Carmen y Miguel Gargallo son hermanos y los dos tienen altas capacidades intelectuales. Ambos, de 11 y ocho años, respectivamente, tienen un hermano menor, de cuatro, que “parece que también las tiene”, explica a EL ESPAÑOL la madre de los tres niños. Pero lejos del prejuicio que tiene la gente sobre “la suerte que tenemos por tener tres niños tan listos, lo cierto es que no es fácil ni identificarlos ni educarlos en España”.
Aunque Ana Hostaled reconoce que “no cambiaría a sus hijos por nada del mundo”, destacando lo “maravillosos que son”, lo cierto es que buscar su felicidad y estabilidad educativa no ha sido un camino de rosas. Tanto ella como el padre de los menores, José Miguel Gargallo, han tenido que enfrentarse a malos momentos en los que no sabían qué les ocurría a sus hijos o cómo ayudarles.
Este drama no sólo les afecta a estos niños turolenses, sino también a casi 41.000 menores con altas capacidades –anteriormente conocidos como superdotados– identificados en toda España, según los últimos datos recogidos por el Ministerio de Educación y Formación Profesional. “Pero hay más, porque el propio Ministerio dice que el 10 % de la población española tiene altas capacidades, lo que significa que hay 4,8 millones de personas que las tienen. En el caso de los menores, hay unos 820.000 niños, pues la población escolarizada es de 8,2 millones”, explica a este diario Beatriz Urriés, vicepresidenta de la Asociación Sin Límites Aragón.
Como ven, hay un desfase importante entre las cifras oficiales y el número de niños con altas capacidades que viven en España. Se debe a las “dificultades por identificarlos, porque se acaba volviendo la última prioridad de los orientadores escolares debido a la carga que tiene este departamento”, se queja Hostaled, la madre que ha luchado por el reconocimiento de las altas capacidades de sus hijos con miras a buscar su bienestar.
El caso de Carmen Gargallo
La lucha de esta madre y de José Miguel Gargallo, en este sentido, inició a los pocos años de vida de Carmen, su primogénita. “Desde muy pequeñita, siempre fue una niña muy inteligente. Por ejemplo, antes de los cuatro años ya leía y escribía fluidamente. Los problemas empezaron a aparecer cuando empezó Primaria. Su profesora del CEIP Virgen del Pilar nos llamó a preguntarnos si la niña se acostaba tarde, o dormía bien, ya que se dormía en clase”, recuerda Hostaled.
Pero era de aburrimiento. Porque aún no sabían que Carmen era una niña con altas capacidades y necesitaba una educación que le motivara más. “Su profesora fue la primera persona que nos lo sugirió, pero nosotros, que teníamos la visión de que un niño con altas capacidades es muy ordenado, no lo teníamos muy claro porque Carmen es bastante despistada y no pierde el tiempo en organización. Pero existía la posibilidad…”, añade Ana Hostaled.
Y el cursó continuó y Carmen acabó desconectando por la diferencia entre su nivel académico y el de sus compañeros. “Acabó el curso sabiendo menos que al principio. Era preocupante”, indica su madre. Fue cuando, en octubre, ya iniciando 2º de Primaria, Ana y José Miguel, aconsejados “por unos amigos y familiares”, llevaron a su hija a un psicólogo infantil clínico. El profesional confirmó sus sospechas: Carmen era una niña con altas capacidades y recomendó la flexibilización de curso. O lo que es lo mismo, saltarse un año académico. Algo que no es fácil en ninguna comunidad de España y, particularmente, en Aragón, la comunidad autónoma en la que se identifican menos personas con altas capacidades y en la que precisamente viven Carmen, Miguel y Goyo.
“En este sentido, pedimos que se normalicen las flexibilizaciones. Nadie se lleva las manos a la cabeza cuando un niño repite de curso, pero sí cuando se solicita una flexibilización. Piden y cuestionan todo: ¿Les irá bien? ¿Se adaptarán bien emocionalmente?, etc. Y nadie se cuestiona tanto cuando el niño repite. En ningún caso pasa nada y en el de la flexibilización puede ayudar a los niños a estar motivados con sus estudios. Nosotros, en Sin Límites Aragón, hemos visto que los niños que flexibilizan se adaptan fenomenal emocional y académicamente. Esta medida puede ayudar a revertir datos como que el 60 % de los niños y adolescentes con altas capacidades acaban en fracaso escolar”, explica Urriés.
Era algo que los padres de Carmen no querían que ocurriera. De ahí su consecuente preocupación por la desconexión académica de la niña. Ella misma, con sus cortos 11 años, es plenamente consciente de ello. “En Primaria lo pasé muy mal, porque los profesores, a veces, no me daban la atención que necesitaba. Hasta que en 3º tuve la oportunidad de flexibilizar”, explica a este medio la menor, con una voz muy dulce y angelical, producto de su edad, pero con la convicción de una persona que es más madura que otra de 11 años.
Y así, gracias a CEIP Virgen del Pilar, situado en Calanda (Teruel), al diagnóstico de los psicólogos, a la entrega de sus padres y a su propia decisión, Carmen pasó de 3º a 5º de Primaria. “Para ella, ese curso fue maravilloso, porque tenía alicientes, cambiaba la metodología y, por ejemplo, por fin daba Historia, que le encanta”, resume su madre. Pero como ocurre muchas veces en la vida, era como una de cal y una de arena.
Segunda flexibilización
Llegó 6º y Carmen lo pasó aún peor “porque ella era consciente que lo que había en los libros era casi lo mismo que lo había en los de 5º”. Fue cuando volvió a dormirse en clase, a perder sus libros, a no hacer sus tareas… “Cuando ocurre eso, ella lo pasa realmente mal y nosotros por ella”, añade Ana Hostaled. Nuevamente, la solución fue flexibilizar: desde 6º de Primaria hasta 2º de la E.S.O.
