Sebastián Artés y Amanda Delgado, hipocondríacos.

Sebastián Artés y Amanda Delgado, hipocondríacos. E.E

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Así viven 9 millones de hipocondríacos como Sebastián y Amanda: creen que van a morir cada día

Cuando las preocupaciones, ansiedades y miedos inundan la mente de Amanda y Sebastián. "En mi vida me he diagnosticado infinidad de enfermedades", dice la joven.

28 enero, 2023 03:04

Imagine que, en su vida, haya tenido más de 20 enfermedades: Leucemia, trombosis, ictus, cáncer de garganta, de piel, ocular, testicular, unas cuantas embolias, infartos, Covid-19… Y que cada día viva con miedo a padecer una nueva. Sólo imagíneselo. Que sufrimiento, eh. Pues así es como viven diariamente los hipocondríacos.

"La peor experiencia que tuve ocurrió el 6 de enero de 2022, el día de los Reyes Magos. Por primera vez en mi vida pillé un virus estomacal. Tuve dolores muy fuertes de estómago e idas y venidas al baño durante cuatro días sin parar de llorar, con muchísima ansiedad y, sobre todo, con miedo. Creía que me iba a deshidratar y me iba a morir en cualquier momento. Cuando me recuperé, evitaba cualquier alimento que pudiera estar en mal estado o que fuera pesado para el estómago como la nata, la leche, los huevos o el marisco. Y por supuesto evitaba comer fuera de casa. Todo con la única misión de no tener diarrea. A día de hoy, cuando me pasa algo parecido, la ansiedad se me dispara. No vives tranquila y siempre tratas de controlar todo lo que te rodea porque crees que vas a morir". Esta es la vida de Amanda Delgado (Tenerife, 2001).

La hipocondría es el conjunto de conductas de una persona que muestran un exceso de preocupación ante padecer cualquier tipo de enfermedad grave. Es decir, es "el intento de control excesivo a tener una enfermedad, con una anticipación de posibles enfermedades, una catastrofización en la interpretación de señales y sensaciones corporales como si fueran síntomas de esas enfermedades, y una hipervigilancia a esos síntomas", explica Luis Antón, psicólogo y director de IPSIA Psicología.

Amanda estudia periodismo en la Universidad de La Laguna de Tenerife y usa las redes sociales para hablar de la salud mental. Ella es hipocondríaca desde pequeña, pero nunca llegó a pensar que eso que le pasaba no era normal hasta que estalló el brote covid y, con ello, el confinamiento. "Empecé a informarme, a leer muchos libros sobre salud mental y pude ponerle nombre a aquel bichito que llevaba dentro de mí desde hace muchos años", explica.

Como ella, el 20% de la población española es hipocondríaca, según el libro Recomendaciones Terapéuticas en los Trastornos Mentales (CYESAN). Esto se traduce en que más de nueve millones de personas entre las que se encuentran Iker Jiménez, Leiva, Penélope Cruz o Pablo López. También lo fueron los escritores Juan Ramón Jiménez, Gabriel García Márquez, Pío Baroja, o el científico y naturalista Charles Darwin, e incluso Adolf Hitler lo era.

[Leiva: “Soy tan hipocondríaco que acudo con frecuencia a Urgencias”]

Dentro de ese porcentaje también se encuentra nuestro otro protagonista, Sebastián Artés (Córdoba, 2006). Él se dio cuenta de que era hipocondríaco el año pasado, cuando una persona explicaba en un vídeo los síntomas que pueden causar el cáncer, y él mismo creó esos síntomas en sí mismo. Su vida ha cambiado desde entonces. "No me atrevo a probar el alcohol porque creo que en unos años voy a tener alguna enfermedad. También me da pánico ir al médico porque siempre me pongo en lo peor, y al final no tengo nada. Ahí es cuando mi cabeza hace clic y siento que no me duele nada, que estoy bien", dice Sebastián.

A Amanda le pasa lo mismo. Día sí y día también se identifica una nueva e hipotética enfermedad. "A lo largo de mi vida me he diagnosticado muchísimas enfermedades: todos los tipos de cáncer que te puedas imaginar, infartos, muchos derrames cerebrales, trombosis, hipertensión, celiaquía, intolerancia a la lactosa, colon irritable, tiroiditis de Hashimoto… La lista sería interminable si tuviera que enumerarla", sostiene Amanda. "Este trastorno, porque al final es un trastorno mental, me ha limitado mucho la vida. He dejado de hacer bastantes actividades que otros realizan con normalidad pero que para mí son un mundo".

