Raquel López Hernández, de 31 años, fue una de tantas enfermeras que en marzo de 2020 abandonó su casa para ponerse en primera línea de lucha contra la Covid-19. En su caso, dejó Ávila para incorporarse al centro de salud de Mérida. Los primeros momentos fueron muy duros: "Pasé tres meses sin ver a mis padres ni a mi pareja; seis sin ver a mi hermano". Empezó a ver la luz al final del túnel el 27 de diciembre de ese mismo año, cuando puso una de las primeras dosis que se inocularon en España. Ahora, siete meses después de aquello y tras haber recibido infinidad de muestras de agradecimiento, hace cuentas y concluye que "cualquiera de los enfermeros que empezamos a vacunar el primer día hemos podido poner ya más de 30.000 dosis".
Desde que se inició la campaña de inmunización masiva, el equipo de vacunación al que pertenece inyecta cada día unas 1.500 dosis en el Instituto Ferial de Mérida (IFEME). Y, en un día muy bueno, pueden superar las 2.000 vacunas. Para una enfermera como Raquel, eso se traduce en que a la semana pone entre 1.200 y 2.400 dosis. Raquel recuerda que empezaron vacunando a unas 80 personas diarias, por lo que cree que hay que poner en relieve el esfuerzo que hay detrás de cifras tan impresionantes como las actuales, donde el 55% de la población ha recibido la pauta completa. O lo que es lo mismo: 26 millones de españoles, según datos del Ministerio de Sanidad.
Las primeras vacunas
Aquel primer día de vacunación llegó cargado de incertidumbre. Apenas habían pasado seis días desde que la Agencia Europea del Medicamento aprobara Pfizer-BioNTech y diera paso a lo que el entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, calificó como "el principio del fin". Raquel estuvo ese 27 de diciembre en la residencia de mayores El Prado, y lo recuerda como “unos momentos muy nerviosos e intensos”. La gente tenía mucho miedo al comienzo, incluidos los sanitarios. Sin embargo, se queda con la solidaridad de algunos ancianos que “nos preguntaban si podían ceder las dosis a sus nietos, pues pensaban que ellos ya habían vivido lo suficiente”.
Aunque ahora la inmunidad de grupo es la meta (los expertos calculan que se sitúa entre el 80% y el 90%) y, en agosto, Moderna enviará 900.000 dosis semanales a España (doblando las cantidades actuales), hubo un momento en que la escasez de vacunas era un problema. El equipo de Raquel jugó un papel esencial durante esas primeras semanas al ser el primero en obtener seis dosis de Pfizer (en esa época se pensaba que tan solo había cinco dosis por vial). “Nos dimos cuenta cuando estábamos cargando la quinta dosis y comprobamos que aún quedaba solución suficiente. Armamos un gran revuelo ese día y algunos jefes nos decían que no era posible”. Por fortuna, consiguieron convenciendo a la Dirección de Salud de Extremadura y, desde entonces, siempre se extraen seis dosis de Pfizer en vez de las cinco iniciales.
Intervenciones como esta han servido para que, en la actualidad, España se encuentre en una situación muy positiva en cuanto al ritmo de vacunación: de los 50 países con más población mundial, es el que tiene mayor porcentaje de ciudadanos inmunizados con la pauta completa. Sin embargo, también ha habido complicaciones. Raquel menciona algunas que se solventaron rápido, como la necesidad de aprender a manejar cada vial (Pfizer, por ejemplo, tiene la peculiaridad de que tienen que prepararla los propios enfermeros). Otras han tenido que ver con situaciones desagradables: “Desde gente que llegaba exigiéndonos que lo vacunáramos en ese mismo instante, hasta personas que nos han intentado engañar pidiendo una vacuna concreta cuando ocurrió lo de AstraZeneca”, recuerda Raquel.
Un camino complicado
Los problemas más recurrentes en la actualidad tienen que ver con las vicisitudes del verano. En un momento en que la incidencia acumulada es de 700 casos por 100.000 habitantes, mantener el ritmo resulta esencial: “El plan de vacunación nos permite proteger a las personas más vulnerables y minimizar los ingresos hospitalarios”, ha reflexionado Alfredo González, secretario general de Salud Digital. En este sentido, Raquel aprecia mucha diferencia entre jóvenes y mayores: “La población más joven hace menos sacrificios; responden bien, pero se nota que protestan cuando la segunda dosis cae en viernes o si les pilla de vacaciones”.
Pese a todo, y aunque el fin de la pandemia dista de estar cerca (los especialistas creen que es muy difícil que la inmunidad grupal suceda el presente año), Raquel, como muchos sanitarios, prefiere quedarse con los buenos momentos. En su caso, el momento más emotivo fue cuando le ha tocado vacunar a alguien que, como ella, venía de Ávila. También la han emocionado hasta las lágrimas las muestras de agradecimiento: “Nos han mandado cartas de agradecimiento, dibujos, cajas de dulces, algún que otro libro… ¡y hasta poemas!”. En las cartas, la gente le pedía que se cuidara, pues es importante que quienes protegen a los ciudadanos también sean cuidados.
Raquel, que en su historial cuenta con 30.000 vacunas administradas, sigue inmersa en esta campaña contra el virus. En el futuro, espera mirar atrás y recordar esta época “con nostalgia y orgullosa de haber participado”. Pero, de momento, avisa de que no hay que perder el respeto a la Covid-19 y, en Mérida, pondrá cada día 400 dosis más que continuarán salvando vidas.