“Esa medida se valoró al final del curso, pero creo que se podría haber tomado antes, porque mientras tanto, los niños con altas capacidades lo pasan mal y si hay que tomar medidas específicas como la flexibilización, no queda tiempo para poder preparar al alumno para la misma. Es muy lento el proceso entre la detección de las altas capacidades y la puesta en marcha de las soluciones, como la flexibilización de curso”, se queja su madre.
No obstante, Carmen ahora está en el Instituto, con tan sólo 11 años, y es feliz. “Está muy a gusto. Es la más pequeña del Instituto y la única que lleva mochila de ruedas, porque valora mucho su espalda, pero he de decirte que sus calificaciones son mejores que las de 6º y creo ha encontrado su sitio”, explica la madre de Carmen.
–Carmen, en tu clase hay niños mayores que tú, de 14 a 16 años, incluso. ¿Cómo te llevas con ellos? ¿Te sientes bien?
–He encajado más con ellos que con mis compañeros de 5º y 6º. Son más maduros y me gusta. Además, el Instituto me gusta mucho.
–¿Por qué?
–Porque cada asignatura la da un profesor, hay laboratorios, y el temario me gusta mucho…
–Carmen, me han dicho que tú misma habías querido hablar en este reportaje, ¿por qué has querido hacerlo?
–Porque hay mucha gente que le da miedo flexibilizar y quiero que sepan que puede salir muy bien. Yo, por ejemplo, estaba fatal y ahora estoy genial. Si es por los amigos, siempre puedes mantener el contacto. En mi caso, por ejemplo, mis mejores amigos siguen siendo de mi edad la mayoría.
Sus hermanos con altas capacidades
Pese a ello, lo cierto es que el caso de Carmen no ha quedado aislado en la familia Gargallo. “Es frecuente que en una familia haya varios hermanos con altas capacidades. Hay un factor genético”, explica Beatriz Urriés de Sin Límites Aragón. Eso, por ejemplo, también ocurre en su familia: sus dos hijos, de 15 y 12 años, también tienen altas capacidades intelectuales.
Pero volviendo al caso de los Gargallo, Miguel, de ocho años, también tiene estas altas capacidades. “Es otro tipo de perfil”, dice su madre, “es un perfil sensorial, mientras que el de Carmen es equilibrado”. En total, expone la Psicología, hay cinco grandes tipos. Pero el de Miguel es perfil sensorial, “con una sensibilidad y creatividad muy alta”. “Es un mito lo de que una persona con altas capacidades tiene siempre un alto rendimiento académico”, dice Ana Hostaled.
Miguel, en este sentido, no destacaba académicamente y no rendía cómo debía en el colegio, por lo que, en un principio se pensó que el menor tenía un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Pero cuando le practicaron las pruebas de diagnóstico, los especialistas determinaron que lo que tenía eran altas capacidades, al igual que su hermana Carmen. “Nosotros estábamos convencidos de que no y no queríamos valorarlo, pero al final accedimos y resultó que también las tiene”, dice su madre.
De momento, Miguel no ha flexibilizado porque “habría que trabajar el aspecto de la dispersión y atención”, pero lo que sí ocurre es que Miguel, según su madre, “ha tenido problemas de adaptación desde siempre. No tiene afinidad con sus compañeros y con ocho años está viviendo ya la adolescencia. Él, por ejemplo, se siente mejor con los otros niños con altas capacidades que acuden a la asociación Sin Límites Aragón”.
Esta asociación, de hecho, es la que lucha en Aragón por la situación del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (ACNEAE) en Aragón, una comunidad que, según dicen, “se despreocupa de ellos”. Por eso, los padres han llevado una batalla judicial contra el Gobierno aragonés porque en 2017 había 9.623 menores con necesidades específicas de apoyo educativo reconocidos, pero en 2018 la cifra bajó a 3.019. “6.500 niños dejaron de recibir la atención educativa que, de estudiar en otra comunidad, hubieran recibido”, se quejan. Ya hay sentencias que les dan la razón.
Pese a todo, en el caso de los Gargallo, también parece que Goyo, de cuatro años, tiene estas altas capacidades. “Lo sospechamos porque para su edad tiene un vocabulario muy rico y ya nos lo han sugerido al tener dos hermanos mayores identificados. Por ejemplo, a él le gusta la música de adultos y se las sabe todas y no le gusta la infantil, ni colorear, ni nada más acorde con su edad”, cierra Ana Hostaled.
–Ana, ¿cómo se siente al tener varios hijos con altas capacidades?
–La gente piensa que es una suerte. Pero, por ejemplo, con Carmen fue un jarro de agua fría porque ellos no lo pasan bien a veces. No dejan de ser niños que se sienten diferentes. No es algo que eligieron y a veces sufren. Recurrimos al psicólogo porque percibimos un tipo de sufrimiento que no sabíamos muy bien cómo encarar, pero cuando se ponen las medidas necesarias encuentran la felicidad. Son niños maravillosos cuando encuentran su sitio. Yo no los cambiaría por nada del mundo.
–Carmen, tus hermanos pequeños también tienen altas capacidades. ¿Qué harás como hermana mayor?
–Les voy a dar mi apoyo siempre y a contar mi experiencia. Ellos deben confiar en sí mismos –concluye la menor que, con 11 años, es consciente de lo que es tener altas capacidades intelectuales en España, por lo que ha querido dar su voz.