En el convoy de voluntarios que reparte 8 toneladas de ayuda en la zona cero de la DANA: "La gente se pelea por las escobas"
- Este domingo había overbooking de donativos en Catarroja, con ropa apilada en una gasolinera y agua por las aceras, mientras que otros pueblos de la Comarca de L’Horta siguen sin recibir ayuda una semana después.
- Más información: El 'escudo social' que prepara el Gobierno por la DANA prohibe el despido y refuerza los ERTE y la protección de los autónomos
La falta de coordinación entre las autoridades políticas y los efectivos de emergencias desplegados sobre el terreno, impide canalizar de forma eficiente los cargamentos de ayuda -con productos básicos- que llegan a los pueblos de la 'zona cero' de la DANA: unos tienen overbooking de donativos y otros no acceden ni a las migajas. Así se lo trasladaron los propios afectados por esta catástrofe hídrica a los miembros de un convoy solidario de Murcia del que formaba parte EL ESPAÑOL.
Esta expedición promovida por la Junta Municipal del Distrito Norte de la capital del Segura, la empresa Carrozas y Juguetes Belando y la firma de transporte de mercancías Torrecotrans, se tuvo que buscar la vida para distribuir 80.000 kilos de productos de primera necesidad entre los afectados, tal y como pudo comprobar el periodista de este diario, como voluntario de un convoy que partió este domingo, a las 13.14 horas, desde el Polígono Base 2000 de Lorquí, con destino a la Comarca de L’Horta.
Después de recorrer 223 kilómetros de carretera, marcados por una alerta naranja por la DANA que volvía a descargar fuertes lluvias entre la Región de Murcia y Valencia, lo primero que se encuentra este convoy solidario es la imposibilidad de acceder al punto de destino que le han indicado las autoridades locales: el polideportivo de Catarroja.
Allí deben descargar 80.000 kilos de comida, agua, pañales para bebés, productos de limpieza y de aseo personal, ropa… Pero es imposible llegar al polideportivo porque este pueblo de la huerta valenciana parece una zona de conflicto bélico. Así lo demuestra el panorama que el periodista divisa desde la cabina del camión que conduce José Manuel Ruiz, con mucha pericia, mientras se cruza con un vehículo militar cargado con un turismo destrozado, con una pala que trata de sacar un coche de la carretera, montañas de escombros, coches fúnebres...
"Llevo un camión, no una bicicleta: no puedo aparcar en cualquier sitio", subraya preocupado este experimentado chófer de Torrecotrans, de 47 años. Todo ello, debido a que no puede estacionar su Mercedes de 13 metros de longitud en ninguna calle de Catarroja porque las familias se afanan en sacar a la vía pública todo el mobiliario de sus casas arrasadas, por una DANA que de momento ha matado a 217 personas inocentes.
El olor a cieno se empieza a apoderar de calles intransitables, tomadas por la maquinaria pesada de la UME, por las bombas de achique de los bomberos y por las grúas que retiran a destajo coches arrasados por el tsunami urbano que entró en Catarroja por la Rambla del Poyo.
José Manuel mueve su camión rígido de tres ejes hacia el Colegio Larrodé para estacionar en sus instalaciones, con el objetivo de no entorpecer la circulación de los vehículos de emergencias, pero al llegar el centro educativo tampoco se puede acceder a su aparcamiento. La expedición empieza a ser consciente del descontrol reinante en la gestión del voluntariado. Prueba de ello es que en una acera de la Avinguda la Rambleta se amontonan cientos de botellas de agua donadas por otros voluntarios, sin custodia alguna, a pesar de que este bien básico para la vida y la higiene escasea en pueblos aledaños como Masanasa.
Los dos camiones de Torrecotrans no tienen más remedio que improvisar, estacionando junto a los lavaderos de la gasolinera Repsol de la Avenida Rey Jaime I de Catarroja. Esta estación de servicio se ha convertido en una suerte de mercado persa donde se levanta una enorme montaña de ropa, con cientos de kilos de prendas que también han sido donadas. De hecho, la gente se acerca y coge lo que se le antoja porque no hay ningún tipo de control: es una barra libre de productos textiles.
"Hay muchos voluntarios, pero poca coordinación", denuncia Antonio López, de 44 años, y que es uno de esos cientos de vecinos frustrados porque ni la Generalitat valenciana ni el Gobierno central están canalizando con eficiencia la mano de obra que se acerca a la Comarca de L’Horta para ayudar y donar agua, comida, productos de limpieza... Esa mala coordinación se traduce en que "la gente hasta se está peleando por las escobas".
