"Ser ferretero es más prosaico que poético". Será porque hay que dedicar "mucho tiempo" al mostrador y al almacén, o hay que satisfacer infinidad de demandas cotidianas necesarias para el hogar o la oficina, o acostumbrarse a atender las particularidades de diversidad de clientes...
O porque entre bombillas, cables, tornillos, herramientas y decenas de miles de artículos uno no encuentra pasión por su trabajo como ocurre en otras ocupaciones. La ferretería Araujo, en la calle Marqués de Pontejos, lleva 36 años suministrando a los coruñeses esta inmensa variedad de productos y haciendo barrio en pleno centro de la ciudad.
El microuniverso de un barrio se crea con sus rutinas, sus espacios públicos, sus servicios y sus comercios. Araujo es pequeño comercio de primera (y gran) necesidad. Es además un ejemplo de negocio que tiene sus raíces en la emigración y su creación y consolidación en la patria natural. Es tienda "de toda la vida" con clientes "de toda la vida".
Una historia que comenzó en Caracas
Julio Araujo Espiñeira, nacido en Castrelo de Miño (Ourense), pasó 22 años de su vida en Caracas, capital de Venezuela. Allí se casó con otra ourensana, de Amoeiro, y vio nacer a sus tres hijos. Después de su jubilación en 2016, uno de ellos, Julio, está al frente de la ferretería que su padre abrió en Pontejos en 1988. "¿Que si ser ferretero acaba gustando? Cada vez menos. La verdad es que no. Para mí ha sido como un castigo por no haber estudiado", admite con tanta sinceridad como ironía en su respuesta Julio Araujo hijo.
Mucho tiempo atrás, su padre se había asentado en Caracas como vendedor de artículos de ferretería. "Al poco de llegar pedí trabajo a unos amigos de A Guarda que tenían un almacén y estuve seis años con ellos. Uno de sus socios lo dejó, abrió otra ferretería y me fui con él y su primo. El negocio se llamaba Los Caobos, en la avenida Principal de Maripérez, frente a la iglesia de los judíos, allí estuve otros ocho años", recuerda Araujo Espiñeira.
La tierra, Galicia, a donde volvían de vacaciones, llamó a Julio y a su familia. En A Coruña tenían primos. Compraron piso en la calle Socorro, en el Orzán, y tras idas y venidas con el Atlántico de por medio en la década de los ochenta, los Araujo se instalaron en la ciudad. Buscaron un bajo donde abrir negocio, primero en Monelos, luego en Pontejos, donde finalmente ocuparon el local de una tienda de calzado, Rogal, cuyo dueño quería traspasar para retirarse.
Araujo se afilió a una cooperativa de material de ferretería de Espíritu Santo, Las Rías, y se puso en marcha: "La arreglamos y montamos mi esposa y yo mientras los niños estudiaban", cuenta. "Entonces había otras en la zona: Cuatro Caminos en Panaderas y El Candado en San Nicolás, que ya no existen; o Vecino en San Agustín y Marconi en Curros Enríquez, que duran. Hice amistad con todos los dueños".
Desde su jubilación hace ocho años, Julio Araujo solo visita la tienda "para ver como va todo y saludar". A su hijo Julio, ahora al frente, lo ayudan desde hace tiempo su mujer y otros dos empleados, Rafael y Vicente. Lo que más le gusta al cabeza de familia de su trabajo como ferretero es "todo", y que su tienda se haya convertido en un "negocio de barrio": "Por aquí han venido madres, sus hijos y vendrán sus nietos cuando crezcan. Porque hay de todo, o casi de todo".
Con las necesidades del presente y las perspectivas del futuro (con la tecnología como elemento cada vez más importante en la gestión informatizada del negocio), ahora tiene que lidiar Julio jr, que se pone al día "para no quedarse atrás". Admite que él y sus compañeros deben saber cómo funciona cada uno de los miles de artículos que venden, aunque luego no tengan que utilizarlos nunca o no sean demasiado manitas.
Otra cosa en encontrar alguno de esos productos que les piden con menos frecuencia, amontonados o encajados en los largos pasillos o en las altas estanterías de Araujo. "Es fácil perderse con tantos miles de referencias". En algún momento las necesita esa "clientela de toda la vida" que atraen los comercios de proximidad como la ferretería Araujo en el centro de A Coruña.