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María Isabel Permuy López tiene 74 años y la mirada llena de dolor. La mujer se mueve en silla de ruedas tras el derrame cerebral que hace cuatro años le provocó una hemiplejia. “Sé que esto no me habría pasado sin tanto sufrimiento padecido”, dice.
La señora no olvidará jamás una fecha: el 8 de abril de 2003. Ese día, a las 9.58 horas de la mañana en España, un carro de combate de EEUU lanzó un proyectil antipersona hacia el hotel Palestina de Bagdad, donde se hospedaba mucha de la prensa occidental que cubría la Guerra de Irak. Entre ellos, su hijo José Couso, cámara de Telecinco.
El proyectil impactó contra la planta 15, desde donde la agencia Reuters emitía en directo para todo el mundo los avances de las tropas estadounidenses hacia el centro histórico de Bagdad. Era una testigo incómodo para el Ejército de George W. Bush. El periodista ucraniano Taras Protsyuk murió en el acto.
Una planta más abajo, en la 14, estaba José Couso, el hijo de María Isabel. Junto al periodista Jon Sistiaga, José cubría la invasión del país por EEUU para la cadena de televisión española. En ese momento estaba grabando la contienda.
En menos de tres horas EEUU atacó las tres sedes de la prensa no empotrada con sus tropas. En total, murieron tres periodistas. El Gobierno de Bush hijo consiguió que no hubiera imágenes de Bagdad hasta 24 horas más tarde, cuando ya habían tomado la ciudad. Se debió a que los periodistas tuvieron que ponerse a refugio, intentar salvar a los heridos y llorar a los muertos.
Couso quedó gravemente herido. La metralla casi le arranca de cuajo una pierna. A las pocas horas, el reportero perdió la vida en un hospital de la capital iraquí. Para los Couso, EEUU asesinó a uno de los suyos.
“No fue un hecho fortuito. Los yanquis sabían que la prensa internacional estaba allí. Dispararon para matar. Fue un crimen de guerra que sigue impune”, dice el pasado jueves la madre de José Couso.
Precisamente, este domingo se cumplen 15 años de la muerte del cámara de Telecinco. 15 años sin que nadie haya pagado por ella. Con motivo de esta efeméride, EL ESPAÑOL se cita en exclusiva con la madre del reportero, quien junto a sus otros cuatro hijos no ha dejado de luchar por “hacer justicia” ni un solo día de estos tres últimos lustros.
“Que expliquen por qué dispararon”
Porque María Isabel ni olvida ni perdona. Acusa al Gobierno de Zapatero de, años después, ceder a las presiones diplomáticas de EEUU; al de Aznar de entonces de ni siquiera condenar el ataque, y al actual de Rajoy de “cargarse” la Ley de Justicia Universal con la reforma de 2014, que de facto hace casi imposible que los jueces españoles pueden investigar delitos cometidos en un país extranjero.
La madre de Couso tampoco tiene perdón para los tres militares que protagonizaron el ataque contra el hotel Palestina. Se refiere al sargento Thomas Gibson, que iba a bordo del carro de combate, el capitán Philip Woldrford y el teniente coronel Philip de Camp, quienes lo ordenaron.
Aunque el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz llegó a procesarlos -la primera vez, en 2007- su decisión fue revocada después por la Sala de lo Penal de dicho tribunal. Mientras, los tres militares siguen en libertad. En todo este tiempo no han pisado el banquillo de los acusados ni la cárcel.
“Antes de morir, quiero ver a esos tres soldados yanquis ante el juez. No por revancha, pero sí por justicia. Quiero que de una vez por todas expliquen por qué dispararon contra un hotel en el que estaba la prensa. Y sé que no voy flaquear”, añade María Isabel.
“Para el PP, mi hijo es un muerto de segunda”
Aquella mañana del 8 de abril de 2003, María Isabel veía el programa que María Teresa Campos presentaba en Telecinco. Pocos minutos después de las 10 de la mañana, la presentadora hizo un pequeño alto en el programa e informó de que se había producido un ataque contra el hotel en el que estaba la prensa internacional. No habló de muertos, pero la madre de José Couso presintió que su hijo no estaba bien.
