Elantxobe (Vizcaya) es como esas películas que acumulan laureles en los festivales, de historia profunda y fotografía preciosista, que uno va a ver solo ante la falta de acompañantes. Eso no significa que la película sea mala, solo que no es para todos los gustos. Quien prefiera los días de oficina y crossfit, el CO2 de los tubos de escape o las bambalinas del teatro, seguramente Elantxobe sería el último destino al que iría. "El teatro no me hace gracia, hay mucha sobreactuación, y el cine ahora lo tenemos en casa", dice Jon Tirado. Él ha elegido Elantxobe, lo que implica casi con seguridad vivir solo: en este pueblo, 109 de las 190 viviendas las habita una única persona.

"En el pueblo se comenta esto desde que salió la estadística, no nos habíamos dado cuenta hasta ahora", comenta Patxi Egurrola, el alcalde. Según datos de 2021 del Instituto Vasco de Estadística (Eustat), Elantxobe es el pueblo del País Vasco donde, en proporción, vive más gente sola. Lo curioso, además, es que las características del territorio lo hacen casi inhabitable para las personas mayores, por lo que muchas de estas personas que viven solas son jóvenes.

La casuística demuestra que hay de todo: "Muchas viudas, pero también mucha gente que ha decidido vivir su vida en soledad, personas sin pareja, divorciados y divorciadas... cada caso es distinto, pero están todos muy a gusto", afirma Egurrola.

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El psicólogo Rafael Santandreu explica que el miedo a la soledad "está bastante extendido" y procede de la creencia de que "la soledad es algo muy malo, temible". Sin embargo, a Elantxobe la gente llega para estar sola, como huyendo del enjambre de rostros desconocidos, del cieno de relaciones fracasadas y de los hogares compartidos. Pero ¿qué hace de este pueblo el lugar idóneo para la soltería?

Elantxobe.

La curva Mentrame

Mucha gente está harta de los núcleos urbanos grandes y, como consecuencia de buscar dar un giro a su vida, acaban en un pueblo tranquilo donde llevar otros ritmos. "Hay bastante gente de esa que llegan para vivir solos. Yo mismo soy profesor en Bilbao, he trabajado en San Sebastián, y todos los días vuelvo a casa", explica el alcalde. Egurrola, no obstante, tiene familia, lo que en Elantxobe lo convierte casi en un bicho raro: más de la mitad de las casas son unipersonales.

Sin embargo, Elantxobe tiene unas características que ayudan a potenciar ese sentimiento de haber escapado del mundo, de vivir solo consigo mismo. En el pueblo viven menos de 300 personas en invierno. En verano, claro, se cuadruplica: el pueblo es precioso. Está situado en el área protegida de Urdaibai, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1984, pero lo que lo hace verdaderamente peculiar es su cuesta. Desde el puerto pesquero hasta el Monte Ogoño todo es cuesta, y las casas se sitúan en la ladera.

"Vivir es bastante complicado porque es inaccesible. La gente mayor lo pasa mal para salir de casa. No hay industria, casi tampoco pesca profesional, vivimos de los hoteles y la hostelería. Es un pueblo pintoresco, bonito, pero complicado para vivir", explica Patxi Egurrola.

En Elantxobe empiezan y acaban los caminos. De él se dice que "a Elantxobe hay que llegar", ya que no sale al paso de nada. Cuando los buses llegan, la única manera de que puedan emprender la vuelta es a través de una rotonda giratoria que los resitúa en la carretera. "Hay una curva llegando al pueblo que, una vez la pasas, entras en otro mundo. Dejas atrás la civilización, es como si estuvieras en otro planeta", afirma el alcalde.

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Iker Abiña cruzó esa curva, la curva de Mentrame, hace casi 15 años. Su familia es de otro pueblo; él llegó a Elantxobe buscando lo que encontró: "Un pueblo bastante tranquilito, con un puerto muy bonito, monte y mar". Él es electricista autónomo y, por elección, vive solo. 

"Si te soy sincero, yo no noto la soledad, estoy de perlas", asegura Iker a EL ESPAÑOL. Da gusto hablar con él, transmite la sensación de que es alguien que valora el simple hecho de hablar, de entablar relación en el sentido más elemental y mínimo posible. Un día normal en su vida consiste en salir temprano a trabajar por Elantxobe y alrededores. Cuando vuelve a casa, está tan cansado que solo piensa "en comer, jugar a algo y dormir".

Hay quien dice que a eso de las seis o las siete de la tarde, la gente del pueblo sale a la rotonda o al frontón para hacer tertulia. La hora social lo llaman. Iker, en cambio, no lo ve así: "Eso de la hora social no me suena. A esas horas esto está más oscuro que la hostia, como para salir a hora social". Allí no hace falta hacer planes: es tan pequeño que entre el primer bar y el tercero apenas hay 200 metros de separación. Quien sale de casa se choca con el vecino.

—¿Qué ventajas le encuentra a vivir solo?

