“Tranquilos, no os preocupéis, ya nos habéis encontrado. A partir de ahora haremos todo lo necesario para conocer bien a vuestro hijo y ayudarle”. Así, con dulzura, Carmen Lázaro responde a los padres que llaman cada día a su asociación en busca de ayuda; en busca de oxígeno. Ellos sienten que la situación les ha desbordado porque son padres de niños con altas capacidades intelectuales y que están sufriendo por no saber cómo gestionarlas. Y ahí está Carmen, la primera en ser esa voz amiga que les abre el mundo a las personas con altas capacidades para conocerse, entenderse… y solucionar sus posibles problemas.
Lo hace a través de un simple teléfono. No necesita más. Ella es la telefonista de la Asociación Sin Límites Aragón, la que está haciendo más ruido en España a causa de la precaria situación de los niños con altas capacidades en dicha comunidad autónoma. Y Carmen Lázaro (Daroca, Zaragoza, 1965) es una pieza fundamental en todo ello. Aparte de socia fundadora, es el “ángel de la guarda” de las personas con altas capacidades, como la apodan en la propia asociación por ser esa primera “voz amiga” que alivia a las familias. “Aunque me da un poco de vergüenza ese apodo. Yo no soy nada de eso. El mérito es de toda la asociación, porque mi labor no es individual, sino de todos”, reconoce, con humildad, a EL ESPAÑOL.
Carmen Lázaro, en todo caso, es la puerta de entrada de cientos de familias con hijos con altas capacidades y también de adultos. “Empecé a computar las llamadas hace unos tres años y, desde entonces, solemos superar las 400 llamadas de nuevas personas que piden ayuda al año. Este año superaremos las 500 tal y como vamos”, explica Carmen a este medio. Pero detrás de cada llamada hay un drama. Una situación límite. Una coyuntura de preocupación. Unas circunstancias como la que han vivido, por ejemplo, los Gargallo, los Fernández de Castro, los Gimeno o los Fonseca.
“En todos los años que llevo, nadie me ha llamado nunca diciéndome 'mi hijo es muy listo y quiero hacer cosas con vosotros', sino lo contrario. Los padres de niños con altas capacidades intelectuales me llaman preocupados y con desazón. De hecho, el factor común es la desesperación. Suelen haber tocado todas las puertas (psicólogos, profesores, etc.), pero sus hijos sufren por no saber gestionar sus capacidades… Yo les escucho, les entiendo y ya pensamos la manera de empezar a actuar”, explica Carmen, que ya lleva más de 20 años realizando esta labor de forma absolutamente voluntaria. Trabaja sus ocho horas por las mañanas y las tardes las dedica a esta labor altruista sin cobrar ni un euro.
Pregunta.– Carmen, ¿hay factores comunes en los niños con altas capacidades que puedan darnos pistas de que lo son?
Respuesta.– Son niños que pueden tener picos emocionales. En el cole se pueden sentir incomprendidos y poco respetados. Son niños que necesitan ser respetados en su diferencia, pero pueden sentirse ninguneados por su sed de saber. Los profesores les pueden decir “ya sé que lo sabes”; “no interfieras”; “no distraigas”, etc… Pero son niños que lo que quieren es saciar su curiosidad y estar en esos contextos les genera frustración y, luego, al llegar a casa, al encontrarse en un contexto seguro, es cuando estallan llegando a comportarse mal en ocasiones. Cuando las familias me explican lo que les ocurre, yo les digo: “Tener altas capacidades no es ser inteligente, sino que es una manera de estar en el mundo”. Ahí se derrumban porque se sienten identificados.
Carmen, voluntaria y madre
Ella misma sabe lo que es ser madre de una persona con altas capacidades intelectuales. Así comenzó la historia de Carmen Lázaro como “ángel de la guarda” de estos niños y adultos y su historia de altruismo en la asociación. Todo empezó cuando su hijo Manuel tenía ocho años e iba al colegio público. “Tuvimos la suerte de que una profesora me llamó a una tutoría y me explicó que mi hijo podía ser superdotado, que era el término que se utilizaba en entonces. Me invitó a hacer una valoración externa al centro para comprobar si era así”, recuerda Carmen.