"Esto es un descontrol", insiste. "Tengo en Masanasa, a mi madre, de 74 años, y a mis dos hermanos, y me tengo que encargar yo de llevarles comida a ellos porque allí solo hay un punto de reparto en el Ayuntamiento para todo un pueblo", ejemplifica Antonio, al que la DANA le ha causado 150.000 euros en pérdidas porque ha arrasado la cervecería que gestionaba desde hace trece años. "Ya estábamos jodidos y encima ha vuelto la lluvia".
Este domingo, en Catarroja hay overbooking de donativos de ropa, agua y comida, como así lo demuestra la petición que le hace un vecino al convoy solidario procedente de Murcia: "Por favor, en la gasolinera no descarguéis nada más porque no sabemos qué hacer con todo lo que nos está llegando". "No hace falta nada más, estamos colapsados".
Este vecino, equipado con un peto reflectante que le identifica como voluntario, como tantos otros que se ven por las calles de Catarroja, demostrando que hay más indios que jefes, insiste en su advertencia: "Si dejáis comida dentro del lavadero que hay libre, no sabemos quién se la llevará, y la ropa le hemos tenido que amontonar en la zona de la gasolinera para que no se moje ni se manche de barro".
Pasados unos minutos, se acerca otro vecino para pedirle los palés del remolque al gerente de Torrecotrans, Joaquín Contreras, en vez de comida o agua. "Necesitamos los palés para hacer palanca", subraya este afectado por la DANA. Tal petición deja ojiplático al dueño de esta empresa de transportes de Las Torres de Cotillas, cuando hay más de 3.000 hogares que siguen sin luz y sin recibir ayuda básica en Paiporta, Sedaví o Aldaia, a pesar de que la DANA comenzó el pasado martes.
Esta gasolinera de Repsol parece un almacén de Mercadona, con botellas de agua, zumos, conservas y paquetes de leche apilados en los lavaderos de los coches; cajas de comida entre los surtidores; una 'sección textil' y un par de mesas plegables donde la Fundación Ayuda Una Familia reparte raciones calientes de comida. Tal escena contrasta con lo que ocurre enfrente, en el Barrio 8 de Marzo, donde los bomberos achican agua de bajos, efectivos de Cruz Roja atienden a afectados por la DANA y la UME precinta la puerta de un garaje porque ha localizado un cadáver.
El colofón a este panorama que se repite en bucle en la Comarca de L’Horta, con un interminable paisaje de color sepia, a base de lodo y barro, lo pone una chiquilla, sentada en una silla de playa, con la mira totalmente ida mientras se aferra a un juguete: lo único que le queda. La pequeña luce una máscara, como las utilizadas en la pandemia de coronavirus, para evitar el olor a cieno y los problemas de salud que puede generar el agua estancada, incluso la descomposición de los cadáveres de las víctimas que siguen desaparecidas y cuyo listado asciende a 2.500.
Juan Pedro Belando, dueño de la empresa Carrozas y Juguetes Belando, tiene claro que quiere que el cargamento solidario del convoy llegue a quien lo necesita: "Yo no voy a descargar en esta gasolinera". De modo que este empresario localiza a una vecina de Alfafar que ha recurrido a Facebook para pedir ayuda, cansada de pedir auxilio a través de teléfonos oficiales -como el 112-. "Está aislada en su casa sin comida".
Es el momento crítico del convoy desplazado a Catarroja y escoltado por un coche del SEM–Protección Civil de Murcia. Hay que separarse para buscar puntos de descarga efectivos, para no abandonar a su suerte un cargamento con 8 toneladas de productos básicos. La expedición lleva una hora y trece minutos estancada en la gasolinera, con el riesgo que entraña porque se prevén lluvias de hasta 100 litros por metro cuadrado.
De modo que la furgoneta y la camioneta de Carrozas y Juguetes Belando se dirige a Alfafar, a riesgo de quedar encallados en cualquier calle. A los ocupantes del camión de prácticas de la Autoescuela Grupo 98 de Murcia, les ofrecen dejar su cargamento en una iglesia evangélica de Catarroja y los conductores de los dos camiones -junto al periodista- le preguntan a unos miembros de la UME dónde podemos encontrar un almacén, acorde al tamaño de la carga: 14.000 kilos por cada remolque.
"Podéis ir a un banco de alimentos que hay en Picaña o a Picassent". Sin embargo, solo unos segundos después, la UME no informa de que "Picassent está lleno". Lo que lleva tanto al gerente de Torrecotrans, Joaquín Contreras, como a su esposa, Cipriana Martínez, a lanzar una conclusión lapidaria: "Esto es un caos organizativo".
El destino quiere que el convoy llegue a buen puerto. Tanto es así que en la gasolinera Repsol de Catarroja se encuentra Marise García Llop, coordinadora de la Fundación Ayuda Una Familia, y se acerca a los camioneros para ofrecerles su almacén logístico en el Polígono Industrial Fuente del Jarro en Paterna. Parece que la odisea llega a su fin.