—Prácticamente todo son ventajas. Yo estoy acostumbrado y me gusta. Si tienes pareja, que cada uno viva en su casa yo no lo veo mal. He estado con mi perro hasta ahora. A mí me parece que vivir solo es lo normal.

—¿Y tiene algún inconveniente?

—El principal problema es que si quieres comprar una vivienda, a los precios que hay, es imposible. Aquí tienes tres bares, mi taller eléctrico, un barco pesquero, una tiendita con tabaco y para de contar. 

—Con tanto soltero, ¿miran raro a los emparejados?

—(Ríe). Qué va, hombre. No es que se les mire raro, porque aquí nadie se había planteado eso. Sí es verdad que, desde que salió la estadística, algunas bromas se han hecho...

Jurassic Park

Jon Tirado cruzó la curva de Mentrame hace más de 20 años. En realidad, él creció más allá de la curva: sus padres veraneaban allí desde antes de que naciera. Él nació en Bilbao, vivió en Bilbao, estudió en Bilbao y se licenció en Bellas Artes allí, pero su infancia son los veranos en Elantxobe. "Nos encantaba la pesca submarina, en el monte hacíamos cabañas, luego nos metimos en el tema del surf y las fiestas de los pueblos... lo pasamos de escándalo", recuerda.

Cansado de las dificultades de la ciudad, un día le pidió las llaves de la casa del pueblo a su madre y ya nunca volvió a Bilbao. "Empecé con la jardinería. El tipo que se encargaba aquí lo hacía con una guadaña y estaba muy mayor. Al final, me daban a mí todo el trabajo por no ver al pobre hombre en situaciones críticas", cuenta.

Debido a un problema en las cervicales, Jon tuvo que dejar la jardinería. En la actualidad se dedica a "pescar, a la huerta y a beber cerveza", y el problema del cuello no le impide "ligar ni nada". No echa de menos tener novia, quizá porque ha tenido varias que nunca cuajaron. "Además, de vez en cuando echamos algún cohetillo con una chavala que aparece por ahí", dice con guasa. Para más detalles —los justos—: en un rato va a casa de una "amiga".

Vistas desde la casa de Jon.

—¿El hecho de que haya tantos solteros favorece la proliferación de planes?

—Depende de las personas. Hay gente emparejada que, aún así, tiene a ir en cuadrilla. Yo tengo varias cuadrillas, y había parejas con hijos que, durante años, tocaba verlos menos. O, a lo mejor, se bebían cuatro cervezas menos que tú. A mí me gusta el 'chiquiteo', salir a potear, la hora del vermouth, los pintxos de los sábados y domingos por la mañana.

—¿Qué más cosas puede hacer un soltero en Elantxobe?

—En otoño puedes ir al monte a por setas. Está, claro, la huerta o la pesca. También tenemos un gimnasio. A veces te dan épocas de vagancia y simplemente estás en casa con un libro y la calefacción, más a gustito que nada. Yo tengo internet porque me parecería excesivo quitármelo, pero en la televisión solo tengo 14 canales. Me he quitado Telecinco y basuras de esas. Además, tengo unas vistas increíbles. Mira, por ahí estoy viendo a Iker. Por los movimientos nos reconocemos. Aquí todos tenemos prismáticos, para el cuchicheo o lo que sea. Estoy muy contento aquí, no creo que vuelva a Bilbao. 

—¿Qué ventajas le encuentra a vivir solo?

—Puedes llevar los horarios que te dé la gana, no tienes que dar explicaciones a nadie. Cuando tenía novia, me iba a pescar por la noche y al rato empezaban las llamaditas de teléfono de 'oye, ¿cuándo vienes a cenar?' y cosas así que dan lugar a broncas. Yo ahora puedo pescar tranquilo. Si tienes una estructura social, solo le veo ventajas a vivir solo.

—Alguna pega tendrá vivir solo...

—El inconveniente de que te puedes relajar en algunos aspectos. Como no tienes por qué mantener un mínimo… Si vives en pareja no puedes dejar el fregadero con platos sucios dos días. Si eres tendente a la depresión también puedes caer en esa mierda, aunque no es mi caso, al menos hasta ahora. Pero vamos, yo prefiero que la gente siga con esa percepción equivocada de lo que es vivir solo y así nos dejen tranquilos aquí.

Cada cual podrá sacar sus conclusiones. Mientras tanto, Elantxobe seguirá siendo el pueblo de la soledad o de los solteros, según se mire, pues no siempre coinciden ambas; el último pueblo de vizcaya, con su atracción por el encanto de lo salvaje.

El alcalde Patxi cuenta a EL ESPAÑOL que los nuevos Presupuestos Generales del Estado les dan cuatro millones de euros para construir un ascensor, "una gran noticia por las facilidades de accesibilidad que traerá". Jon, sin embargo, preferiría que nada cambiase. Él no le teme a la soledad, sino a que empiece a llegar gente y se la arrebate. "Menos mal que no soy el alcalde de este pueblo, porque lo iba a cerrar...", dice, medio en broma. "Tenemos un buen alcalde, comprometido. Es bueno que haya gente con más apertura de miras", zanja Jon.