César, el policía que hacía DNIs y mató a su novia Irene en Olot con su propia pistola
Acabó con la vida de Irene de un disparo. La hija de la víctima, al llegar a casa, dio el aviso. Es la 17ª víctima de violencia de género en 2019.
21 abril, 2019 11:53Noticias relacionadas
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La hija de Irene López, el viernes, había salido con unos amigos, aprovechando las vacaciones y los días de fiesta. Regresó a las 8:20 horas del Sábado Santo a su casa en Olot (Girona). Abrió la puerta y, nada más pasar por el salón, se encontró a su madre en el sofá. “¿Mamá?”, debió preguntar. Ella no le contestó. Llevaba horas sin respirar. Había recibido un disparo. Pero no de un ladrón o de alguien que hubiera entrado sin permiso en la vivienda, sino de su pareja sentimental, César Vega, Policía Nacional, que la noche de antes había decidido acabar con todo: le pegó un disparo con su propia pistola –se desconocen los motivos– y después se intentó suicidar. Pero no lo consiguió.
La adolescente, de tan solo 14 años, al encontrarse esa escena, entre terrorífica y dantesca, llamó a Emergencias con la esperanza de que pudieran hacer algo por su madre. Era tarde, llevaba horas fallecida, tendida en el sofá. Los servicios sanitarios confirmaron la muerte de Irene López y atendieron a César Vega, al que condujeron al hospital para que fuera atendido. Desde entonces, sigue ingresado y, aunque todavía no ha podido prestar declaración sobre lo ocurrido, su vida no corre, en principio, peligro.
Irene, trabajadora social
Horas después del suceso, en la calle Virgen de la Guía del barrio de San Cristóbal y Mas Bernat, en Olot (Girona), nadie daba crédito a lo ocurrido. Irene era una vecina conocida. La joven de 44 años, natural de Málaga, llevaba casi dos décadas afincada en la localidad. Había estado casada y tenía dos hijos de una relación anterior. Estaba totalmente integrada y había desechado cualquier idea de volver a su Andalucía natal. Era trabajadora social en el ámbito de la geriatría y, a menudo, la veían pasear tranquilamente por la ciudad.
Irene tenía, desde hace tiempo, una vida completamente normal. No se le conocían problemas ni comportamientos extraños. Junto a sus dos hijos, era feliz en el barrio. Y, además, en los últimos tiempos, había conocido, según le contó a una vecina, a un chico con el que estaba empezando a salir y del que se había enamorado. Se trataba de César, algo más joven que ella (con 38 años), Policía Nacional madrileño afincado en Olot, pero destinado desde hace tres años en la localidad cercana de Camprodon (Girona), donde trabajaba haciendo DNIs, dando permisos de armas o pasaportes.
Nada hacía presagiar el suceso del fin de semana. La hija de Irene López había salido, y ella y César se habían quedado en casa. Habían estado bebiendo, según ha trascendido por parte de la investigación, y, en un momento dado, él había cogido su pistola de Policía Nacional y le habría pegado un tiro por la espalda. Murió en el acto. Después, él intentó quitarse la vida. Se pegó otro tiro, pero no lo consiguió. Los servicios sanitarios lo trasladaron al hospital. Ahora, esperan que se recupere para poder tomarle declaración. No había denuncias previas por violencia de género ni nada que hiciera constar malos tratos previos.
Irene es la víctima número 17 –seis más que en el mismo período de 2018– en lo que va de año por violencia de género. Antes de ella, otra mujer, esta de nacionalidad sueca, también fue asesinada en Gran Canaria a causa de los golpes. El balance del año arroja seis víctimas en enero, tres en febrero, cuatro en marzo y otras cuatro en abril. En total, desde 2003, se han contabilizado 992 mujeres fallecidas a manos de sus parejas o maridos. Un drama que no cesa.