucho que ganar y mucho que perder habrá acoso.