El Congreso de los Diputados vivió una sesión memorable en la tarde del jueves 15 de diciembre de 2022. Por bronca y excepcional. Los representantes de los partidos del Gobierno (PSOE, UP) y de sus socios de investidura (ERC, Bildu, PNV...), por un lado, y los de la oposición (PP, Cs, Vox), por otro, se acusaron de dar un golpe institucional: unos, por reformar el Código Penal y el Poder Judicial; otros, por impedir su votación.
No se escucharon tacos como cuando en 2003 José Antonio Labordeta mandó "a la mierda" con un "coño" y un "joder" de cabreo a los diputados populares que interrumpían su alocución, o cuando en 2016 Albert Rivera, entre dientes desde su escaño, tildó a Pablo Iglesias de "capullo" y "gilipollas". Pero las palabras que se lanzaron la semana pasada en la cámara baja fueron mucho más inquietantes que las de un coloquial desahogo: "[el 23-F] Quisieron parar el Pleno y la democracia con tricornios y hoy han querido hacerlo con togas", "¡Qué vergüenza!", "¡Nos ha llamado golpistas!", "Es lo que sois".
¿Son los 350 congresistas españoles −y los 265 senadores− de esta legislatura, la XIV de la democracia contemporánea, peores, más faltones, ruidosos e irrespetuosos que los de décadas y siglos atrás, o esta visión es injusta? ¿Están azuzando el enfrentamiento social? En la nueva crisis institucional se han perdido a veces las formas, incluso en mayor medida que en momentos infinitamente más graves, como en 1936. En sesiones de 2022, desde Vox han llamado "filoterroristas" a los diputados vascos de Bildu y desde ERC "fascistas" a los primeros.
EL ESPAÑOL | Porfolio propone en este reportaje un viaje parlamentario de 210 años de historia a través de los Diarios de Sesiones de la sede de la soberanía del pueblo español. Para comparar, nos detenemos en los ejemplares de días calientes marcados por golpes de Estado, guerras y esperanzas de paz, desde el 19 de marzo de 1812 hasta el 15 de diciembre de 2022, pasando por el 3 de enero de 1874, el 5 de noviembre de 1934, el 3 de julio de 1936 o el 23 de febrero de 1981.
El recorrido muestra la evolución retórica de los diputados, desde la formalidad del pasado hasta el ofensivo e incluso chabacano estilo actual de algunos. Aunque hay que añadir, en descargo de los de ahora, que no han llegado a las manos en el hemiciclo, como sí hizo el falangista José Primo de Rivera en el 34.
El conflicto de este diciembre escenificado en el Congreso se ha interpretado como la enésima y álgida prueba de la polarización de la política española, y ha reafirmado a los que creen que el debate se ha vuelto demasiado tenso, insultante, ofensivo, crispado y crispante, y que a la lucha de ideas y al talante conciliador para buscar acuerdos los sustituye peligrosamente el extremismo de negar y descalificar todo lo que proponga el otro.
El desprestigio de los políticos lo aprovecha el nihilismo populista para afirmar que "son todos iguales". Ningún líder aprueba en la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El día de la Constitución, la presidenta del Congreso, la socialista Meritxell Batet, dijo, preocupada: "La ciudadanía espera de sus representantes que la palabra se utilice para argumentar, no para herir; para proponer, no para ofender; para construir, no para zaherir".