Unas horas más tarde, la familia se enteró de la muerte del cámara. Tras el fallecimiento de José Couso, amigos, familiares, compañeros de profesión, actores, escritores, intelectuales y dirigentes de PSOE o IU se concentraron cada martes (día del ataque) ante la sede del PP en la calle Génova de Madrid. Así, durante 54 semanas seguidas.
“Los sucesivos gobiernos nos han ninguneado. Este de ahora nos ha llamado antipatriotas. Para ellos (el PP) mi hijo es un muerto de segunda. Si lo hubiera matado ETA sería otra cosa. Los estadounidenses tienen impunidad para matar”, asegura María Isabel Permuy.
Una llamada salvó la vida de la periodista Olga Rodríguez
Probablemente, una llamada desde Madrid para entrar al boletín informativo de las 10 de la mañana salvó la vida de la periodista Olga Rodríguez aquel 8 de abril de 2003. En España eran las 09.58 horas. En Bagdad estaban a punto de dar las doce. Dos minutos después, Olga tenía que entrar en directo con Iñaki Gabilondo en el Hoy por Hoy de la Cadena Ser para contar los últimos datos sobre la invasión de EEUU en Irak.
Olga estaba en la terraza de su habitación del hotel Palestina. Desde la altura, Olga veía los avances de las tropas del país norteamericano. A sus 27 años, era la enviada especial de la radio del grupo Prisa. El día anterior había estado junto a Couso y Sistiaga en el aeropuerto de la ciudad, donde la dura contienda de las jornadas previas dejó un reguero de muertos.
Cuando Olga Rodríguez escuchó su móvil, abandonó la terraza y entró en la habitación. En el instante de coger la llamada, un proyectil lanzado desde un carro de combate estadounidense a menos de dos kilómetros de distancia impactó contra la planta quince. Ella estaba en la 16, sólo una más arriba.
Debido al fuerte impacto, los cascotes de la pared y el techo se desmoronaron sobre Olga, que sufrió daños en un oído cuyas consecuencias sigue padeciendo hoy. Se quedó aturdida. Salió corriendo, sorda, con un fuerte pitido en los oídos. Olga, que gritaba “¡ha sido contra el hotel!”, está segura de que de no ser por esa llamada, hoy, 15 años después, estaría muerta.
“Hasta ese mismo día, todas las conexiones con Madrid las hacía desde la terraza porque tenía un cable muy corto conectado al teléfono satélite que desde dentro de la habitación perdía fuerza en la señal. Media hora antes del ataque encontré uno mucho más largo. Por eso tenía el aparato dentro. Si no, creo que hoy no seguiría con vida”, reconoce ahora Olga Rodríguez, que trabaja para eldiario.es, medio del que fue cofundadora.
Vio serio a Couso el día anterior
Aquella mañana, Olga no llegó a entrar en directo con Iñaki Gabilondo. Recuerda que en Bagdad eran casi las 12 y que un rato antes ella, Couso y otros reporteros habían estado juntos tomando café en una habitación.
Cuando trataban de huir por la escaleras del hotel -temían un nuevo ataque- Olga Rodríguez escuchó que Couso estaba herido. 15 años después, recuerda con viveza que entre varios periodistas lo bajaron hasta la planta baja, moribundo y ensangrentado, encima de un colchón.
“El cañón del carro de combate había girado 10 minutos antes hacia el hotel. José no murió en el fragor de la guerra. Fue un acto premeditado. Dos helicópteros de EEUU habían sobrevolado nuestras cabezas a muy bajo altura poco antes. Eso demostraba que tenían controlada la zona y que no había ningún posible enemigo cerca. Dispararon sabiendo que la prensa estaba dentro”.
