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Los apellidos dan nombre a muchos negocios, y aquellos que se consolidan durante décadas acaban formando parte de la identidad comercial de una ciudad. Villar es uno de esos apellidos longevos en el tejido empresarial de proximidad en A Coruña. Es farmacia, es droguería, es ambas cosas. Es tradición profesional, que hoy llega a su sexta generación. En el número 5 de la calle Olmos permanece abierta desde hace 90 años la droguería Villar; la farmacia continúa en servicio en el 82 de la calle Real, donde atiende a los coruñeses desde 1827.

"Si no lo tenemos nosotros, pregunte en Villar". Es una frase habitual que se dice cuando en una droguería de cualquier barrio de la ciudad no hay un producto determinado. Es muy probable, "pero no definitivo", que en Villar se pueda comprar eso. "Vendemos soluciones para arreglar los problemas del hogar: manchas, suelos, muebles... Productos químicos para casa o para restauración, bellas artes... Y desde hace unos tres años pegan muy fuerte los productos de cosmética natural: tintes, cremas...".

Farmacia y droguería Villar fueron en su origen un solo negocio, cuenta Jorge González, su actual gerente y también dependiente, yerno del último de los propietarios de la familia Villar, Alberto, y cuya esposa es también dueña de una farmacia en Eirís. En 1827, el betanceiro José Villar Vázquez, que había estudiado Farmacia, abrió su botica en el centro de A Coruña.

Planta baja del edificio que ocupa Villar desde 1934 en la calle Olmos. Quincemil

Como reza el dicho, el negocio vendía "de todo, como en botica". A mediados del siglo XIX, con la epidemia de cólera que asoló la ciudad, la farmacia llegó a suministrar medicamentos gratis a instituciones benéficas, a conventos de religiosas y a la Beneficencia municipal.

Un negocio familiar

José Villar falleció en 1872, pero su comercio se mantuvo en la familia. Su hijo Juan y su nieto José cogieron las riendas, y más tarde sus dos bisnietos, otros José y Juan, quienes separaron el negocio de farmacia del de droguería con la reforma sanitaria del gobierno de Primo de Rivera, que obligaba a las boticas a separar los medicamentos humanos y de veterinaria de todos los demás productos químicos. Estos encontraron acomodo en el edificio de la calle Olmos, donde en el centro sobre una gran mesa se puede ver una báscula comprada por Juan Villar en la Exposición Universal de Londres de 1921.

Interior de la droguería Villar. Quincemil

Este inmueble, abierto en 1934, tiene bajo y tres plantas. Villar solo usa hoy la planta baja y la primera como almacén (las otras están alquiladas a empresas), pero hace noventa años utilizaba todo para oficinas y para reunir mercancías descargadas en el puerto con las que abastecía a otras farmacias de Galicia y del norte de España. "La familia viajaba mucho y traía productos que no había en España. Fueron unos precursores de lo que hoy son las cooperativas farmacéuticas", explica Jorge González.

Hoy trabajan tres personas en Villar, donde llegó a haber unos cuarenta empleados. Dice González que algo que caracteriza su atención al público es "el tiempo que se detiene el dependiente con cada persona". "Pueden ser diez o quince minutos. Estamos más formados y tenemos más paciencia, a veces están cuatro clientes esperando mientras atendemos a uno, y la gente lo sabe". El 80% de esa clientela es "de toda la vida", calcula el gerente, Y los turistas, añade, se llevan siempre "algo de recuerdo", generalmente productos que no tienen en sus países de origen.

 "Investigar y estar al día"

En la droguería de Olmos atienden dos empleadas. Una es Elena González, que siembre ha trabajado de cara al público, primero en el mismo sector, después en decoración y en los últimos tres años en Villar. Confiesa que le gusta "todo" de su trabajo, sobre todo "investigar y estar al día" de la mercancía que vende y "ofrecer explicaciones" a los clientes.

Rótulo del negocio en el interior de la droguería Villar. Quincemil

"Aquí hay que tomarse las cosas con paciencia, no se trata de vender un producto y que cada uno lea en su casa cómo se usa. Nosotros detallamos para qué sirve y su aplicación. Y los clientes también nos dan ideas o soluciones de ese mismo producto para un problema doméstico", cuenta González desde el viejo mostrador de madera de la droguería Villar, entre una clienta que pregunta por un producto de limpieza y otra por uno de ambientación.