Los Diarios de Sesiones, que transcriben los discursos, debates e interrupciones de los parlamentarios de los siglos XIX, XX y XXI, están accesibles en la página del Congreso. En 2015 concluyó la digitalización de la serie histórica (1808-1977) y cada semana publica los de la etapa de reinstauración de la democracia en que nos hallamos, desde las Cortes Constituyentes de 1977. El Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados −y su equivalente en el Senado− es un monumento editorial, obra colectiva de quienes hablaron desde la tribuna o el escaño, del Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas −sobre todo, mujeres− que recogieron al vuelo sus palabras para ponerlas por escrito, y del resto del equipo que edita, publica y archiva los textos. Solo los de la serie histórica suman 500.000 páginas en formato pdf. Las taquígrafas, por cierto, dicen en Twitter cómo sería el perfecto orador:
Y así sería para nosotras el perfecto orador.🗣️🗣️🗣️ pic.twitter.com/jPrU8WmVO7
— Taquígrafas Cortes (@taquigrafasCGrl) April 15, 2021
Constitución de 1812
Un hito de las Cortes de 1810-1813, reunidas en la asediada Cádiz bajo los cañonazos napoleónicos durante la Guerra de Independencia, es la sesión del 19 de marzo de 1812, en la que los diputados y el regente del entonces exiliado rey Fernando VII juraron la Constitución recién aprobada. El Diario de Sesiones número 525 de aquella legislatura recoge la crónica de ese día. En tan importante momento, consciente del porvenir, el presidente de las Cortes, el sacerdote Vicente Pascual y Esteban, dijo con el solemne y ampuloso estilo que aún siguen muchos:
En esta gran Carta se halla asegurado del modo más firme el ejercicio de la religión católica apostólica romana, única verdadera, y prohibido el uso de cualquiera otra; se han marcado y puesto en salvo los derechos imprescriptibles de la Nación y de todos los españoles de ambos mundos; se ha continuado el gobierno monárquico en la persona del mismo Sr. Rey D. Fernando VII de Borbón y sus legítimos sucesores, y por último, se han adoptado las precauciones oportunas para evitar a la Nación y a todos los individuos que forman esta gran sociedad el verse otra vez sumergidos en las tristes desgracias a que los ha conducido la arbitrariedad y tiranía.
1874, el golpe a la I República
Sesenta y dos años más tarde, y ya en su sede actual en la carrera de San Jerónimo de Madrid, los señores diputados −las mujeres estuvieron excluidas hasta 1931− se reúnen en otra histórica sesión. Fue maratoniana. Se prolongó desde el 2 de enero de 1874 hasta las siete y media de la mañana del día siguiente y significó el abrupto fin de los once meses de la Primera República y de sus Cortes Constituyentes. El presidente del Ejecutivo, el historiador y periodista Emilio Castelar, había presentado una moción de confianza a fin de ampliar sus poderes para enfrentarse a las sublevaciones de carlistas y cantonalistas en la península y de los independentistas en Cuba. Perdió la votación. El presidente de las Cortes era Nicolás Salmerón, que había dimitido antes como jefe del Ejecutivo para no tener que firmar unas sentencias de muerte.
La sesión parlamentaria, la República y el Sexenio Revolucionario iniciado en 1868 acabaron a la vez con el golpe militar del general Pavía. Sus soldados irrumpieron a tiros en el hemiciclo −como el teniente coronel Tejero el 23 de febrero de 1981− para disolver el Congreso. El nuevo Gobierno del general Serrano dio paso a la restauración de la monarquía de los Borbones en la figura de Alfonso XII. Castelar, considerado el mejor orador, pronunció en ese aciago trance un discurso brillantísimo que acabó a las cinco de la madrugada, justo antes de la votación y del asalto militar, como recoge el Diario de Sesiones número 99 de la Legislatura 1873-1874, del 2 y 3 de enero de 1874:
yo le dije a la mayoría republicana con toda la sinceridad de mi carácter, con toda la vehemencia de mi palabra; yo le dije el abismo a que se arrastraba y a que arrastraba a la República. Y ya estamos en el fondo de ese abismo. Yo le dije que teníamos pocos hombres que pudieran representar grandes agrupaciones; que estos hombres se gastarían muy pronto, que el poder los había de desacreditar injustamente uno a uno, y que el día en que murieran de estos hombres tres o cuatro, como los pueblos latinos aman todavía las personificaciones antes que las ideas, el día en que tres o cuatro de esos hombres estuviesen imposibilitados o desacreditados, moriría con ellos la República. Pues ya estamos desacreditados todos (Varios señores Diputados: No, no. Otros: Sí, sí), todos sin excepción.
