Todos se parecen pero no toda la ultraderecha es igual: qué separa a Orbán, Le Pen, Meloni o Abascal
Rusia es el gran cisma para los ultras, que también difieren en el modelo económico o el discurso social. Ahora aspiran a limar sus diferencias.
26 mayo, 2024 02:28La gran estrella invitada al acto con el que Vox arrancó el pasado domingo la campaña de las europeas no se presenta a las elecciones. Ni siquiera vive en este continente. El presidente argentino, Javier Milei, es el nuevo héroe para la extrema derecha hispánica, pero a ese mismo evento acudió también una de las tradicionales divas del nacionalismo radical europeo: la francesa Marine Le Pen. La líder de la Agrupación Nacional fue aclamada hasta llegar a la tribuna, pese a las grandes divergencias que la separan de Santiago Abascal y los suyos.
Ya desde el atril la política francesa, que dobla en las encuestas a su más inmediato perseguidor -el partido del presidente Emmanuel Macron-, admitió que existen “diferencias de apreciación” entre el modelo que ella plantea y el de algunos de sus hipotéticos aliados. Aunque resaltó que todos tienen “una visión compartida de Europa”. Le Pen, sin embargo, ha sido una de las principales defensoras en la UE del presidente ruso, Vladimir Putin, algo que la aleja de otros líderes ultraconservadores en el continente. Empezando, teóricamente, por Vox.
En los últimos años han sido muchas las nomenclaturas que se han usado para definir a estos grupos: derecha radical, extrema derecha, soberanistas, identitarios, ultraconservadores… Lo cierto es que en esa amalgama de movimientos existe un amplio abanico de variedades, tanto a nivel global como en cuanto a las particularidades nacionales de cada uno. Hasta ahora, en el Parlamento Europeo todos estos partidos se han sentado en dos bandos diferentes: el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR por sus siglas en inglés) e Identidad y Democracia (ID).
Por citar sólo a los más significativos, en Identidad y Democracia están la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, la Liga del italiano Matteo Salvini, el Partido de la Libertad del holandés Gert Wilders o la AfD alemana. Con sus matices y sus propias discrepancias internas, en los últimos años estos partidos se han presentado como euroescépticos, filorrusos y han dirigido su discurso hacia las clases más empobrecidas. En el ECR destacan Vox, Hermanos de Italia de Giorgia Meloni y el Partido Ley y Justicia (PiS) del polaco Jarosław Kaczynski. Estos últimos son claramente atlantistas y centran su mensaje en la moral y las tradiciones.
Rusia, el gran cisma
Todas las demás divergencias quedaron eclipsadas cuando el Kremlin decidió invadir Ucrania en 2022. En ese momento la brecha entre los partidos prorrusos y los seguidores de la OTAN se hizo más acusada que nunca. Sin embargo, esa disputa interna entre la derecha radical ahora parece más próxima a cerrarse tras haberse decantado de quienes están del lado de la tradicional alianza atlántica entre la UE y Estados Unidos, plasmada en la OTAN. En el conflicto entre Israel y Palestina, hay pocas fisuras en estos grupos en cuanto al apoyo a Tel Aviv.
La presencia de Marine Le Pen en el mitin de Vox puede interpretarse como una forma de expiar los pecados de su padre [Jean Marie Le Pen, quien fundó el Frente Nacional], que en su momento fue acusado de antisemitismo, y también de quitarse ese estigma de ser considerada la mayor aliada de Putin, algo que nunca ha gustado a la derecha radical estadounidense", considera Guillermo Fernández, investigador en la facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid y autor del ensayo 'Qué hacer con la extrema derecha en Europa. El caso del Frente Nacional' (Contextos, 2019). Le Pen encabeza tanto las encuestas de las europeas como las de las próximas elecciones nacionales en su país y "su intención es presentarse como una derecha de Gobierno”.
