Lejos de suavizarse, el avispero en que los radicales han convertido a Cataluña llega a un fin de semana crítico. Este mismo viernes hay convocada una huelga general que, promovida por los sindicatos independentistas CSC e IAC, busca paralizar la región. De entrada, SEAT, por miedo a represalias y a ver rota su cadena de producción, decidió cerrar desde la tarde del jueves su factoría en Martorell. 

Estamos ante un nuevo disparate consentido y alentado desde las instituciones catalanas. Una huelga con fines diferentes a los laborales está fuera de la ley. Por eso, es intolerable que la Generalitat de Torra, a través de la Consejería de Trabajo, haya establecido unos servicios mínimos para blanquear de facto un paro que atenta contra la libertad de los trabajadores en toda Cataluña.

Guerrilla

El fin de semana que se avecina es crucial para la seguridad y el orden público en Cataluña. Está previsto que acudan a Barcelona grupos antisistema de toda Europa con el objetivo de sembrar el caos y la destrucción. Ni que decir tiene que estos radicales están perfectamente entrenados en la guerrilla callejera, hasta el punto de contar con manuales de actuación para causar el mayor daño posible.

El Ministerio del Interior ha reaccionado con el envío de nuevos efectivos de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional. Además, el cuerpo de élite de los antidisturbios de la Guardia Civil -los Grupos de Reserva y Seguridad (GRS)- está preparado para entrar en acción.

Dimisiones

No es momento de pedir ahora la dimisión del ministro del Interior, como ha hecho el PP al trascender que Grande-Marlaska cenaba en un restaurante de Madrid mientras se registraban graves altercados en Cataluña. Tiempo habrá de valorar su actuación. Primero tiene que llegar la calma. Sería una irresponsabilidad que los partidos pensaran en estos momentos en clave electoral

La hora que vive Cataluña -con un centenar de detenidos y casi 200 policías heridos, con barricadas ardiendo y ciudadanos atemorizados en sus casas- es dramática, pero también el Estado de Derecho goza de instrumentos legítimos para garantizar el orden. Hoy más que nunca hay que confiar en nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.