Que en el acaloramiento del debate se profieren insultos, o críticas agudas que se interpretan como descalificaciones, no es exclusivo de hoy en día, pues ya en aquella sesión de 1874, al terminar su discurso Castelar, el diputado Armentia tomó la palabra para quejarse: "La minoría ha dado pruebas de prudencia hasta el extremo; pero deseo que conste, y que sepa toda España que se la han dirigido insultos y provocaciones". En realidad, no se encuentran insultos como tales, sino una referencia de Castelar asegurando que Armentia le iba a llamar "apóstata", equivalente de traidor.
[Emilio Castelar, el gran y olvidado republicano español del XIX que admiró toda Europa]
El Diario de Sesiones de la jornada, reanudada a las siete menos cinco de la mañana del 4 de enero, concluye con la crónica del asedio y asalto militar a la Asamblea cuando empezaba el escrutinio de la votación anterior. Ni siquiera bajo esa extrema presión se registra una palabra malsonante:
Última parte de la sesión, tomada textualmente de la traducción oficial de las notas taquigráficas firmadas por los redactores y taquígrafos de las Cortes. [...]
El Sr. PRESIDENTE: Ruego a los Sres. Diputados que ocupen sus asientos.
No tenemos más remedio que ceder a la fuerza, pero ocupando cada cual su puesto. Vienen aquí, y nos desalojan. ¿Acuerdan los Sres. Diputados que debemos resistir? ¿Nos dejamos matar en nuestros asientos? (Varios Sres. Diputados: Sí, sí, todos.)
El Sr. Presidente del PODER EJECUTIVO (Castelar): Señor Presidente, yo estoy en mi puesto, y nadie me arrancará de él. Yo declaro que me quedo aquí, y aquí moriré.
Un Sr. Diputado: Ya entra la fuerza armada en este salón.
(Penetra en el salón tropa armada.)
Varios Sres. Diputados: iQué escándalo!
El Sr. Presidente del PODER EJECUTIVO (Castelar): iQué vergüenza!
Varios Sres. Diputados: Soldados, ¡Viva la República federal! iViva la Asamblea soberana!
(Otros Sres. Diputados apostrofan a los soldados, que se replegan a la galería y allí se oyen algunos disparos, quedando terminada la sesión en el acto.)
Eran las siete y media de la mañana.
Pelea en 1934 tras la Revolución
Como en otros países, la polarización política y social se agudizó a lo lardo de los años 30 durante la Segunda República. Un ejemplo rotundo sacudió el Congreso el 5 de noviembre de 1934, pocos días después de la represión militar de la Revolución de Octubre. Gobernaba la derecha. Una trifulca verbal escaló hasta que el diputado falangista José Antonio Primo de Rivera llegó a las manos en pleno hemiciclo con el diputado centrista José María Álvarez Mendizábal. Todo empezó por un altercado absurdo que revela la susceptibilidad a flor de piel que exhibían algunos.
El ministro de Estado Ricardo Samper, del Partido Republicano Radical, refiriéndose al diputado de centro derecha Dionisio Cano López, dice: "Su señoría y yo nos conocemos hace mucho tiempo, y salvando la solvencia moral de cada uno, me será permitido no contestarle". El aludido se lo toma como una enorme ofensa a su honor: "El señor Samper ha dicho que no tengo solvencia moral", protesta antes de dirigirse hacia él, enervado, con intención de agredirle. Se forma un tumulto que transcribe el Diario de Sesiones nº 115 de la legislatura.
El Sr. CANO LOPEZ: Yo digo a S. S. (Dirigiéndose al Sr. Ministro de Estado) que, o retira esas palabras, o me responderá personalmente de ellas. (Grandes rumores y protestas.-El señor Cano López abandona su escaño para dirigirse al banco azul y varios Sres. Diputados salen a su encuentro para impedirlo, produciéndose un gran tumulto.)