La periodista había conocido a Jon Sistiaga y a José Couso en febrero de 2003. Fue al poco de llegar a Bagdad. Tras ganar cercanía entre ellos, empezaron a compartir conductor y traductor. Olga dice que Couso era un tipo muy bromista, pero que el día anterior a su muerte, tras divisar las consecuencias en forma de víctimas de la batalla en los alrededores del aeropuerto bagdadí, el cámara de Telecinco se mostró serio. “Estaba preocupado. Se lo noté en el rostro”.
Trabas a la investigación
José Couso nació en 1965 en Ferrol. Creció en el seno de una familia de tradición militar. Su padre, que murió bastante años antes que él, fue capitán de navío. Sus tíos también ocuparon altos cargos en el Ejército.
Cuando murió, Couso tenía mujer y dos hijos varones de tres y seis años, Pepe y Jaime. Era un reportero con experiencia en situaciones de conflicto. Había estado en los bombardeos de Bagdad de 1998 o en la Guerra de Kosovo un año después. En España había cubierto desde el desastre del Prestige hasta la toma de la isla de Perejil.
Dos meses después del ataque, el Mando Central de los EEUU (CENTCOM) publicó un informe en el que explicaba que el fuego enemigo era dirigido por un observador que se encontraba junto al río Tigris, en la misma orilla que el hotel Palestina. Tras la búsqueda del presunto observador, un tanque M1 Abrams disparó su cañón de 120 mm. contra el edificio.
La familia de Couso denunció. El juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional, procesó hasta en tres ocasiones a los militares ya citados. Les imputó asesinato y crimen contra la comunidad internacional. Lo hizo pese al criterio contrario de la Fiscalía, que siempre entendió que los tribunales españoles carecían de jurisdicción por tratarse de una acción de guerra realizada en territorio iraquí.
La Sala de lo Penal revocó las imputaciones de Pedraz, que en 2011 llegó a visitar Bagdad junto a Olga Rodríguez y Jon Sistiaga para realizar una inspección ocular del lugar en el que sucedieron los hechos.
Tras la reforma de la Ley de Justicia Universal de 2014, el caso se encuentra paralizado. En 2017, la familia de Couso presentó un recurso de inconstitucionalidad al TC por dicha reforma. “Estamos dispuestos a acudir al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo para que se haga justicia”, dice su madre.
Su hermano pequeño: “No era un loco”
David es el menor de los hermanos Couso. Recuerda que la última vez que habló con José fue unos 10 días antes de su muerte. Él le llamó desde Bagdad. David circulaba con su Citroen AX por la M-30 de Madrid. Pasaba cerca del antiguo estadio Vicente Calderón.
David, hoy bombero en Alicante, por aquel tiempo estaba en la capital de España preparando las oposiciones al cuerpo. “Estaba preocupado por lo que estaba viendo. Pero como era mi hermano mayor le quitó hierro al tema y me dio ánimos”.
La mañana que murió José, su hermano David recuerda que se levantó con una sensación de “extrañeza”. “Era como si notara que algo malo iba a pasar”, cuenta a este reportero. “Fue muy duro cuando nos llamaron para confirmar que mi hermano había muerto en un hospital mientras trataban de salvarle la vida”.
15 años después, a David Couso aún le sigue molestando que la gente le diga: “¡Joder, es que tu hermano estaba en una guerra!”. Él defiende que en ese momento José no estaba en mitad de una batalla, con el riesgo intrínseco que eso conlleva.
“Mi hermano no era un loco. Sabía cuándo tenía que arriesgar y cuándo no. Él iba a contar lo que había sucedido, no a meterse debajo de una bomba. Y ese día él estaba en su hotel. Que quede claro, en un hotel al que atacó EEUU deliberadamente. Parece como si eso se nos hubiera olvidado”.
José Couso no vio crecer y convertirse en chavales a sus dos hijos. Hoy, 15 años más tarde de su muerte, Jaime, el mayor, tiene 21 años. Le acaban de contratar en un importante bufete de abogados de Madrid. Pepe, tres años menor, va estudiar Diseño Digital el próximo curso. Los dos llevan a gala el apellido Couso, una familia que sigue reclamando justicia con mayúsculas.