Así es la vida en la isla que ha visto morir a 20.000 inmigrantes
Gianfranco Rosi pasa un año en Lampedusay analiza la crisis de los refugiados en su película 'Fuego en el mar'.
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Faltaban 190 kilómetros para llegar. 190 kilómetros para alcanzar la libertad, para que más de 800 personas llegaran a un mundo mejor. El trayecto no pudo terminar. La barca donde viajaban se hundió en medio del Mar Mediterráneo acabando con la vida de casi todos ellos. En pocos minutos los sueños se convirtieron en tragedia. El 18 de abril del año pasado el mundo asistía conmocionado a esta tragedia que puso el foco sobre un problema que Europa había tapado. Lo que luego se llamó 'la crisis de refugiados' es el día a día de la isla de Lampedusa desde hace más de 20 años.
El ir y venir de inmigrantes por sus tierras es tan habitual que a nadie parece importarle. Han aprendido a convivir con la cara gris de occidente. En poco más de dos décadas más de 20.000 personas han muerto ahogadas durante el viaje para llegar a Lampedusa, el lugar que muchos consideran la puerta de Europa. Una puerta a la esperanza, a huir de la muerte. La guerra en Siria ha reactivado la preocupación social por un tema que nunca deberíamos haber olvidado. El cine, como reflejo de lo que ocurre, también ha puesto su mirada en los refugiados. El último ha sido Gianfranco Rosi, que con Fuego en el mar ha conseguido el Oso de Oro en el pasado Festival de Berlín.
Rosi es un experto en cine social, con su Sacro Gra, sobre los suburbios de Roma, se alzó con el León de Oro en Venecia, y ahora ha fijado sus dardos cinematográficos en la dramática situación de Lampedusa, punto de unión de dos mundos que colisionan aunque nunca se mezclen: el de Europa y el de los inmigrantes que intentan llegar a sus costas. Confiesa que “no quiere cambiar el mundo” con su cine, aunque si “diez personas al final de la película se plantean que pueden hacer algo, ha sido un éxito”. Fuego en el mar nació como un encargo, contar lo que ocurría en la isla, sacar su esencia, para ello se desplazó durante más de un año a sus calles.
“Una vez allí me di cuenta de la gran complejidad del lugar y traté de entender cómo funciona. Hay una frontera en mitad del mar donde están los buques militares y a dónde llegan los inmigrantes que tratan de llegar a Europa, les cogen en mitad del mar, les llevan a Lampedusa dos o tres días y luego van para Sicila u otra zona de Italia para el proceso de identificación. Hay un flujo constante y los habitantes están habituados a estas llegadas, por eso nunca hay una relación entre la gente de Lampedusa y los inmigrantes, aunque se siente esta energía. Para ellos es un proceso de esperanza, es la última frontera de la libertad, después empieza el drama porque se les deja de lado y nadie sabe cuál será su futuro, pero eso es otra película”, cuenta a EL ESPAÑOL.
No podemos permitir que países como Austria, Hungría o Polonia dicten la política de toda Europa, estos países no son dignos de representar el sentido de Europa
Para ello ha optado por darle el protagonismo a un niño que entre juegos y aventuras descubre la realidad de Lampedusa. “Un viaje de formación sobra la dificultad para entender algo”, explica el director sobre su decisión narrativa. En todo el tiempo que paso allí explotó de nuevo la crisis de los refugiados. “Cuando fui allí no tenía una visión sobre la crisis porque no se hablaba tanto de ello, ocurría, pero no existía esa atención morbosa ni había este ansia política. Lampedusa se dejaba de lado igual que se ha hecho con Grecia o España. Europa se olvidaba de ella. De repente, el verano pasado se dieron cuenta de que allí había un mundo en movimiento y entraron en pánico y reaccionaron de la forma más equivocada, como si fuera una emergencia, un terremoto. No sólo es un momento histórico, es un flujo continuo que no va a cesar, si no se puede intervenir de forma fuerte y unitaria, nos superará la incapacidad política para interactuar con los inmigrantes y será el final de Europa”, dice Rosi mientras pinta en su cuaderno y critica el sistema actual.
El fin de Europa
Europa sólo ha acogido el 7% de los refugiados a los que se comprometió apelando a la solidaridad. Los presidentes se llenan la boca prometiendo que las puertas de sus países se abrirán de par en par. Una mentira más en un sistema que se acostumbra a no decir la verdad y a dejar a los otros de lado. Europa ha actuado tarde y mal, como explica Gianfranco Rosi. “Hace 30 años que tenían que haber actuado, pero Europa sólo piensa en las elecciones de mañana y han empezado a actuar hace dos años en los que ha intentado reparar lo que no habían hecho antes. No podemos permitir que países como Austria, Hungría o Polonia dicten la política de todos, estos países no son dignos de representar el sentido de Europa. Nuestra carta constitucional también representa a los refugiados políticos que vienen, estos países deberían estar fuera de la historia del continente. Sólo una política unitaria puede salvar el futuro de Europa. Si no se entiende eso, estamos destinados al hundimiento”, dice con contundencia el realizador.
Rosi alerta del auge del populismo y de la extrema derecha en el continente en lo que considera una situación alarmante. “Veo un futuro muy negro para Europa. No tenemos líderes políticos en este momento. El discurso que ha hecho Barack Obama hace unas semanas es muy potente, casi como el de Martin Luther King, un visionario diciendo que el mundo tiene que acoger a una cuota mínima de refugiados. Mientras, en Hungría han hecho un referéndum preguntando si quieren aceptar las cuotas, ¿estamos locos? está claro que dirían que no, no puedes dejar esa decisión a la gente. Si en la Segunda Guerra Mundial los americanos hubieran preguntado: ¿Queréis que vuestros hijos vayan a Europa a morir por los europeos? Pues hubieran dicho que no. Por tanto creo que estas cuestiones grandes sólo la buena política las puede atacar”, añade.
Veo un futuro muy negro para Europa. No tenemos líderes políticos en este momento. El mundo tiene que acoger a una cuota mínima de refugiados
Con su mezcla de realidad y ficción, sin dejar claro qué es real y qué no, Rosi ha vuelto a remover conciencias, lo que el arte debería hacer, y más cuando miles de personas mueren en medio del mar cada mes sin que nadie mueva un dedo por evitarlo.