El Sr. PRESIDENTE [Santiago Alba]: iOrden, orden! Invito a los Sres. Diputados a que se sienten. (Continúan las protestas.) Piensen los Sres. Diputados en la grave responsabilidad que contraen. El país espera del Parlamento la resolución de graves problemas. Este espectaculo es bochornoso. (Siguen los rumores.)
Primo de Rivera se mete espetando: "Lo que tiene que hacer el Sr. Presidente es dejar que nos peguemos alguna vez". Álvarez Mendizábal dice algo que no se entiende, y ambos "tratan de agredirse, siendo separados en el hemiciclo por varios Señores Diputados". Es la antesala de una violencia mucho peor. Pistoleros falangistas intentaron matar a Álvarez Mendizábal en la puerta de su casa en mayo de 1936. Y el 20 de noviembre ejecutaron a Primo de Rivera por rebelión militar.
Tensión antes del golpe de 1936
La violencia ambiental se expresó en las Cortes españolas como preludio del golpe militar de julio de 1936 que desencadenó la guerra civil y condujo a la larga dictadura franquista. Las alusiones guerracivilistas no son raras en el Congreso de hoy, pero, ¿realmente hay en el ambiente actual una tensión semejante a la de cuando gobernaba el Frente Popular de izquierdas y desde la derecha se fraguaba la insurrección? La violencia política que sufría entonces España no se puede equiparar con la situación pacífica de nuestros tiempos. Pero conviene no olvidarla.
El Congreso de 1936 celebró su última sesión el 10 de julio. El 12 de julio asesinaron al teniente José del Castillo, socialista. Respondieron el 13 de julio asesinando al líder monárquico en las filas de la derecha, José Calvo Sotelo, que se había distinguido en el Parlamento por sus proclamas a favor de la intervención del Ejército para restaurar el orden. Cuatro días después, el 17, se produjo la rebelión militar en Melilla. La legislatura terminaba en tragedia. Vayamos a una de las últimas sesiones antes del golpe, la celebrada el 3 de julio, recogida en el Diario de Sesiones nº 56 de 1936.
Esa tarde, con Diego Martínez Barrio como presidente del Congreso, se produjo un rifirrafe que sirve como botón de muestra de la creciente animosidad. El fácil y elocuente verbo de los diputados y su formal caballerosidad se veían desbordados por las subidas emocionales de tono en las que se reflejaba el clima prebélico de las calles. El diputado del PSOE Ángel Galarza está hablando sobre los intentos del gobierno del Frente Popular por procesar a agentes del orden por los excesos en la represión de la revolución de octubre de 1934, cuando desde el escaño lo interrumpe Antonio Bermúdez Cañete, de la conservadora CEDA, al que secunda su correligionario José María Sánchez-Ventura. Representantes de izquierda y derecha se echan en cara mutuamente la violencia cometida por elementos de uno y otro signo:
El Sr. GALARZA: [...] Eran delitos de ferocidad [en la represión militar de la revolución de 1934] que sólo se pudieron cometer y han podido permanecer, como han permanecido, sin castigo porque el Gobierno [de derechas] que entonces había era solidario de algunos actos, que aplaudía y promovía. (Aplausos.-El Sr. Bermúdez Cañete: ¿Me permite Su Señoría? ¿Y las doce víctimas de anoche? ¿Los disparos en un bar que han causado cuatro muertos? Disparando sobre mesas llenas de gente. -El Sr. Sanchez Ventura: ¿Y lo de la Telefónica?) Eso es un cuento, y quien se hace eco de cuentos es un miserable. (El señor Sánchez Ventura: Y Su Señoría lo es más.) iUn miserable! (Fuertes protestas.-El Sr. Presidente reclama orden.)
