Con toda la pena del mundo, los hermanos Ares Iglesias afrontaron a mediados del año pasado el final de un negocio familiar de casi noventa años de vigencia: la cristalería El Reflejo, en la calle Torre de A Coruña. Una triple causa explicaba el cierre: la jubilación, la ausencia de relevo generacional y, quizá lo más importante, la falta de profesionales cualificados en el sector, que se han ido reduciendo con los años.
Pero la clausura prevista para finales de 2023 se está retrasando más de lo esperado: aunque ahora el comercio del barrio de Monte Alto está cerrado por vacaciones, sus propietarios no se han marchado y lo mantienen abierto, continúan vendiendo un stock que tarda en encontrar compradores y tampoco han conseguido desprenderse de su nave a la venta en el polígono empresarial de Agrela.
Cuando leyeron el cartel de liquidación en el escaparate, los vecinos "de toda la vida" de la calle Torre y su entorno pidieron a Queca Ares que les avisase del día en que fuese a cerrar el negocio que mantiene con su hermano Fernando y sus hermanas Belén y Julia, y que habían puesto en pie sus abuelos Jesús y María en el año 1935 en la calle Orillamar, de donde se desplazaron en 1958 a su actual ubicación. "Los vecinos me lo siguen diciendo que les avisemos, pero aún estamos tratando de colocar toda la mercancía que tenemos, que pensábamos haber vendido antes", explica Ares.
"No queremos malvender"
El bajo comercial del número 60 de la calle Torre está en venta, como la nave del 279 de la avenida Fisterra, "en la milla de oro de Agrela", en la que está el horno de fabricación de vidrio y un museo con los diseños más singulares elaborados desde hace décadas. El inmueble tiene una superficie de 2.400 metros cuadrados de uso industrial y permite también, según apunta Ares, uso hostelero y ampliación de espacio. "Hemos recibido ofertas, bastantes, pero todas a la baja, y no queremos malvender", admite una de las propietarias de El Reflejo.
Esa mercancía por colocar, con murales y vidrieras incluidos en el almacén, "ya no es mucha" y la que ya se ha vendido ha acabado en manos de particulares. En la fábrica de Agrela se siguen diseñando y sacando del horno "pequeñas piezas decorativas" por iniciativa de los dueños, que pasan a formar parte de la liquidación.
Así que ahora, aunque no hay marcha atrás respecto a la continuidad de El Reflejo, no hay previsión aproximada sobre el cierre: "Como la nave y el local son nuestros, seguimos esperando. No corre prisa, pero cerraremos camino de los 90 años seguidos de actividad".
Queca Ares comenzó a trabajar en El Reflejo cuando tenía 17 años y ha estado 48 en el taller y en las tiendas que en todo este tiempo ha tenido la cristalería en la ciudad. Pocos negocios como este quedan hoy en A Coruña, asegura la propietaria, del que se han servido a lo largo de los años pequeñas, medianas y grandes empresas, reformistas, arquitectos, comerciantes y miles de particulares para decorar sus establecimientos y viviendas.