Han pasado 15 años desde el final de El ala oeste de la Casa Blanca, pero a pesar del paso del tiempo seguimos echando de menos a Jed Bartlet. Cada noticia que vemos en el televisor, cada presidente que vemos en los periódicos, nos hace pensar más y más en la obra maestra de Aaron Sorkin. La serie se despedía, cómo no, con una mirada idealista, la de un primer presidente latino en un país donde el racismo sigue estando presente. Dos años después sería un presidente negro quien ganara las elecciones.
Una serie que no sólo era una obra de orfebrería por sus guiones, por su labor de dirección o por su construcción de personajes, sino porque parecía hasta profética. Muchos de los temas de los que hablaron C.J., Josh, Toby y compañía, son los mismos a los que los políticos se siguen enfrentando ahora, pero con mucha menos brillantez: educación pública, violencia policial, invasiones en el extranjero, sanidad, medio ambiente...
El ala oeste se convirtió en un fenómeno de audiencia durante sus siete temporadas, y en una de las ficciones más influyentes de la historia de la televisión. Cuenta con millones de fans por todo el mundo, y entre ellos se encuentran los hermanos Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo, los creadores de Crematorio que, además, viven un momento dulce. Su productora, Kubik Films, acaba de asociarse con Newen, compañía filiar del grupo audiovisual líder en Francia TF1, para desarrollar proyectos ambiciosos.
Quizás un drama político como El ala oeste de la Casa Blanca, que tanto les gusta y que recientemente “hemos revisitado los dos casi como terapia, porque ves lo que ha pasado en estas elecciones, el panorama y el nivel y siempre dices: ‘coño, dónde está Bartlet”. “Hace poco, cuando nos preguntaron por El juicio de los 7 de Chicago, decíamos que yo al ala oeste recurro cuando necesito reconciliarme con la política, o con el ser humano, y eso pasa muy frecuentemente”, cuentan a SERIES &MÁS.
Reconocen que cuando hicieron Crematorio una de las series de las que hablaron era El ala oeste. Por esa idea de “estar entre bambalinas, de ver lo que no conoces, estar como espectador en el taller”. “Cuando llegó no se había visto nada así, y eso lo hacía fascinante, además del dinamismo de la cámara, que ayudaba a que todo entrara mejor”, explican y dicen entre bromas que incluso se han llegado a fijar en si pillaban a algún extra parado que se empiece a mover cuando llega la cámara a su marca. Lo lograron una vez.
Lo que reivindica la serie es la honestidad, ellos a veces hacen cosas turbias, pero el objetivo final siempre es bueno
Para ellos uno de los éxitos de Sorkin son sus personajes, a los “que adoras, porque tienen un objetivo que es hacer algo bueno por alguien. Las grandes series como El ala oeste o Cuéntame son series en las que quieres vivir con sus personajes”, apuntan y se mojan por sus favoritos. Alberto Sánchez-Cabezudo está entre Toby y Josh… “pero creo que Toby, porque es una persona metida para adentro pero con uno humor muy tierno, es un personaje muy bonito”.
Jorge, para no repetir, hace una defensa de los dos personajes femeninos que aguantaron toda la temporada. “A Sorkin parece que le cueste que le aguanten los personajes femeninos, así que me quedo con Donna y C.J., por supervivientes”, dice y recuerda el momento en el que Allison Janney visitó la sala de prensa real de la Casa Blanca durante el mandato de Obama y retomó brevemente a C.J. e incluso hizo referencia a 'The Jackal', uno de los momentos que los fans siempre recuerdan.
A Sorkin siempre se le ha acusado de idealista, y los hermanos Cabezudo lo reconocen, pero dejan claro que “no es moñas”. “No es una serie totalmente blanca, tiene momentos duros, como cuando se cargan al terrorista, pero sus personajes son buenos, empatizas con esos ideales y no te defraudan. Hay giros pero siempre viajas con ellos y con optimismo, y a veces ni siquiera eso, porque también es realista en muchas cosas, pero siempre con ideales. Lo que reivindica la serie es la honestidad, ellos a veces hacen cosas turbias, pero el objetivo final siempre es bueno”.
Entre los fans de El Ala Oeste de la Casa Blanca también se encuentra Isabel Peña, la guionista de una de las pocas películas sobre la corrupción política en España, El reino, y de una de las mejores series españolas que se ha hecho, Antidisturbios. Para ella el elemento que coloca a la serie en otra liga es “Sorkin y su talento”. “Él creó un estilo único que luego se ha imitado/intentado imitar, pero él es quien mejor lo hace. También porque es una serie que te hace tener esperanza en el ser humano. Por eso es bastante blanquita, tanto que a veces hasta es ingenua, con una Casa Blanca llena de buenas personas superdotadas intentando hacer del mundo un lugar mejor. En este sentido la serie me parece hasta revolucionaria”, explica la guionista que también destaca como fundamentales sus personajes y que “trata al espectador como un ser inteligente”.