El Sr. PRESIDENTE: Señor Galarza y señor Sánchez Ventura: por propio respeto, yo ruego que Sus Señorías den por no pronunciadas las palabras que la Cámara, en medio de este tumulto, si no en su totalidad, en parte, ha oído. No es tolerable que los Sres. Diputados procedan a agredirse de esa manera, que verdaderamente nos coloca a todos, singularmente a la Presidencia, en una actitud de violencia. [...].
El Sr. GALARZA: Todas las palabras que puedan ofender personalmente a un Sr. Diputado las retiro. Las mías no han sido más que esas: que quien se hace eco de cuentos es un miserable. Y eso S. S. comprenderá que es cierto. Quien se hace −fuera S. S. o yo− eco de un cuento en la Cámara, tiene que ser un miserable. (Muy bien.)
Bermúdez Cañete murió asesinado en Madrid ese agosto. Galarza acabó su vida en el exilio.
1976, las Cortes franquistas votan su disolución
Al año de la muerte de Francisco Franco, los procuradores −como se llamaba a sus miembros− de las Cortes Españolas de la dictadura debatieron los días 16, 17 y 18 de noviembre de 1976 la Ley para la Reforma Política, que, aprobada en votación el día 18, supuso la disolución del régimen de partido único del Movimiento Nacional y el inicio legal de la Transición hacia la monarquía parlamentaria.
Esa ley decisiva impulsada por el presidente del Gobierno y antes secretario general del Movimiento, Adolfo Suárez, y redactada por el presidente del Congreso, Torcuato Fernández-Miranda, y el ministro de Justicia, Landelino Lavilla, con el apoyo de los reformistas del régimen, se tramitó por la vía de urgencia, lo que cuestionaron los defensores más acérrimos del franquismo. Los discursos perviven en el número 29 del Diario de Sesiones. En sus 218 páginas no hay insultos ni ataques ad hominem. Al revés. Gabriel Cisneros, al terminar su impecable defensa del cambio a la democracia, dice, excusándose con los procuradores más franquistas: "Concluyo con la expresión de mis disculpas por si la viveza de esta confrontación polémica ha podido suscitar alguna desazón personal".
El último discurso antes de la votación del 18 de noviembre lo pronunció Lavilla en nombre del Gobierno:
que nadie hable en nombre de un pueblo que no ha hablado; que nadie se arrogue representaciones si no las ha recibido; que termine la confusión y que sea el pueblo español el que arbitre y haga la luz. [...]
Durante los últimos siglos, la vida política de España se ha caracterizado por una permanente discontinuidad. Una y otra vez, los españoles hemos tejido y destejido, y para construir partimos siempre de los escombros de nuestro pasado. Hoy podemos ensayar otra manera de hacer Historia: avanzar con paso firme sobre lo ya adquirido.
El golpe de 1981
Tras las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras democráticas desde la Segunda República, se inauguraron las Cortes Constituyentes que elaboraron la Constitución de 1978. Se abrió el largo y próspero periodo de paz y pluralidad en que continuamos a finales de 2022, casi medio siglo después. El momento más grave en estos años de vida parlamentaria no ha sido el conflicto aún sin resolver de la semana pasada sino, claro está, el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
Los militares de ultraderecha encabezados por el coronel Tejero secuestraron el Congreso cuando los diputados votaban la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo al frente del gobierno de la UCD, como sucesor de su dimitido compañero Adolfo Suárez. Esa jornada, truncada y luego felizmente resuelta con el fracaso del complot, se registró en el número 146 del Diario de Sesiones de 1981.
Presidía el Congreso el antes mencionado Landelino Lavilla. Los grupos parlamentarios fijaban sus posturas. Muy críticas, pero sin ofensas personales. Será "el gobierno de la gran derecha", dijo Santiago Carrillo para justificar el no del Partido Comunista. En su turno, Felipe González, líder del PSOE, analizó las actitudes de la ciudadanía ante los cambios de la Transición:
En la opinión pública, ante la situación de crisis −crisis política, económica, social, etcétera−, se ha producido en un segmento de esa opinión una reacción que consiste en decir: "Se va demasiado de prisa, esto hay que pararlo". Hay, incluso, un segmento que dice: "Hay que dar la vuelta, hay que volver hacia atrás". En tanto que otra parte de la opinión pública, a mi juicio mayoritaria, cree que se ha hecho poco, que se ha avanzado poco, que hace falta cambiar la estructura del Estado.