"En estos días estamos viendo que hay muy poca organización, y al no haber organización, cada uno va haciendo lo que puede y como puede. Entonces, esto es una catástrofe total", reflexiona la coordinadora de Ayuda Una Familia, cuya fundación prepara a diario 1.000 raciones de comida para inmigrantes e indigentes de Valencia; lleva comida a poblados chabolitas, actúa como cocina central de 5 organizaciones y ayuda a otras 46 ONGs que atienden a familias en riesgo de exclusión social.
Los 17 kilómetros que nos separan de Paterna hay que recorrerlos a contrarreloj porque no deja de llover y el camino de vuelta a Murcia son más de dos horas -con controles de la Guardia Civil-. De forma que los camiones de Torrecotrans se adentran por la V-30, la misma autovía que el pasado martes se convirtió en una ratonera mortal, para cientos de conductores que se vieron sorprendidos por una lengua de agua.
El paisaje hasta llegar al polígono es apocalíptico, con coches destrozados por la DANA y en algunos casos, desvalijados por los delincuentes, señales de tráfico arrasadas, casas derruidas por la fuerza del agua... Todo ello, salpicado por la presencia en algunos tramos de voluntarios con chalecos reflectantes que se juegan el pellejo, caminando por el arcén de la carretera, de vuelta a la capital del Turia, tras haberse desplazado a pie pertrechados de escobas, rastrillos y palas, para ayudar en las tareas de limpieza de los pueblos de la Comarca de L’Horta.
Al llegar al centro logístico de la Fundación Ayuda Una Familia, la lluvia se intensifica, acompañada de relámpagos. El británico Connor reclama a voces que desplieguen una cadena humana para acelerar la descarga: "¡Primero vaciamos un camión y luego el otro!" A las 19.43 horas, se logra el objetivo y comienzan a clasificar dentro del almacén los 28.000 kilos del cargamento: comida, leche, agua, conservas, pañales, productos de limpieza...
- ¿Qué se hará con estos productos?
- Marise García Llop: Están trayendo muchos pañales para bebés y botes de judías o lentejas, pero la gente no tiene dónde cocinar comida caliente. Se necesita más organización [por parte de las autoridades políticas], para decir qué productos hacen falta en cada población, ya que en algunos pueblos ya no necesitan agua. Lo que más quieren los afectados es comer algo caliente porque hay mucha humedad y están pasando frío.
Normalmente, la fundación prepara 1.000 raciones a diario, pero desde que estalló la DANA repartimos unas 4.000 raciones de comida a vecinos de Alfafar, Paiporta, Algemesí, Catarroja y Aldaya, a pesar de los problemas que nos ponen para entrar a los pueblos.
- ¿A qué achaca esta falta de organización en el reparto de ayuda?
- Yo pienso que el Gobierno debería haber habilitado puntos para ayudar. Nosotros hemos pedido naves para acondicionar y que desde allí salgan nuestras furgonetas de reparto, pero nadie nos ha ofrecido ninguna nave. El Gobierno no ha hecho nada.
Casi sin tiempo para despedirse, los dos transportistas, Joaquín y José Manuel, acompañados de sus respectivas parejas, Cipriana y Santi, salen corriendo hacia sus camiones para no quedarse atrapados en Valencia. "Arrimando el hombro saldremos adelante", subraya uno de los 150 voluntarios de la Fundación Ayuda Una Familia, estrechando la mano a los miembros del convoy murciano para mostrar su gratitud.
El camino de vuelta está marcado por las sirenas de los vehículos de emergencias, patrullas policiales, ambulancias y bomberos que se vislumbran a ambos lados del río Turia, cuyo caudal es un lodazal.
A las 20.36 horas del domingo, en nuestros móviles se enciende una alerta masiva que acaba de mandar la Generalitat valenciana porque la DANA vuelve a sembrar el pánico. José Manuel acelera para llegar lo antes posible al punto de encuentro de toda la expedición: una venta en La Font de la Figuera. Al llegar, sentado en una mesa, aguarda el equipo que iba con el empresario Juan Pedro Belando, dueño de Carrozas y Juguetes Belando.
- ¿Cómo les ha ido en Alfafar?
- Juan Pedro Belando: Nos hemos metido por calles en las que pensábamos que no podríamos salir para repartir comida en mano a vecinos, entregarles cubos de fregona... Dos mujeres se han llegado a pelear por una escoba, pero al final no ha pasado nada. Les hemos dado comida a unas 60 familias. Antes de irnos, los vecinos han empezado a aplaudirnos y gritarnos: '¡Viva Murcia!' La verdad es que me he emocionado.