El trabajo en Purriños Zapateros, en el 108 de la calle San Andrés, empieza sobre las cinco y media de la madrugada. "Necesitamos tiempo durante el día para dedicarnos al taller porque en la tienda hay un goteo continuo de clientes", explica Roberto Purriños, tercera generación de una familia ferrolana dedicada a la reparación de calzado. "El destino parece que te pone un cuño de zapatero. Nunca me he dedicado a otra cosa", reconoce en el mostrador de su negocio, donde el cliente, además, se encuentra de frente con más de 2.500 referencias de llaves listas para copiar.
Purriños Zapatero se instaló en A Coruña en 1998, en el 110 de San Andrés, y en 2016 se mudó al portal contiguo para consolidar el negocio. Roberto había llegado a la ciudad tras marcharse a los 21 años a Cedeira desde Ferrol, donde su abuelo José María fundó Purriños en 1936.
Un cuarto de hora en la tienda es suficiente para comprobar que Purriños es de esos comercios de proximidad que dan vida a los barrios a los que acuden clientes fieles, gente que se fía a ciegas de la recomendación de un producto de mantenimiento o de una solución para el arreglo de un calzado.
"La reparación de zapatos fideliza al cliente, y que el cliente tenga esa fidelidad a nosotros es lo que más nos gusta", expresa. "Tataranietos de clientes que tenía mi abuelo vienen hoy aquí. En este tipo de comercios tienes afinidad o no la tienes".
Porque Roberto explica con detalle para qué sirve una crema o un espray, o cómo poner y quitar las pilas de un mando a distancia del garaje, o qué va a hacer en la suela de una bota para reforzar su agarre. Eso crea confianza. Él alterna el trabajo en el taller junto a otros dos zapateros con la atención al público, para la que le ayuda Elena Casal.
Plantillas, cinturones, miles ("es imposible concretar cuántos") de cordones de zapatos diferentes guardados en cajones, cientos de cremas y betunes de unos 200 colores. Todo eso cabe en Purriños, que para completar el negocio desde 1998 replica llaves. "Uno viene a hacer una copia y se lleva una crema, o viene a reparar un zapato y aprovecha para copiar una llave de casa".
Garantía y especialización
Resalta Roberto Purriños que la relación que su negocio tiene con dos marcas con las que trabaja le ha permitido ganar clientela y, sobre todo, alcanzar trascendencia internacional. Vibram es una firma de caucho para suelas de calzado, "muy técnica para casual y deportivo"; y Saphir es la líder mundial en calidad y diversidad de productos para el cuidado y la renovación del calzado.
"Gracias a estas relaciones, y al ser taller oficial certificado de Vibram, se nos conoce en Francia y en Portugal, y los cruceristas que vienen a la ciudad. Si alguien quiere uno de sus productos de calidad, viene aquí", asegura Purriños.
"Hemos crecido porque nos hemos ido al zapato muy técnico, además del de la calle", continúa. Tras la pandemia, la gente usó menos el zapato de vestir y tacón, que reserva para eventos serios, y cada vez más calza de forma casual y deportiva, dice. "Esto nos ha obligado a reinventarnos para dar más comodidad. Nos gusta decir que ahora nos dedicamos a aumentar las prestaciones del calzado".
Parece una frase publicitaria, pero Roberto Purriños dice que basta un ejemplo para confirmar esta tendencia: "Hace dos semanas nos enviaron de un club deportivo de Oporto 46 pares de zapatillas nuevas sin estrenar para cambiarles el piso y hacerlo más ligero y con más duración: ya eran buenas, ahora serán mejores". Eso es lo que desea quien mima su calzado y acude, por confianza, a Purriños.