Una serie que, además, ha aguantado en el tiempo por ese idealismo que impregna cada línea de guion. “En tiempos oscuros, necesitamos relatos luminosos”, subraya Peña, “y El Ala Oeste de la Casa Blanca es luminosa hasta cuando no lo es. Jed Bartlet es el mejor presidente de Estados Unidos posible. Otro motivo que creo que también hizo conectar a la gente es esta cosa que hace tan bien Sorkin de contarnos un mundo complejo e inaccesible para la gente normal, con términos como 'chief of staff' o 'filibusterismo', de tal manera que nos querríamos quedar a vivir allí”.
Algo así en la Moncloa sería directamente inverosímil. Nuestra historia reciente es demasiado turbulenta y nosotros somos más cínicos que los americanos. No nos la tragaríamos
Ella, que se ha enfrentado a lo que es crear una película y una serie que hablen de las cloacas de nuestro país, cree que sí que sería posible hacer una serie sobre política, “pero no con el espíritu ni los personajes de El Ala Oeste. Algo así en la Moncloa sería directamente inverosímil. Nuestra historia reciente es demasiado turbulenta y nosotros como ‘espectadores políticos’ somos más cínicos que los americanos. No nos la tragaríamos”.
De entre todos los personajes, y aunque le cueste, se queda “con C.J., siempre rodeada de hombres a los que saca una cabeza. Me encanta que sea tan lista y tan máquina en su trabajo sin perder esos matices de inseguridad, duda... La mezcla de autoridad, eficacia, empatía y humor que emana desde el estrado de la sala de prensa me parece muy difícil de escribir y de interpretar, y ahí Allison Janney está perfecta escena tras escena. Por algo C.J. es la única candidata de Leo para sucederle”. De entre sus capítulos elige un clásico, “el último de la segunda temporada es de las cosas más emocionantes que he visto en televisión, pero me quedo con el momento ‘Let Bartlet Be Bartlet’ de Leo al presidente porque me parece impecable”.
Entre los periodistas no faltan fanáticos de Sorkin y de El ala oeste. Entre ellos está Pedro Vallín, periodista en La Vanguardia y escritor del libro Me cago en Godard (Editorial Arpa). Para él la clave es que fue "la primera vez que alguien pensó y acertó que el quehacer político podía ser el centro de una serie dramática de masas (alguna comedia había habido) en términos similares a como había ocurrido con la policía con Canción triste de Hill Street o la abogacía La ley de Los Angeles o la medicina Urgencias. En este sentido y como las anteriores, no solo es fundadora sino que es la referencia en la que todas se miran. La otra razón de su importancia es muy obvia: está extraordinariamente escrita".
Rechaza de lleno esa acusación de idealismo. "El Ala Oeste es rigurosamente realista en este sentido: los dos mandatos de Bartlet, pese a la ambición, inteligencia y mañas de su gabinete, son muy limitadas en cuanto a frutos políticos, de hecho son un retrato de las limitaciones de la política para operar sobre la realidad. En lo narrativo, la hace tan buena la pluma de Sorkin, que, aunque ya lo había desarrollado antes, aquí logra de forma casi exhibicionista, llevar a su máxima expresión su habilidad para convertir a los personajes en vectores de hilos narrativos que se van entrelazando desplegando historias no simultáneas (en cada capítulo solo alguna de las tramas concluye, otras se prolongan en posteriores capítulos), creando un modelo de tapiz narrativo propio de un virtuoso", apunta.
Quien no cree que El ala oeste de la Casa Blanca pueda trasladarse a la política española es el periodista especialista en series Alberto Rey, que cree que "rotundamente no". "La serie es, en sí misma, un monumento a la retórica Made in USA, con todo bueno y todo lo malo que eso implica. Es una de las series más americanas que hay. También para lo bueno y para lo malo", opina y destaca como esencial para su éxito "sus diálogos que son ametralladoras de ingenio y las estructuras de algunos de sus episodios parecen magia de guion".
Pedro Vallín cree que, aunque difícil, es posible un 'Ala Oeste española': "Claro, solo que como europeos somos mucho más escépticos que el público americano. Ahora, los resultados son una incógnita. Quiero decir, es como preguntarse si es posible un Gran Gatsby español... Posible es. Requiere talento, sincronizarse con los acontecimientos, disponer de medios y tener muy claro qué se quiere decir de la política (no solo cómo se quiere contar). Porque uno de los efectos de El Ala Oeste es que generó un curioso efecto en la política americana: la política quiso ser como su ficción. Y eso explica que la realidad replicara en la campaña Obama-McCain, la campaña Santos-Vinick casi capítulo por capítulo". Además, Vallín tiene claro que de la serie queda una lección clara, "que la política es un oficio noble, y solo eso ya es en sí mismo un servicio público y un bien social. El Ala Oeste es una vacuna contra el cinismo".
También te puede interesar...
• Las series políticas perfectas para superar la resaca del 4M
• ‘Antidisturbios’ es una de las mejores que se han hecho en España