Los que, como decía González, creían que "hay que volver atrás" irrumpieron en el hemiciclo a los pocos minutos. Cuando los diputados y diputadas (ellas eran 24 de 350) votaban nominalmente la investidura de Calvo-Sotelo, a la altura de "Don Manuel Núñez Encabo: No", se produjo el golpe. El Diario de Sesiones lo reflejó con sobriedad, aunque omitiendo el famoso y autoritario "¡Se sienten, coño!" que ordenó Tejero pistola en mano:
(En este momento, y cuando eran aproximadamente las dieciocho horas y veinte minutos, tras escucharse en el pasillo algunos disparos y gritos de «¡Fuego, fuego!» y «¡Al suelo todo el mundo!» irrumpe en el hemiciclo un número elevado de gente armada y con uniforme de la Guardia Civil, que se sitúa en lugares estratégicos, amenaza por la fuerza a la Presidencia y, tras un altercado con el Vicepresidente Primero del Gobierno, Teniente General Gutiérrez Mellado, conmina a todos a tirarse al suelo, sonando ráfagas de metralleta. Queda interrumpida la sesión.)
2022, el conflicto de la XIV Legislatura
Triunfó la democracia en la hora grave de 1981. Desde este punto, sobrevolemos la Historia del Congreso, pasando por los años de Felipe González (1982-1996), José María Aznar (1996-2004), José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) y Mariano Rajoy (2011-2018), la crisis económica de 2008-2015 y el consiguiente surgimiento de los nuevos partidos (el Podemos de Pablo Iglesias, el Ciudadanos de Albert Rivera, el Vox de Santiago Abascal...), la moción de censura de 2018 que desbancó a Rajoy y aupó a Pedro Sánchez, y la actual legislatura, desde finales de 2019, en que Sánchez, en minoría, sigue manteniendo el poder gracias a sus socios de investidura.
Aterrizamos así en la sesión de la tarde del pasado 15 de diciembre en que ambos bloques se acusaron mutuamente de acciones golpistas sin armas, por la vía blanda de retorcer las leyes o manipular a los jueces amigos. Ha quedado para la Historia en el Diario de Sesiones número 234 de la XIV Legislatura. La votación motivo de controversia se refiere a la rebaja penal que beneficia a los independentistas catalanes condenados en el procés (delitos de sedición y malversación) y el cambio del sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional para permitir su renovación, bloqueada por el PP.
Los diputados Iván Espinosa de los Monteros (Vox), Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Cuca Gamarra (PP) piden a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet (PSOE), que suspenda el Pleno hasta que el Constitucional se pronuncie sobre las medidas cautelarísimas que el PP y Vox han solicitado. Denuncian que el Gobierno y sus socios están colando ilegalmente una reforma de calado por la vía de urgencia. Estos responden acusándolos de querer acallar al Congreso mediante un golpe "de togas" y de persistir en el bloqueo ilegal de la renovación del Poder Judicial para mantener la mayoría favorable de jueces conservadores. La presidenta sigue adelante con la votación.
Dice el diputado Gabriel Rufián, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC):
La verdad es que hablo con el miedo a que entre Tejero con toga, porque ya no entran con pistolas, sino que entran con togas. (Protestas). Cálmense.
Responde luego Gamarra (PP):
Ustedes están haciendo, durante toda esta tramitación parlamentaria, que la democracia viva el mundo al revés: a quienes acudimos a las instituciones del propio Estado de derecho nos dicen que estamos dando un golpe a la democracia [...]. (Aplausos.-Varios señores diputados del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso: ¡Muy bien!).