« En Espagne, en France, comme dans toute l’Europe, faisons du 9 juin le premier jour pour faire revivre l’Europe. Vivement le 9 juin ! »
— Marine Le Pen (@MLP_officiel) May 22, 2024
Retrouvez mon discours lors de la convention #VIVA24 organisée par @vox_es à Madrid ⤵️ pic.twitter.com/1XGPR7vij2
Sólo dos días después del acto de Vox la Agrupación Nacional de Marine Le Pen y la Liga de Matteo Salvini anunciaron que rompían con la AfD alemana tras unas declaraciones de un candidato de este partido, llamado Maximilian Krah, en las que decía que no todos los miembros de las SS nazis eran criminales. La AfD fue expulsada poco más tarde del grupo Identidad y Democracia. Más allá de la gravedad de las declaraciones de su dirigente, tras esa decisión está el viejo deseo de agrupar a toda la extrema derecha en un solo grupo en el Parlamento Europeo o al menos formar uno más numeroso.
“La AfD se ha convertido en un partido tóxico, pero vemos cómo otras fuerzas que estaban con ellos se están moviendo en otra dirección. Tras las elecciones va a haber un terremoto a la derecha del Partido Popular y si consiguen agruparse pueden convertirse en la segunda fuerza del Parlamento, por encima incluso del grupo socialista”, consideran fuentes de la presidencia del Partido Popular Europeo (PPE) consultadas por EL ESPAÑOL.
Pactar o no pactar
Aquí se abre el otro gran debate para la derecha moderada comunitaria: establecer un cordón sanitario con los ultras, como hasta ahora había defendido la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen; o pactar con ellos -al menos, no ignorarlos- como propugna el presidente del PPE, Manfred Weber. Curiosamente, ambos alemanes, conservadores y partidarios de dejar a un lado a la AfD, el principal partido de la extrema derecha alemana. “Las líneas rojas para entendernos con ellos son que no sean pro Putin o antiucranianos, que no defiendan el Estado de derecho o que planteen posiciones antieuropeas”, insisten desde la presidencia del PPE.
Uno de los actores clave tras estas elecciones será el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que aspira a entrar en el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos tras haber sido expulsado hace años del PPE y haber pasado el resto de la legislatura entre los no inscritos. Pero las sanciones de la UE a su país por aplicar medidas para controlar las instituciones y sus evidentes simpatías con Putin lo penalizan. Y es ahí donde surge la figura de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, como la gran líder europea que aspira a gobernar a toda la derecha más allá del PPE.
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Desde que en octubre de 2022 llegó al Gobierno italiano, Meloni, líder de un partido cuyo origen está en un movimiento de inspiración posfascista, se ha preocupado en defender los postulados de la UE y de cultivar sus relaciones con Estados Unidos, sobre todo con los sectores más conservadores de aquel país. Ese posicionamiento la avala como referente tanto para los ultras como para la derecha más moderada, que muestra pocos reparos a pactar con ella. De hecho, su partido, Hermanos de Italia, ya ha desplazado de facto a la derecha clásica en Italia, primero canibalizada por la figura de Silvio Berlusconi y después descabezada tras su muerte.
Ursula Von der Leyen no oculta sus buenas relaciones con Meloni y la deja fuera del espectro ultra. "Ella es claramente proeuropea, está contra Putin, ha sido muy clara en eso, y está a favor del Estado de derecho", dijo la alemana este jueves en un debate entre candidatos a estas elecciones. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, secunda esta postura al afirmar que Hermanos de Italia no le parece "un partido homologable a otros que se consideran de extrema derecha en Europa".
El eurodiputado Denis Nesci, de Hermanos de Italia, admite por correo electrónico que existen “diferentes sensibilidades en algunos temas” con otras fuerzas, “entre los que destacan la Alianza Atlántica y la cuestión ruso-ucraniana”. Y ante las viejas discrepancias de su partido sobre la idea de la UE, defiende "un europeísmo que tenga en cuenta las prerrogativas de cada país miembro". Es decir, un nacionalismo adaptado a las reglas del club comunitario.
Nesci asegura que las alianzas se verán tras las elecciones y les corresponden a los líderes de su partido. Y en cuanto a sus socios españoles, recalca que “las relaciones con Vox son óptimas”, pese a que esta vez Giorgia Meloni no acudiera presencialmente -como sí ha hecho en otras ocasiones- al acto del partido de Santiago Abascal en Madrid, en el que se limitó a mandar un vídeo de apoyo.
