La pesadilla en la casa de los menores de Castro Urdiales: "Se oían gritos e insultos constantemente"
El padre acude de nuevo al lugar en el que su mujer fue asesinada por sus hijos. El chico de 15 años, autor material del crimen, denuncia malos tratos.
10 febrero, 2024 03:32Son cerca de las dos de la tarde de este viernes cuando un coche de color granate se acerca a la entrada del chalet donde un par de días antes dos niños de 15 y 13 años presuntamente asesinaron a su madre. En realidad, no han pasado ni 48 horas. Los hechos ocurrieron la noche del miércoles, mientras J., el marido de Silvia y padre de los críos, cumplía con su turno en una empresa que se dedica a la construcción de vías férreas en Llodio (Álava). Apenas ha tenido tiempo para asimilar qué pasó, pero del coche se baja él, J., visiblemente desmejorado y sin saber muy bien cómo reaccionar.
Por segunda jornada consecutiva los reporteros y cámaras de televisión hacen guardia a unos metros del inmueble, frente al garaje en el que fue encontrado el cuerpo. El acceso a la vivienda se halla unos metros más arriba, subiendo una pequeña cuesta, y nadie cuenta con que el padre o la abuela de los niños, que también vive en la misma línea de adosados, vuelvan a su casa.
El hombre no se dirige a su puerta, precintada por la Guardia Civil, sino que abre otra más al fondo, probablemente la de su suegra, que no se encuentra en el interior. En el coche van dos mujeres que sólo asienten al preguntarles si son policía judicial, pero rechazan explicar si J. va a permanecer allí por mucho tiempo o no. Una de las agentes se encoge de hombros.
[El menor de 15 años de Castro Urdiales confiesa que mató a su madre, pero que sufría malos tratos]
La llegada del hombre interrumpe una conversación con una vecina que vive también en esta hilera de chalets con un pequeño patio privado comunitario. “Desde mi casa se oye todo y te puedo decir que los gritos y las riñas eran constantes. Y no son algo reciente, desde hace mucho tiempo escuchaba a la madre gritar a y a los niños llorar”, explica la vecina.
Esta mujer vive aquí desde hace cerca de 20 años y ha visto a los pequeños crecer, en paralelo con los suyos. “Hace años celebrábamos incluso los cumpleaños de los niños juntos. Y ellos eran muy normales, una familia como cualquier otra. Venían sus tíos y más gente. Pero con el paso del tiempo, la madre los fue encerrando en casa. No los dejaba salir ni a la puerta, donde juegan los demás niños. Y ya ves que no hay ningún peligro, que por aquí no pasa nadie. El mayor era muy calladito, muy retraído, y mira cómo ha explotado todo”, relata la mujer.
Según este testimonio, era siempre a Silvia, la mujer asesinada, a quien se escuchaba gritar. Y las discusiones no alcanzaban sólo a los niños, también a J., su marido y padre de los muchachos. “De verdad, que no me ha extrañado cuando he visto la noticia”, sentencia la vecina.
- Lo que ha pasado parece muy difícil de explicar por mucho que lo pongamos en contexto.
- ¿Tú has leído el testimonio de los chicos? Pues eso.
Denuncias de malos tratos
Lo que declaró el mayor, el crío de 15 años, ante un fiscal de menores es su responsabilidad como autor material de la muerte de su madre, a la que acusa también de presuntos malos tratos. En su testimonio, el pequeño habló de violencia física y verbal reiterada, que se venía repitiendo desde hacía años. Aunque el detonante de la discusión que precedió al crimen pudo ser un reciente suspenso en el colegio.
Según su versión, hubo un momento en el que la madre lo zarandeó, a lo que su hermano, de 13 años, respondió abalanzándose sobre la madre, que cayó al suelo. En ese momento, el mayor le asestó una puñalada mortal en el cuello, de donde la mujer comenzó a sangrar abundantemente.
Los chicos le quitaron la ropa a la madre y se desvistieron ellos mismos para tratar de limpiar la sangre de la cocina. Le pusieron una bolsa en la cabeza a Silvia, bajaron el cadáver al garaje y tras intentar huir en coche se estamparon contra la pared al no saber conducir. Horas después los menores fueron arrestados tras una huida imposible.
El relato de los hechos, extraído de la confesión del presunto autor del crimen, apareció publicado en el periódico ‘El Debate’ la noche del jueves. Nadie sabe si la revelación de que el menor actuó tras una pelea con su madre, a la que acusa de malos tratos reiterados, es cierta o se trata de una coartada para intentar justificar de algún modo el asesinato. Pero horas después todo Castro Urdiales ya había leído la noticia y las versiones de los allegados comenzaban a coincidir con la nueva descripción del crimen. O había quienes las hacían coincidir para encontrar una explicación, tampoco esto se puede llegar a contrastar.
Silencio en el colegio
Una pareja que lleva a sus hijos al mismo colegio que los niños implicados en el homicidio sostienen que “otros padres ya habían comentado que alguna vez los críos habían llegado a casa señalados, con signos de violencia”. En el Menéndez Pelayo, un colegio privado de carácter religioso, nadie quería hacer declaraciones. Ni dirección, ni profesores, ni padres. Incluso uno de estos últimos llamó este viernes a la Guardia Civil para que ahuyentara a los periodistas que se arremolinaban en las inmediaciones.
El día anterior el centro educativo había mandado una circular a los padres en la que no sólo informaba de la cancelación de los actos del carnaval, sino que pedía también “discreción y respeto en estos momentos” al entorno de los alumnos. “La clave ahora está en saber si desde el colegio sabían que los niños sufrían malos tratos y no hicieron nada, como se ha publicado”, asegura la pareja citada cuyos hijos acuden al Menéndez Pelayo.
Ellos también conocían a Silvia y a J: “Ella era muy, muy religiosa, todo eso es cierto. Y con él no estamos tan seguros, porque era muy callado, muy tímido y siempre lo veíamos con la mujer y los niños”.
Silvia, responsable de la educación
J. llevaba algo más de un año trabajando en una metalúrgica de Llodio dedicada a la construcción de vías férreas. Se trata de una compañía multinacional y antes el hombre había estado empleado en una planta que tiene la misma empresa en Francia, donde permanecía de lunes a viernes para regresar a casa los fines de semana.
Silvia, celadora en el Hospital de Cruces de Barakaldo (Vizcaya), era entonces la que se hacía cargo a diario de los chicos. De su cuidado y su educación. Aunque esa situación ya había pasado y ahora J. sólo tenía que hacer media hora en coche para ir y venir desde su puesto de trabajo a casa.
Ese miércoles le tocaba turno de noche, como ocurre periódicamente. Estaba en Llodio cuando le sonó el teléfono. Primero fue que habían encontrado el cadáver ensangrentado de su mujer en el garaje. Y más tarde que sus hijos acababan de ser detenidos como presuntos autores del crimen.
El hombre no había vuelto a aparecer por el lugar de los hechos hasta este viernes. Allí permanecen los recuerdos todavía vivos. El mayor de los niños permanecerá en un centro de internamiento cerrado al menos durante seis meses, mientras que el pequeño puede volver con su familia o quedar en manos de los servicios sociales. Queda mucho trabajo de psicólogos y asistencia familiar. Pero tarde o temprano esos recuerdos también serán corpóreos, cuando vuelva a encontrarse con sus hijos.