Alerta el portavoz de EH Bildu, Jon Inarritu García:
Presidenta, señorías, hoy se ha producido el hecho más grave en términos democráticos después del 23-F, el más grave. Sean conscientes de que hoy en día los golpes de Estado de nueva generación no se dan con armas. Ya el 23-F quedó un poco friki, no sé si recuerdan que algún medio del norte de Europa dijo que había entrado en el Congreso los Diputados un militar pegando tiros con un sombrero de torero. Así lo vieron en Europa. ¿Saben lo que ocurre? Que hoy en día la mayoría de golpes se dan sobre la base de lo que se llama el lawfare y tribunales controlados políticamente, esos que controlan ustedes. [...] Lo que hemos visto hoy es −ya digo, lo más grave que se ha visto en décadas en este Estado− la asonada de las togas, esto es, la extrema derecha política, judicial y mediática puesta de común acuerdo para intentar bloquear a este Parlamento.
[Sánchez seguirá adelante con la reforma que rebaja la mayoría del TC para elegir a sus miembros]
Pero el momento cumbre del debate se produce entre la intervención del diputado Javier Ortega Smith-Molina, de Vox (cuyos compañeros de filas han abandonado sus escaños en señal de protesta), y el arranque de la de Felipe Sicilia, del PSOE. Las acotaciones entre paréntesis son, recordemos, de los cronistas oficiales del Congreso:
El señor ORTEGA SMITH-MOLINA: Muchas gracias, presidenta. Intervengo en representación del Grupo Parlamentario VOX que, por decencia, no continúa sentado en los escaños (rumores) ante un Pleno que es absolutamente fraudulento, y especialmente cuando nos encontramos ante un inaceptable y repugnante clima de violencia y amenaza por parte de diferentes diputados de la extrema izquierda del Gobierno de Sánchez contra los magistrados del Tribunal Constitucional [...]. Esto no es otra cosa que un asalto o golpe institucional perfectamente planificado por Sánchez, por su Gobierno y por los partidos que lo sustentan [...].
pero también es un día de esperanza, porque cuanto más pretendan retorcer el Estado, cuanto más pretendan pisotear la Constitución, cuánto más desprecien y odien a España, mayor será la respuesta de la inmensa mayoría de los españoles, que será echarles muy pronto a la calle o sentar a una gran parte de ustedes en el banquillo. (Varios señores diputados: ¡Halaaa!).
Muchas gracias. (Aplausos.-Rumores.-La señora ministra de Igualdad, Montero Gil: Ese es el tema.-La señora ministra de Hacienda y Función Pública, Montero Cuadrado: Esa es la cuestión. De eso se trata).
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Ortega. (Rumores).
Silencio, por favor, ¡les pido silencio!
Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra el señor Sicilia Alférez. (Aplausos del Grupo Parlamentario Socialista.-Varias señoras y señores diputados del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso: ¡Patxi, Patxi, Patxi!-El señor [Patxi] López Álvarez: Luego, luego).
Señorías, les recuerdo que estamos en el Pleno del Congreso de los Diputados. (Rumores.-Pausa). Señorías, gracias.
El señor SICILIA ALFÉREZ: Gracias, señora presidenta.
Señorías, hace cuarenta y un años la derecha quiso parar un Pleno del Congreso y parar también la democracia, lo hizo con tricornios. (Protestas). Hoy, señorías, la derecha ha vuelto a querer parar... (Protestas.-Varios señores diputados hacen gestos negativos).
