Ricard tenía 500 kilos para producir la 'madre de Satán': el misterio sobre su fábrica de explosivos
Algunos vecinos señalan que eran químicos para el campo, pero el detenido en Montmajor (Barcelona) tenía una "inquietante" afición por la pirotecnia.
29 marzo, 2023 02:48Ricard C.C., de 41 años y nacionalidad española, llevaba una vida en apariencia normal: trabajaba en una ferretería de piezas y repuestos de maquinaria agrícola; amaba esquiar, salir a la montaña y reunirse con sus amigos en el bar de Montmajor, un pueblo en el corazón de Cataluña que no llega a los 500 habitantes, situado a 115 kilómetros de Barcelona. Sin embargo, según la Guardia Civil, escondido en las paredes de su solitaria masía familiar, Ricard había montado el mayor laboratorio de explosivos clandestino de todo el país.
Los residentes del pueblo y los conocidos de Ricard no terminan de creerse esta versión: el material incautado, para ellos, no son más que químicos que el detenido —ya en libertad— utilizaba en el campo. Pero todo parece más complejo que esto. El pasado domingo, estos vecinos se sorprendieron al ver decenas de vehículos policiales, e incluso a unidades de la lucha antiterrorista, en un lugar donde nunca pasa nada y donde los secretos se esconden bajo cerrojo.
En mitad de la tranquila mañana, un dispositivo compuesto por miembros del Grupo de Acción Rápida (GAR), del Servicio de Desactivación de Explosivos (SEDEX) y del Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC) irrumpió en la aislada masía a unos dos kilómetros de Montmajor, que se compone de la casa en la que vive Ricard con sus padres, de un silo donde almacena balas de paja y un tractor; y de dos naves anejas.
En uno de estos dos últimos edificios, un taller, el hallazgo de la Benemérita fue de lo más inquietante: Ricard guardaba 468 kilos de precursores de explosivos (cualquier sustancia química que sola o en combinación con otras pueda ser usada para la fabricación de explosivos de manera ilegal), así como mecha y 2,2 kilos de mezcla explosiva ya acabada.
De los 468 kilos, 348 eran de precursores de explosivos regulados y 119 de otras sustancias químicas. Estas serían aptas para la elaboración de varios explosivos como la pólvora o el triperóxido de triacetona, conocido coloquialmente como ‘madre de Satán’, habitualmente utilizado por terroristas islamistas.
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Además, según las fuentes policiales, en la nave también había maquinaria y material de laboratorio como matraces y probetas, un manto de calentamiento eléctrico, agitadores magnéticos, bombas de vacío, controladores de flujo, alambique para la destilación, termómetros y básculas de precisión e, incluso, una máscara antigás. Como detalle, los guardias encontraron también varias plantas de marihuana.
Sin antecedentes
Ricard no tenía antecedentes de ningún tipo, ni vinculación alguna con ninguna célula terrorista, según confirmaron fuentes de la investigación a este periódico. La Guardia Civil también descartó que la finalidad de la fabricación de los explosivos fuera volar cajas fuertes o perpetrar algún atraco. Además, estas mismas fuentes aseguraron que tampoco tenía afiliaciones políticas demasiado marcadas ni vinculación con grupos radicales, como por ejemplo, los CDR. Sus vecinos lo confirman.
“Con todo el tema del [referéndum de independencia del] 1-O, nunca se posicionó demasiado, iba a lo suyo”, dice uno de sus conocidos en la localidad, ubicada en una comarca rural donde el independentismo tiene un fuerte arraigo.
Entonces, ¿cuál era el motivo detrás de la ‘fábrica de explosivos’ de Ricard? Según los investigadores, el propósito de acumular tal cantidad de material químico susceptible de ser utilizado para la fabricación de bombas aún no está del todo claro. Pero todo parece indicar que se trataba de una afición por los experimentos que no se recomiendan hacer en casa.
