“Primero la vida, luego el cine”. La frase la dijo el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes. Parafraseando a Orson Welles, el ministro quería decir que lo más importante en plena emergencia sanitaria era la salud, pero sonó a excusa para no atender a un sector que se ha visto tocado y hundido por la crisis del coronavirus. Los cines, los teatros, los conciertos… todos vieron parada su actividad de golpe y avocados a una situación económica catastrófica. A pesar de todo los artistas estuvieron ahí durante los peores momentos del confinamiento.
Gracias al arte, a la cultura, hemos pasado mejor nuestro encierro. Hemos visto películas, escuchado música, conciertos en directo, visto representaciones online y descubierto a artistas que no conocíamos. Los ‘titiriteros’, como la extrema derecha les calificó para desprestigiarles, han demostrado que son esenciales, que la cultura es un bien de primera necesidad y que no se puede desatenderla, porque con ella crecemos como sociedad. Suena utópico, y puede que lo sea, pero España no es la primera que lo prueba en sus propias carnes.
Otros países que sufrieron grandes crisis se enfrentaron al mismo dilema, dejar de lado a su arte o usarlo como médula espinal de su posterior reconstrucción. Fue el caso de Nueva Orleans tras el Katrina, que tuvo claro que para salir adelante necesitaba que su música, su escena artística, su comida, y sus desfiles, salieran adelante. Tras el huracán y todas las bajas uno de los primeros dilemas fue si deberían celebrar su tradicional carnaval y su culminación con el Mardi Grass. Muchos creyeron que era una locura, pero aquellos que llevaban generaciones en aquella tierra apostaron por hacerlo. Esa cultura, esas tradiciones, eran su sangre, y salir a la calle sería hasta catártico, la demostración que para salir adelante iban a necesitar apostar por ello.
En Nueva Orleans todo eso es de una importancia vital, pero podrían haberse olvidado. El retrato de la importancia de toda esa escena y de cómo un país debe apostar por su tradición cultural para sobrevivir lo dejó en imágenes David Simon en otra de sus obras maestras, Tremé. El creador de The Wire realizó otro retrato poliédrico de una ciudad, esta vez una que ha sufrido una catástrofe natural y las consecuencias de las negligencias políticas: familias que no vuelven, casas que no se reconstruyen, desaparecidos, violencia policial… todo está ahí, pero por encima de todo ello está la música, la comida criolla, los desfiles, las bandas que salen de forma improvisada, la alegría de un pueblo por seguir vivo y su forma de demostrarlo. Una ciudad llena de negros, indios, y blancos que cantan hasta en los entierros y a los que no podían quitarles su ADN.
El propio Simon describió la serie como una ficción que “habla de la importancia de la cultura en la vida de una ciudad americana”. “Es una historia sobre la cultura y cómo la cultura urbana define cómo vivimos. Nueva Orleans es una cultura extraordinaria e inusual, pero proviene de las mismas fuerzas primarias que hay en la sociedad de EEUU: la inmigración y su asimilación y no asimilación, el racismo… que realmente son las características definitorias de esta sociedad que es un crisol de culturas”, contaba a The Guardian en una entrevista.
Fue la cultura la que salvó a esa ciudad de una experiencia cercana a la muerte. No había un liderazgo político, no había una planificación urbanística… Fue la cultura
A Slant le añadía que hablar de cultura es, finalmente, hablar de política: “El acto de la cultura se vuelve, por defecto, político. Eso no quiere decir que las personas sean conscientes de que están cometiendo un acto político cuando tocan una canción o salen y escuchan una canción o un baile. Simplemente están viviendo. Y, sin embargo, la verdad es que fue la cultura la que salvó a esa ciudad de una experiencia cercana a la muerte. No había un liderazgo político, no había una planificación urbanística… Lo que resucitó a Nueva Orleans es que las personas no sabían vivir de otra manera que no fuera la forma en que han estado viviendo allí durante años y años; generaciones y generaciones. Y hay algo hermoso en eso”.
Ahora nos toca a España empezar esa reconstrucción. Y será con nuestra cultura de la mano. Ayudando a nuestros cineastas, dando espacio a nuestros músicos, a nuestros escritores y poetas. Saliendo a las calles para celebrar nuestras fiestas, nuestras tradiciones, nuestra comida. La vida volverá con el arte de la mano. Nos lo enseño Nueva Orleans y nos lo mostró David Simon. Nos toca tomar nota.