Amanda Delgado, hipocondríaca.

Amanda Delgado, hipocondríaca. E.E

Todos -me incluyo- en algún momento de la vida nos hemos replanteado tener algún tipo de enfermedad por cosas tan simples como un catarro, un tic nervioso o un pinchazo en el corazón. Todos tenemos cierto miedo al dolor, a la enfermedad y a la muerte. Entonces, ¿cómo sé si soy hipocondríaco o no? Fácil. Cuando ese pensamiento es recurrente y condiciona nuestra relación con el mundo. El psicólogo Antón explica que esta condición se divisa cuando "no existen síntomas somáticos, o estos son leves, y los intentos de control de la posible enfermedad nos hacen gastar mucho tiempo o son muy frecuentes. También cuando nos llevan a una pérdida del bienestar y la interrupción de actividades y acciones que eran valiosas en nuestra vida. Es decir, perdemos calidad de vida y bienestar, y aumenta la ansiedad y el miedo a padecer la enfermedad".

Ansiedad, miedo, salud mental y Google

La hipocondría es un trastorno de ansiedad que suele aparecer por estrés y por un exceso de preocupaciones. Esos pensamientos que hacen creer a un hipocondríaco que está gravemente enfermo hacen que su miedo a morir aumente, lo que ocasiona que los niveles de angustia también se eleven y que, a su vez, generen hipocondría. "Es un círculo vicioso", lamenta Amanda. "Este intento de controlar las emociones, el miedo y los pensamientos de estar enfermos solo consigue reducir la ansiedad a corto plazo, produciendo a medio plazo más miedo ante las mismas situaciones e incluso ataques de pánico", apunta Antón.

La ansiedad es una de las patas que sostiene esta enfermedad. Otra es el miedo a morir. La tercera es la salud mental. La cuarta, Google. Según el II Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon, siete de cada diez españoles sufren hipocondría digital. Casi un 70% de españoles recurren al buscador de Google para averiguar su diagnóstico sobre algún tipo de enfermedad que creen padecer. Este estudio declara que el 28,3% de los españoles le da credibilidad a la búsqueda que hace por internet, un 39,2% también busca, pero no le da credibilidad, y un 32,5% no se fía de lo que pone o no tiene internet. Por lo que un 67,5% busca en Google. Casi 31 millones de españoles. Esto es lo que se conoce como hipocondría digital.

[El 70% de los españoles padece hipocondría digital, un 23% más que en 2018]

Sebastián Artés, hipocondríaco.

Sebastián Artés, hipocondríaco. E.E

"Recurrir a Google es de las peores opciones que tenemos, de hecho, está totalmente desaconsejado porque, a pesar de ser una herramienta valiosa en muchos aspectos, para personas con hipocondría es un arma de doble filo y una puerta abierta a más análisis, especulación autodiagnóstico. En muchas terapias se coincide en que la mejor forma de superar la hipocondría es quedándote con la duda. Esto obviamente requiere práctica y es bastante difícil, pero es el mejor camino. También se suele compaginar con exposiciones a los miedos, que estarán dirigidas por un profesional. Es decir, tendrás que exponerte a aquellas situaciones a las que les tienes miedo de manera gradual para ir superándolo. Google es la peor opción para un hipocondríaco", sostiene Amanda. Y Sebastián continúa: "Un día vi un video de un chico que tenía cáncer advirtiendo de cuáles son los síntomas y dijo que lo principal eran los ganglios. Yo directamente me toqué el cuello y creía que tenía un bulto. Ya pensé que era cáncer y fui al médico. Cuando me lo tocó me dijo: eso no es un ganglio, ¡es un tendón! Y todo porque acabo buscándolo en Google, que para una persona hipocondríaca mirar ahí es lo peor. Directamente pone que tienes cáncer".

Los datos del estudio también reflejan que las mujeres (73%) son más hipocondríacas que los hombres (62%) y acuden con mayor frecuencia a Google, aunque no le dan tanta veracidad como los hombres (43,5% frente a un 34,9%). También influye la edad: siete de cada diez jóvenes son hipocondríacos digitales. Según va avanzando la edad, el número de estos disminuye -algo que también se debe al uso reducido de la tecnología-. Otro punto clave es la situación laboral: el 70,5% de los hipocondríacos digitales trabaja, frente al 61,9% de desempleados. Es decir, que trabajar también influye en este trastorno.