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“En este tipo de casos, nosotros lo definimos como un sujeto con ‘personalidad inquietante’. Son personas cuyo fin es experimentar. Pero el perfil suele ser más joven y, para experimentar, uno no reúne casi 500 kilos de precursores”, dicen las fuentes de la Guardia Civil consultadas por EL ESPAÑOL. “El detenido es alguien introvertido, solitario, con adicción a sustancias estupefacientes, problemas psicológicos y conocimientos de informática”, añaden.
Quienes contradicen esta descripción son algunos conocidos de Ricard y otros vecinos del pueblo. “Es un chico normal, trabajador, sin ningún tipo de enfermedad psicológica, con amigos, sociable, amante de la naturaleza y que de vez en cuando fuma algún porro. Tiene una masía con tierras de su familia, trabaja con maquinaria agrícola y, en el campo, el uso de este tipo de productos químicos es habitual”, dice uno de ellos.
“Es un montaje para que la Guardia Civil se cuelgue una medalla. Tras un año de investigación, no pueden decir que no han encontrado nada”, lamenta la misma persona, que evita dar más detalles sobre la vida del detenido. Ricard vivía con sus padres en su masía. Nunca se ha casado ni tiene hijos. Trabajaba en una ferretería que regentaba junto a un socio, Jordi G. y, si bien no era alguien extrovertido ni muy hablador, en el pueblo tampoco lo describen como una persona aislada con comportamientos extraños.
“Afición a la pirotecnia”
Otros vecinos, sin embargo, aunque descartan fines violentos, no dudan en señalar a Ricard como alguien con “afición a la pirotecnia”, algo que encajaría con las primeras conclusiones de la investigación policial. “¿Tú sabes lo que es San Juan? Pues eso, es un tío al que le gustan los petardos y probar este tipo de cosas”, asegura uno de ellos, que explica que lo que se comenta en el pueblo es que el detenido compró pólvora a través de un proveedor ilegal fichado por la Guardia Civil. Esto habría puesto a los agentes sobre la pista.
Los guardias, de hecho, encontraron restos de explosiones en el taller donde se incautaron del material y el propio detenido confesó, ya bajo custodia policial, que había sufrido algún que otro accidente sin importancia al manipular los materiales y realizar sus experimentos.
Las fuentes de la Benemérita explican con más detalle cómo se inició la investigación que dio lugar a la operación, bautizada como ‘Termes’: “Hace un año nos entró una alerta por el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO). Al igual que ocurre en el procedimiento para la lucha contra el blanqueo de capitales, todas las compras de precursores de explosivos tienen que ser notificadas por los proveedores”.
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Desde los atentados de Noruega de 2011, en los que Anders Behring Breivik mató a 77 personas con el uso de bombas y disparos, la Unión Europea introdujo un protocolo para que las compras de estos materiales químicos pudieran ser rastreadas. “En España este mecanismo no estuvo en marcha hasta después de los atentados de Las Ramblas de 2017. Desde ese momento, cualquier movimiento sospechoso es seguido con mucha atención por los diferentes cuerpos policiales”, dicen las fuentes de la Guardia Civil.
Hace un año, Ricard hizo una importante compra por internet de estos precursores para los que necesitaba una autorización que no tenía. Los pedidos se repitieron durante varios meses, en los que Ricard adquirió más sustancias químicas, mecha, material eléctrico y de laboratorio. Los agentes siguieron el rastro de las transacciones hasta conseguir la orden judicial de entrada y registro de la masía.
Tras incautarse del material, los Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) analizaron todo lo requisado antes de destruirlo. La Guardia Civil también se quedó con ordenadores y otro material informático que ahora analiza en búsqueda de alguna pista que dé alguna respuesta sobre la inquietante actividad de Ricard en la sombra.
Pero al final, todo parece indicar que se sólo trataba de un entretenimiento "inquietante" y peligroso para un adulto que vivía rodeado de campos, demasiada tranquilidad y pocos estímulos, que no había salido nunca de casa de sus padres y que mataba el tiempo con experimentos poco recomendables.