La señora PRESIDENTA: ¡Silencio, por favor! (Protestas.-Varios señores diputados: ¡Qué vergüenza!). ¡Les pido silencio, por favor! (Continúan las protestas). ¡Señorías, les pido silencio! (Rumores.-Varios señores diputados: La derecha no). ¡Está en uso de la palabra el señor Sicilia! (El señor Garcés Sanagustín: No fue la derecha, fueron los golpistas.-El señor Hispán Iglesias de Ussel: ¡Nos ha llamado golpistas!-El señor Cerdán León: Es lo que sois). ¡Señor Hispán! (Varios señores diputados: ¡Eso no!-La señora Moro Almaraz: Es una falsedad.-La señora Montero Cuadrado, ministra de Hacienda y Función Pública: Nos ha llamado golpistas, dice. ¡Vamos!-Risas y aplausos). Les pido silencio, por favor. ¡Les pido silencio! (Fuertes rumores.-El señor Ortiz Galván: Eso no, por ahí no). Señor Ortiz, ¡le pido silencio, por favor!
Señor Sicilia.
El señor SICILIA ALFÉREZ: Debe ser que Tejero era de izquierdas; debe ser que Tejero era de izquierdas. (Aplausos y risas.-Rumores).
Señorías, quisieron parar el Pleno y la democracia con tricornios y hoy han querido hacerlo con togas, pero no lo han conseguido. (Aplausos.-Protestas.-El señor Mariscal Anaya: ¡Qué barbaridad acaba de decir!). ¡No lo han conseguido porque nuestra democracia es fuerte y sólida, y nuestras instituciones fuertes y sólidas y no han podido pararlo! (Aplausos.-Rumores).
Hace tan solo unas semanas... (Continúan los rumores). Hace tan solo unas semanas... Acabo de empezar, eh... (Prosiguen los rumores).
La señora PRESIDENTA: Silencio, señorías. (Rumores).
El señor SICILIA ALFÉREZ: Les decía hace tan solo una semana, en esta misma tribuna, a las señorías de la derecha que siempre utilizan los tribunales para intentar ganar en ellos lo que no consiguen ganar ni en las urnas ni en esta Cámara (aplausos), ¡y una semana ha bastado para comprobarlo! Una semana ha bastado para comprobarlo, y, por tanto, ¡ya no cabe duda, ya no cabe duda! Ya sabemos la razón verdadera por la que ustedes tienen bloqueada la renovación del Consejo General del Poder Judicial y bloqueado el Tribunal Constitucional: porque ustedes los utilizan como último recurso para ganar lo que pierden aquí y lo que pierden en las urnas, señores del Partido Popular. (Aplausos).
Exagerados
Sería un error generalizar y decir que la temperatura media política la marca el ardor de este último enfrentamiento. En realidad, si se tienen en cuenta los miles de horas habladas y los millones de palabras transcritas (solo las dos horas de esa tarde ocupan casi 16.500 palabras, como 55 páginas de una novela), se comprueba que la tónica habitual es, por el contrario, de cortesía y anodina normalidad: lo que abunda, aunque no trasciendan a las noticias de portada, son las largas intervenciones bien razonadas y documentadas, cada uno desde su posición.
La idea que cunde en el pueblo es que sus representantes se pasan el día insultándose desde el escaño. La consulta del Diario de Sesiones revela sin embargo que eso no es cierto, a menos que se considere un insulto el uso de la ironía, la crítica ácida, la hipérbole, la imputación metafórica de delitos, el menosprecio o los pullazos argumentativos. El Congreso, a la vista está, goza de buena salud, solo que muy acalorada a ratos. Las salidas de tono son noticia por ser aisladas. Asistimos a la confrontación ideológica de siempre. Enferma de verdad, y muerta, estará la democracia el día en que no haya una tribuna donde discutir libremente, aunque se haga a cara de perro.
A diferencia de otros momentos históricos, como algunos de los que hemos repasado en este viaje parlamentario, la presente crispación política no se corresponde, por suerte, con una equiparable crisis total en la calle que la justifique. No corre la sangre, no hay una guerra ni una revolución. En esa asimetría retórica reside la razón para no preocuparse más de la cuenta: hay oradores que pecan de exagerados.
Las palabras se las lleva el viento, pero las pronunciadas en el Congreso se quedan negro sobre blanco en el Diario de Sesiones. Para ser testimonio en la Historia. O pasto del olvido.