PREGUNTA. Amanda, ¿en qué le condiciona ser hipocondríaca?
RESPUESTA. Pues… me da miedo ir al médico, pero a la vez voy a muchos especialistas porque estoy siempre pensando que tengo alguna nueva enfermedad o complicación de salud, generada obviamente por mi cabeza, pero que para mí es real. Enfrentarme a cualquier prueba médica, siendo sencilla o complicada, para mí supone un mundo. Me genera nerviosismo, mareos, visión borrosa, palpitaciones, temblores, debilidad muscular, dolores de cabeza, incapacidad para concentrarme... Esta condición llega hasta tal extremo que incluso para tomarme una pastilla para el dolor de cabeza ya supone la correspondiente visita a Google para revisar todos sus efectos secundarios y posibles contraindicaciones. Además, hago varias llamadas telefónicas a las farmacias para que me verifiquen nuevamente si puedo tomar ese medicamento. Como si ellos supieran más de mí que mi propio médico…

P. ¿Y qué le dice la gente cuando les habla de esta condición?
R. Me han tratado de loca y exagerada muchas veces. Hasta han llegado a decirme que lo único que quiero es buscar atención. Al final, cuando no pasas por algo así de primera mano, es difícil llegar a ponerte en la piel del otro. Realmente se pasa mal y que otras personas intenten hacerte creer que estás loca te hace sentir aún peor, porque en muchas ocasiones llegas a creértelo. A las personas que padecemos este trastorno no nos ayuda nada y lo único que consiguen es que la próxima vez que tengamos un episodio de miedo desmedido no acudamos a ellos ni lo expresemos de manera pública por miedo a ser juzgados, lo que finalmente provoca que los síntomas se agraven. Es importante rodearse de personas correctas en este proceso.

P. Es que a veces las personas se lo toman a cachondeo, ¿no?
R. Exactamente. Eso es porque no hay conocimiento de los problemas de salud mental en la sociedad. Cierto es que hemos avanzado, pero sigue siendo un tema tabú y sigue sin tomar la presencia que debería. De esto no se habla en los colegios, no se menciona prácticamente en las aulas, lo que finalmente provoca que sea como algo intangible, que no existe.

P. ¿Y cómo trata de controlar esta enfermedad?

R. Actualmente estoy en tratamiento psicológico, he pasado ya por tres terapeutas distintos que, por desgracia, no han sabido dar con la técnica adecuada para mi caso. Creo que la mejor forma de gestionarlo es identificar primero qué nos sucede y qué creemos que lo está generando, porque normalmente las personas que somos hipocondríacas no lo sabemos hasta que descubrimos que existe este término. Y muchos no sabemos que forma parte de un trastorno mental, lo que implica que se le reste importancia. El segundo paso es buscar ayuda, hablar con alguna persona de confianza que no nos vaya a juzgar o ayuda profesional. Al final el miedo se supera enfrentándote a él, demostrándole a tu cabeza que las imágenes que tiene de ciertas situaciones están totalmente distorsionadas y que no todo supone un peligro. Aprender a no querer controlarlo todo también es un paso fundamental, te ayuda a no obsesionarte. Por eso es muy importante ir a un psicólogo.

Luis Antón expone las técnicas psicológicas para que esos miedos que controlan a las personas hipocondríacas se reduzcan. Y uno de los pasos, como dice Amanda, es enfrentarse a ellos. "Los miedos solo se superan enfrentándonos a lo que tememos, sin evitarlo, sin distraernos y sin luchar", afirma Antón. "Son técnicas para la gestión de emociones y pensamientos. Por ejemplo, se pueden utilizar autoinstrucciones para que las personas puedan decirse a sí mismas una frase como que es posible que este síntoma sea una enfermedad y que yo vaya a sufrir o a morir, pero no voy a evitar estas sensaciones que tengo, ni voy a comprobar que no es una enfermedad, y voy a realizar ahora una acción que mejore mi vida y sea incompatible con comprobar la enfermedad".

Otro método que se usa en las terapias para controlar y reducir la hipocondría es, según Antón, decir a las personas que "no sientan su lengua, y cuanto más intentas no sentirla más la sientes, solo cuando dejas de luchar por no sentirla y sigues con tú vida, la sensación de tener lengua de desvanece. Tenemos que aprender a hacer conductas internas y externas que no eviten los pensamientos y emociones desagradables, sino que poco a poco podemos exponernos a situaciones que antes desembocaban en ansiedad y que ahora produzcan una mejoría".