“Ella es claramente la persona que hay que tomar como referencia. En Vox hubo tensiones entre los partidarios de una economía más controlada por el Estado y los más liberales, que terminó con todos estos últimos fuera. Pero todavía no se ha resuelto el dilema entre los filorusos y los más proeuropeos, por lo que hay que elegir a quienes se alejan de Putin”, señala un exdiputado de Vox que prefiere no ser identificado.
Liberalismo vs Estado
Más allá de la distancia o la amistad con Putin, esas tensiones internas que cita el exdiputado de Vox surgen también entre el conjunto de partidos europeos que conforman el universo ultra. Incrementadas, además, por las características particulares de cada país. “De nuevo la brecha más grande la representa Marine Le Pen, defensora de lo que llamaríamos un Estado del bienestar chovinista en el que lo público y el proteccionismo económico tienen un papel muy importante”, ilustra Guillermo Fernández.
El protagonismo de los sindicatos en Francia y del antiguo proletariado propicia que la líder la Agrupación Nacional haya incidido en este mensaje, condenando el “globalismo” y defendiendo un nacionalismo económico férreo, lo que le ha permitido conquistar el voto en tradicionales bastiones comunistas. En su apogeo, el italiano Matteo Salvini copió el discurso lepenista, aunque según han pasado los años y se ha ido apagando su estrella se ha impuesto de nuevo el modelo más puramente empresarial del norte de Italia que ha dominado tradicionalmente en la Liga.
Más allá de estos partidos y de algún otro ejemplo minoritario, se impone una línea económica que apuesta por el liberalismo y la desregulación. Tal sería el caso de Vox, Hermanos de Italia, el Partido de la Libertad de Wilders, la extrema derecha de los países nórdicos o el Fidesz de Viktor Orbán. Cada uno con sus matices y sus discrepancias internas.
El discurso social
Pero si el discurso económico contrario a la globalización fue una de las principales cartas de Le Pen, como también lo fue de Donald Trump con su Make America Great Again, para la mayoría de fuerzas que conforman el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos su fuerte ha sido una agenda social tradicionalista. De hecho, estos partidos bien podrían llamarse ultraconservadores. Hermanos de Italia, el PiS polaco o el Fidesz de Orbán se han presentado como los guardianes de las raíces cristianas de Europa, con la defensa de la familia tradicional, una oposición radical al aborto o a las reivindicaciones del movimiento LGTBI+. “Ese es también nuestro lugar”, opina el exdiputado de Vox. Y ahí se alinea, sin resquicios, el partido de Abascal.
La AfD alemana o la Liga en Italia no orientan tanto sus mensajes en este sentido, aunque sí es más palpable una batalla contra el feminismo. Todo lo contrario, de nuevo, que Marine Le Pen, quien se manifiesta a favor del matrimonio igualitario, ha enarbolado banderas LGTBI+ y defiende una especie de “feminismo nacional”, como califica Guillermo Fernández. Estos aspectos encajan dentro de los valores republicanos, indisolubles a la cultura francesa, y Le Pen los antepone ante lo que califica como “invasión migratoria”. Quienes atentan contra estos principios serían los inmigrantes.
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La inmigración
Éste es quizás el elemento que más une a toda la galaxia ultraderechista. Le Pen, Meloni, Wilders, Salvini, Orbán o Abascal se erigen como los defensores de una patria en peligro ante la amenaza, no tanto migratoria sino musulmana. Todos coinciden en ello, aunque probablemente quien haya llegado más lejos ha sido Wilders, que llegó a proponer la prohibición del Corán y el cierre de mezquitas en Países Bajos. Curiosamente, durante las negociaciones de los últimos meses para formar gobierno en su país ha abandonado estas posturas para ofrecer una imagen más moderada. También la mayoría comparten, en mayor o menor medida, un cierto escepticismo ante las políticas medioambientales.
Esa era, quizás, la “visión compartida de Europa” que defendía Le Pen ante los seguidores de Vox. “Independientemente del resultado, esa influencia cultural, política y social de estos partidos ya se nota en las políticas migratorias, medioambientales o agrícolas -tras las protestas del campo en toda Europa- que han aplicado también otras fuerzas políticas”, valora Guillermo Fernández. Si las previsiones se cumplen, Vox aumentaría su presencia en el Parlamento Europeo, el resto de ultras se verían reforzados y -quién sabe- si ganarían influencia con un grupo más compacto en la próxima legislatura.