"Carlos, vámonos de aquí", le dice un padre a su hijo, un chaval de cara aniñada y unos 13 o 14 años que lleva una bandera de España anudada a la altura de la cadera. A esta hora, pasadas las ocho de la tarde, ya ha caído la noche sobre Barcelona y ha vuelto la tensión a las calles tras un día -otro más- de normalidad mientras ha durado la luz del sol. "No se sabe quiénes están peor. Si estos de aquí -el hombre señala a un grupo de unos 150 exaltados de extrema derecha- o los de ahí enfrente -manifestantes independentistas catalanes, entre ellos, miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR)-".
Carlos y su padre viven en el barrio de Sarriá, una de las zonas más ricas de Barcelona, ubicada en la parte alta de la capital catalana. El señor, de unos 40 años, decide irse a su casa con el chaval cuando ve que en la concentración de la plaza de Altós han confluido radicales de extrema derecha e independetistas catalanes a sólo 20 metros unos de otros. Sólo los separaba un nutrido cordón policial. A un lado se cantaba el Cara al Sol y se ensalzaba a la Guardia Civil. Al otro, se gritaba "fuera fascistas de Cataluña" y se cantaba Els Segadors, el himno catalán.
Los ultraderechistas irrumpieron por primera vez este jueves en el escenario político de Cataluña desde que arrancaron las protestas tras la sentencia del 'Procés'. Se habían dejado ver en Manresa un día antes, pero de forma mucho más tibia. Ayer se organizaron, recorrieron la parte alta de Barcelona a la caza de independentistas y se pasearon mostrando palos y barras de hierro en sus manos.
A lo sumo, serían 300 personas, pero se dejaron ver por la ciudad con banderas franquistas y con estética nazi. Sólo el seguimiento que les hizo los Mossos d'Esquadra consiguió disolverlos ya entrada la noche. Sin embargo, algunos de ellos consiguieron su cometido. Un grupo de ultras -en torno a una decena- le propinó una brutal paliza a un separatista entre las calles Balmes y Roselló. Lo hicieron a base de patadas, puñetazos y golpes con palos. Una vecina lo grabó desde la ventana de su casa. Los Mossos tratan de indentificar a los agresores. En las redes sociales ya se les está señalando.
Poco después de esa agresión, sobre las 23.10 horas, los golpes cambiaron de bando. Jóvenes independentistas avistaron a un hombre de extrema derecha en la calle Muntaner con la vía Mallorca. Tras correr tras él durante medio centenar de metros, consiguieron alcanzarlo y pegarle. La víctima quedó tirada en el suelo. "Maricón, levanta", le gritaba uno de sus agresores. "Lo matamos", le decía otro. El vídeo de los hechos, como el de la otra agresión, también se viralizó.
Precisamente, ese era el temor de las autoridades policiales: el cruce en algún punto de la ciudad entre miembros aislados de grupos radicales de pensamiento político contrario. Los Mossos lo explicaban a través de las redes sociales: "Cuando se han disgregado, lamentablemente no se ha podido evitar algunas agresiones".
Como cada día, los altercados empezaron de noche. Pese a las agresiones, los actos vandálicos de este jueves fueron muchos menos y de menor gravedad que los de los tres días anteriores. Sigueron las barricadas, los fuegos en contenedores de basura y los lanzamientos de pelotas de goma contra los manifestantes. Pero la situación no pasó de ahí.
Los CDR habían convocado una protesta a las 19 horas en la plaza de Altós, en el barrio de Sarrià. Allí, frente a ellos, fueron llegando constitucionalistas. Padres con sus hijos, pequeños grupos de estudiantes adolescentes con ropa de colegios de pago y algún que otro matrimonio. Pero también ultraderechistas españoles y sus banderas con el águila.
Sobre las 20.35 horas, los CDR se marcharon del lugar por una calle trasera. Poco después, los ultraderechistas pasaron por el mismo lugar por el que había pasado la protesta separatista, aunque ambos grupos tomaron direcciones opuestas. De coincidir un minuto antes en una esquina, la sangre hubiera corrido por las calles de Sarrià.
Barcelona y el resto de ciudades notables de Cataluña vivieron en la más absoluta normalidad durante el día. Los turistas hacían compras en Barcelona y en ningún rincón olía a plástico quemado. Este viernes, cuando está convocada una huelga general, será distinto. Las autoridades policiales prevén "un día muy caliente", según las fuentes consultadas por este periódico.