Fue cuando ella acudió con el pequeño Manuel a la Asociación Española de Niños Superdotados (ASENID), ya extinta, y le hicieron una valoración. Se confirmaban las sospechas: Manuel superaba la media. “El curso siguiente llegó una nueva orientadora al colegio. Era joven y tenía ganas de trabajar. Le hizo otra valoración y, gracias a ello, le reconocieron las altas capacidades a mi hijo. A partir de ese momento, salía del colegio unas horas a la semana con una profesora para realizar actividades acordes con sus capacidades”, explica Carmen.
Ahora, su hijo va a cumplir 30 años y trabaja en Madrid. Y aunque Carmen siente que tuvo algo de “suerte” en su caso, desde Sin Límites Aragón explican que no es tan frecuente la identificación de los niños y la cobertura de sus necesidades educativas especiales. Según reconoce Beatriz Urriés, vicepresidenta de la asociación, España tiene una asignatura pendiente en identificación de personas con altas capacidades a nivel general: “El propio Ministerio dice que el 10% de la población española tiene altas capacidades, lo que significa que habría 4,8 millones de personas que las tienen. En el caso de los menores, habría unos 820.000 niños, pues la población escolarizada es de 8,2 millones, pero sólo tienen reconocida esta condición 46.230 niños.”
Por esta carencia estructural nacieron muchas asociaciones de apoyo a estos niños y estas familias. Así se originó de Sin Límites Aragón, que inició su andadura a principios de este siglo. Desde entonces, han sido muchos los voluntarios que han pasado por las filas de esta asociación, “como Pepa, Luz, Bea, Alejandro”, recuerda Carmen la labor de sus compañeros. Pero de aquellos socios fundadores sólo quedan Andrés Alonso y ella misma, la socia número 7 y una de las alma mater de la asociación.
[La complicada vida de los Fernández, la familia de 4 miembros con altas capacidades intelectuales]
Adultos y 'superdotados'
Carmen Lázaro, además, cuenta que tras tantos años de trayectoria voluntaria muchas personas o familias con altas capacidades intelectuales siguen llamándola, pero en calidad de “agradecimiento”. “Los que más me llaman son los adultos que, gracias a conocernos, se dieron cuenta de que tenían altas capacidades intelectuales y, por eso, a veces no encajaban bien o se sentían extraños en sus vidas”, dice Carmen.
Este es otro perfil, el de personas de entre 20 y 45 años que contactan con Sin Límites Aragón y, una vez más, ahí está Carmen como esa primera “voz amiga”. “Mi experiencia me dice que estos adultos acuden a nosotros cuando tienen una pareja y ésta les anima a dar el paso. Al principio, llaman con vergüenza, pero tras conocerse completan el puzle de sus vidas. Completan esa última ficha y todos les empieza a encajar”, concluye Carmen Lázaro.
Pero según ella, insiste, “la labor no es mía, sino de toda la asociación. En más de 20 años hemos pasado buenos y malos momentos, pero hemos podido ayudar a muchos niños y adultos con altas capacidades intelectuales y con eso es lo que nos quedamos”, sentencia Carmen Lázaro, el “ángel de las altas capacidades”.
Ahora, no obstante, la labor de Sin Límites Aragón no para. Su lucha sigue para que Aragón reconozca a más niños en esta situación o, también, emprenden proyectos de investigación –junto a la Universidad de Zaragoza y LATVIJAS (Consejo de Directores de Instituciones Educativas Deportivas de Letonia– financiados con fondos de la Unión Europea como el No Limits, Sports for Gifted Youth, con el objetivo de estudiar la relación existente entre las altas capacidades intelectuales y el deporte. Y, Carmen Lázaro, como siempre está al pie del cañón en cada uno de ellos.